Desde la salida de la política de Pablo Iglesias en el 2021 sabemos que Podemos vale un 4,5% en España. Todos los CIS vienen con esta certidumbre, pase lo que pase, y esto, aunque les parezca poco a sus dirigentes, es mucho, habida cuenta del futuro que viene, más que del pasado que fueron. Un 4,5% es algo más de un millón de votos y sobre eso se construye hacia arriba. Si lo comparamos con el resultado que hoy obtendría Sumar, en el entorno del 6%, y desagregamos de esta estimación de Sumar los votos de Compromís, la CHA o Més per Mallorca, partidos todos ellos plurinacionales, nos haremos una idea de lo empatadas que vienen las dos facciones que antaño formaron Unidas Podemos y, si, por el contrario, los volvemos a agregar en una única candidatura, veremos como siguen defendiendo el resultado del 23-J, que fue condición de posibilidad para la reedición del gobierno de coalición, aunque sin mayoría netamente de izquierdas y sustentado en una mayoría plurinacional, transversal y periférica.
Estos son los números que dibujan una demanda para tres millones de votos. Recuerden que en España siempre manda la demanda y nunca la oferta electoral, aunque la industria del relato trate de decirnos lo contrario. De hecho, en el 2015, todos los que hoy son susceptibles o han sido interpelados a formar parte de la Reflexión Rufián, mal llamada operación , obtuvieron por separado más de siete millones de votos y 82 diputados. Rufián aboga técnicamente por una lista plurinacional de izquierdas para que tras las siguientes generales “no nos maten por separado (dixit)”. Vale la pena recordar también que el PSOE, en aquella ocasión, obtuvo 5,5 millones y 90 diputados. Desde entonces y hasta el 23-J lo plurinacional ha sido clavo del abanico, aunque ha tenido un “casi nadie” que le escriba. De hecho, el 23-J la Reflexión Rufián obtuvo cuatro millones y 45 diputados. Hoy, muy probablemente, sean unos pocos más porque este espacio es un valor refugio para muchos apoyos que en el 2015 estuvieron en lo plurinacional, y en el 2019, tras la censura del 2018 y con el factor Sánchez, se mudaron al PSOE gracias a la gestión de un nuevo equipo con una estrategia política que lo vio venir.

Rufián pide una lista “plurinacional” de izquierdas para las generales
Gobierno de coalición o impugnación, ahí está el quid de la cuestión. Coaligamos o impugnamos
El “factor plurinacional” manda, pues, desde hace diez años, porque se configuró como el eje de ruptura y la impugnación al bipartidismo, de la misma manera que hoy es el “factor autoritario” el que coge este testigo. Vox está cerca de los cinco millones de votos y casi 70 diputados. Los factores como vertebradores de mayorías y gobiernos, vectores de malestar e impugnación, antes y ahora, que provocan cambios profundos en la política española, aunque las reformas institucionales tarden en llegar.
El declive para la coalición es posible que comenzara aquel 2021. Desde entonces, el eje es Gobierno de coalición versus impugnación. Los partidos a los que apeló Rufián tienen todos en su haber el logro del primer gobierno de coalición progresista desde la Segunda República, que hoy pareciera que no sirve 94 años después, lo que es, a todas luces, un grave error político. Solo por ello la Reflexión Rufián no se debería tomar como un disparate, como algunas fuentes manifiestan con desdén. ¿Qué sentido tiene además competir entre partidos, si se falla a la demanda?

Gabriel Rufián, la semana pasada, en el último pleno del curso en el Congreso
La política, como muchos otros aspectos en la vida, no se guía por criterios racionales sino subjetivos, pasionales y personales. Y mayoritariamente por personas que no ven lo que está ocurriendo. Quizá nadie haya reparado todavía en que la política española actual tiene los mismos representantes que en el 2014. Entonces ya estaba Pedro Sánchez, aunque fuera otra versión con otro equipo, Ione Belarra, también diputada desde el 2015, Santiago Abascal, presidente de Vox desde entonces, o Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta. Sí, los hay incluso que llevan mucho más tiempo. Sería de sentido común pensar que a las cuitas se le une el cansancio con los representantes. Si este agotamiento es cierto, por qué no iba a serlo entre demócratas, convendría ser humilde y escuchar mejor la propuesta de Rufián, porque el diputado de ERC en su reflexión tiene razón, aunque en política no es lo mismo tener razón que tener éxito.
La palabra unidad no explica nada ni en la izquierda ni la derecha. Es además un concepto abstracto. ¿Unidad, para qué? Ojo con la respuesta. Gobierno de coalición o impugnación. De hecho, ahí está el quid de la cuestión. Coaligamos o impugnamos.
Next week
Némesis de Vox
El eje de la impugnación –fuera contra dentro– junto con la inmigración ya sabemos que serán determinantes en el siguiente ciclo electoral, y ese es el punto fuerte del actual Podemos. Cuando Rufián deslizó su conglomerado, se entiende que plurinacionalidad e impugnación vayan de la mano. Podemos ganó las elecciones generales del 2015 en el País Vasco y Catalunya bajo ese aroma. Se puede ser muy de izquierdas y nacionalista o plurinacional. Vox, de hecho, es extrema derecha y puramente uninacional. Y precisamente se necesita una némesis de Vox.
El ojo de halcón
La Loreg
Un conglomerado plurinacional exige de un conocimiento exacto de los efectos de la Loreg y de elevarse como Frente Amplio en modo confederal, donde nadie moleste a nadie. Esa fue una lección del 28-M, donde fallaron todos. El PSOE, Sumar y Podemos, con la pérdida de la Comunidad Valenciana, sin ir más lejos, tan importante porque te da un pie y medio para alcanzar la Moncloa. De hecho, por solo 20.000 votos en cuatro circunscripciones plurinacionales –el medio pie que le faltó–, hoy Feijóo no es presidente, no porque no quisiera.