Cenizas de septiembre

El largo verano del 2025

Se ha quemado Ursula von der Leyen, se ha chamuscado la idea de Europa y ha ardido la excepción ibérica

Efectivos aéreos de los bomberos durante las labores de extinción del incendio de Avión, a 25 de agosto de 2025, en Avión, Ourense (España). El último de los incendios forestales registrados en Galicia, iniciado en Avión (Ourense) a las 17.09 del domingo, quema una superficie estimada de 70 hectáreas en la parroquia de Nieva. Actualmente, son tres los incendios activos en Galicia, todos ellos en la provincia de Ourense, que permanece desde hace casi una quincena en el nivel 2 de emergencia.

Bomberos durante las labores de extinción del incendio de Avión, Ourense. 

Adrián Irago / EP

El largo verano del 2025 ha quemado a Ursula von der Leyen. Ha chamuscado el famoso informe Draghi, que tenía que salvar a Europa de la decadencia económica y geopolítica. Ha incinerado los pensamientos infantiles de Donald Trump sobre una pronta paz en Ucrania. Ha acelerado la carbonización de Gaza y ha encendido la mecha del autoritarismo en Estados Unidos. Recordaremos el largo verano del 2025. Los libros de historia hablarán del estío en el que la potencia norteamericana, queriendo o sin querer, reforzó al neozarismo ruso con una gestión diplomática amateur, mientras Moscú estrechaba lazos con Pekín. El fuego del dragón acaba de reunir en China a las grandes potencias orientales de la enorme plataforma continental euroasiática, mientras el escaparate del bienestar occidental entra en crisis en Alemania y se resquebraja en Francia. Estamos entreviendo cómo será el mundo que viene. El tórrido verano del 2025 ha confirmado también la excepción ibérica en el extremo occidental de la gran plataforma continental, el Finisterre de Eurasia. Más abajo de los Pirineos, los grandes datos de la economía no son malos, pero arden los bosques y también los puentes cívicos construidos durante la movilización democrática que puso fin a dos dictaduras hace ahora cincuenta años. El solar ibérico, suelo y sol, es una potente y prometedora pila eléctrica en la que empiezan a agobiarse los turistas, arden los árboles y se queman las conciencias. Penínsulas regresa con las cenizas de septiembre.

“En tal provincia, un incendio fortuito ha consumido tantas hectáreas de arbolado. En tal otra ha sido descubierta una escandalosa corta de pinos. Los montes van quedando en la triste y espantosa soledad del poeta. Montañas y rocas, muertas, abandonadas del lozano verdor, parecen como olas petrificadas de un mar todo silencio. Ya solo aparecen la pelada roca, la montaña aridísima, sin un árbol, sin una humilde mata siquiera”.

Este párrafo, un tanto lírico, corresponde a una crónica publicada en 1895 en La Época, periódico conservador vespertino, entonces decano de la prensa madrileña. Algunos años después, en 1912, Antonio Machado comenzaba así uno de sus poemas sobre los Campos de Castilla: “El hombre de estos campos que incendia los pinares y su despojo aguarda como botín de guerra...”, refiriéndose a los recurrentes incendios de los pinares de Soria, uno de los territorios que más fuegos sufría a comienzos del siglo XX, provincia que hoy se ha convertido en referencia modélica por su gestión forestal.

Vamos a hablar de los incendios forestales de este verano con la colaboración de Santiago Fernández Muñoz, profesor de Geografía Humana en la Universidad Carlos III de Madrid, que lleva años estudiando el tema. Primera observación: siempre ha habido incendios forestales en la península Ibérica, muchas especies vegetales de nuestros bosques han aprendido a rebrotar, generando durante siglos milagrosos mecanismos de adaptación, pero los incendios del pasado remoto o los referidos por el poeta Machado a principios de siglo XX no son los de agosto de 2025. Han cambiado. Ahora son mucho más furiosos.

La principal transformación que han sufrido los bosques ibéricos en los últimos decenios es un constante aumento de la masa forestal desde que empezó la emigración masiva del campo a las grandes ciudades. Todo empezó con el Plan de Estabilización de 1959. En Penínsulas no nos cansaremos de subrayar la importancia del Plan de Estabilización que puso fin a la fase autárquica del franquismo, bajo consejo del gobierno de los Estados Unidos de América. Miles y miles de personas abandonaron las zonas rurales y los bosques empezaron a crecer. Desde los años sesenta, España ha ganado más de siete millones de hectáreas de arbolado, es decir, la extensión ocupada por los bosques ha crecido un 63%. Hoy contamos con 28,5 millones de hectáreas de masa forestal, que ocupan el 56% de la superficie total de España. 18,5 millones de hectáreas de esa masa forestal son bosques y los restantes diez millones corresponden a zonas de arbusto y matorral en desarrollo, con árboles dispersos. Sólo en los últimos diez años se ha perdido un millón de hectáreas de tierras cultivadas. Las zonas rurales españolas han perdido más del 40% de sus habitantes desde 1900, pasando de 14,6 millones de habitantes a 8,7 millones de personas.

Un ave rapaz huye del fuego de Dagaña (Asturias), a 21 de agosto de 2025, en Anllarinos del Sil, León, Castilla y León (España). El último balance de la situación de incendios forestales del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias (SEPA) correspondiente a la mañana de este jueves contabiliza 15 incendios forestales en el Principado: 4 activos, 3 estabilizados y 8 controlados.  Así, la última actualización señala que el incendio de Degaña volverá a concentrar el operativo de extinción para continuar frenando su avance en el límite con Asturias.

Un ave rapaz huye del fuego de Dagaña (Asturias), el 21 de agosto de 2025. 

Xuan Cueto / EP

Los incendios forestales están ganando intensidad, velocidad y temperatura. Son incendios que generan su propio clima, un horno en movimiento, provocando tormentas eléctricas que facilitan su extensión. Infiernos andantes que pueden calcinar grandes extensiones de terreno a gran velocidad, desbordando a los medios de extinción convencionales. Son los incendios de ‘sexta generación’ por los que se interesó hace años la Fundación Felipe González. En junio del 2019, el expresidente del Gobierno ya advertía que había que ir cambiando la lucha contra los incendios forestales, prestando una mayor atención a la prevención. Marc Castellnou, jefe del Grup d’Acció Forestal de la Generalitat de Catalunya, entrevistado por La Vanguardia el pasado domingo, fue uno de los expertos que intervino en el foro convocado por González en junio del 2019. Castellnou advierte ahora que los incendios adquirirán mayor intensidad en toda Europa y algunos de ellos podrían llegar a quemar millones de hectáreas. Infiernos andantes, huracanes mediterráneos, autoritarismo en ciernes. Nos estamos poniendo dantescos. Quizá no sea la mejor manera de empezar septiembre.

Vista aérea tras el incendio, a 20 de agosto de 2025, en Laza, Ourense, Galicia (España). Aunque la previsión general de los incendios que arrasan Galicia hoy, 20 de agosto, es positiva, al no haber aumentado en hectáreas desde ayer, sigue preocupando el fuego que se originó el pasado miércoles, 13 de agosto, en Larouco, en la parroquia de Seadur (Ourense). Según las últimas estimaciones, el incendio ya afecta a unas 20.000 hectáreas, convirtiéndose en el más grande de la historia de Galicia, y afecta a los ayuntamientos de la zona de Quiroga, O Barco de Valdeorras, O Bolo, Carballeda de Valdeorras, A Rúa, Petín, Rubiá, A Veiga y Vilamartín de Valdeorras además de amenazar las áreas protegidas de la sierra de O Courel, en Lugo.

Vista aérea tras el incendio, a 20 de agosto de 2025, en Laza, Ourense. 

Adrián Irago / EP

El gran cambio de las últimas décadas no tiene que ver con el número de incendios en España. Las estadísticas dicen que han disminuido. Tampoco tiene que ver con las extensiones quemadas, puesto que en los años ochenta hubo más superficies afectadas. La novedad estriba en la aparición de incendios que recorren grandes superficies de terreno forestal con una furia creciente, porque las temperaturas son más altas y hay más combustible acumulado en los bosques como consecuencia de la despoblación y la insuficiencia de las medidas preventivas.

Cartel de entrada a la Provincia de Ourense, a 21 de agosto de 2025, en A Gudiña, Ourense, Galicia (España). Así se desprende de los últimos datos ofrecidos por la Consellería do Medio Rural que recoge que los fuegos activos son cinco en la provincia de Ourense que afectan a 78.600 hectáreas y estabilizados hay actualmente siete, todos ellos en la provincia ourensana, que calcinan 9.249 hectáreas. El mayor incendio es el de Larouco, en la parroquia de Seadur, que calcina 30.000 hectáreas en territorio gallego y ya es el cuarto más grande de la historia de España. También permanecen activos los incendios de Chandrexa de Queixa y Vilariño, que se unieron en único foco que afecta a 19.000 hectáreas; el de Oímbra y Xinzo de Limia, parroquias de A Granxa y Gudín (17.000 hectáreas); el de A Mezquita, parroquia de A Eculqueira (10.000 hectáreas); y el de Carballeda de Valdeorras, parroquia de Casaio (2.600 hectáreas).

Cartel de entrada en A Gudiña, Ourense, este agosto. 

Carlos Castro / EP

En las últimas décadas, en contra de la percepción que pueda tenerse después de lo sucedido este año, España ha logrado reducir de forma drástica el número de incendios forestales. Entre los años 2020 y 2024 el número medio de incendios se redujo un 30% en relación al decenio anterior. Los datos desmienten las intuiciones muy influidas por los hechos más recientes. Estamos muy lejos de la incidencia de los incendios de la década de los ochenta, noventa e incluso de la primera década de este siglo. En los años ochenta, cuando todavía se estaban formando las comunidades autónomas y no existían los dispositivos autonómicos de extinción, se quemaba una media anual de 250.000 hectáreas de monte. En los últimos cuatro años ha ardido un promedio anual de 109.000 hectáreas, y entre 2010 y 2019 menos de 100.000. Los peores años fueron 1978, 1985, 1989 y 1994. Hasta llegar al largo verano del 2025.

La excepcionalidad de lo ocurrido este verano tiene que ver con la magnitud de unos pocos incendios ocurridos en las provincias de León, Zamora, Palencia y Ourense. Hasta la fecha, los incendios que afectaban a más de 20.000 hectáreas eran muy excepcionales, hasta el punto de que en los últimos veinticinco años sólo siete habían superado esa cifra y son recordados como históricos: Minas de Riotinto (Huelva, Andalucía), en 2004; Cortes de Pallás y Andilla (Comunidad Valenciana), 2012; Moratalla (Murcia), 1994; Millares (Comunidad Valenciana), 1994... Este pasado mes de agosto se han registrado cinco incendios por encima de esa superficie y lo que es más excepcional, tres de ellos se han registrado en un radio de poco más de 100 km., quemando casi 100.000 hectáreas, más que la media anual de superficie afectada en el conjunto de España.

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Área quemada en el municipio de Jarilla, Cáceres. 

Eduardo Palomo / EFE

La concentración de incendios en el cuadrante Noroeste peninsular, especialmente en Ourense, León y Zamora, pero también en comarcas portuguesas que forman parte de esa misma área geográfica, no es una novedad, y tampoco es casualidad. El penúltimo Penínsulas antes del verano lo dedicamos a esta singular región y destacábamos que sus provincias están entre las más desfavorecidas de España, con los indicadores más severos de envejecimiento y pérdida de población, así como de abandono de los tradicionales aprovechamientos del territorio, lo que ha generado inmensas extensiones de masa forestal abandonada

Evitar que un fuego en el Noroeste se convierta en un megaincendio no es sencillo y tampoco lo será en el futuro. Exige transformar el territorio y recuperar las discontinuidades en las masas forestales; exige cambiar las prioridades de las políticas públicas, intervenir e invertir de forma muy diferente a como se ha venido haciendo hasta ahora; exige incendios controlados en invierno, exige cambiar algunas de las lógicas con las que se tratan algunos de ellos; exige ejercer el poder para solucionar problemas y focalizar los recursos allí donde existen, algo que parece consustancial a la política pero que cada vez es más ajeno a la gestión de algunas comunidades autónomas. La autonomía no consiste en repetir durante cuarenta años la cantinela “nosotros no vamos a ser menos”. Para ejercer la autonomía hay que creérsela cuando vienen mal dadas. Y no todos se la creen. Ocurrió en la Comunidad Valenciana con la dana de finales de octubre del 2024. Ha vuelto ha ocurrir ahora, especialmente en Castilla y León. El pacto de Estado sobre la adaptación de España al cambio climático, planteado estos días por el presidente del Gobierno, se tenía que haber propuesto inmediatamente después de la dana valenciana, si no antes.

El largo verano del 2025 ha quemado demasiadas cosas, así en Europa como en España.

(Este nuevo capítulo de 'Penínsulas' ha contado con la colaboración de Santiago Fernández Muñoz, profesor de Geografía Humana en la Universidad Carlos III de Madrid, socio de SILO y antiguo jefe de proyectos de la división de Evaluación de Políticas Públicas de la AIReF.)

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