Después de leer la última encuesta de este diario sobre intención de voto al Parlament, me quedó todavía más claro que Aliança Catalana (AC) ha llegado para sacudir el tablero, pero seguramente no en el sentido que muchos de sus votantes esperarían.
Ocurre también a nivel español, donde Vox irrumpió con el discurso más radical antisanchista, pero, paradójicamente, se ha convertido en el mejor salvavidas de Pedro Sánchez, porque compacta a una mayoría de formaciones en el Congreso alrededor del PSOE y en contra de una suma del PP con los de Abascal.
El ascenso de Aliança podría debilitar al independentismo de manera irreversible
En el caso catalán, el efecto de AC podría ser aún más eficazmente nocivo contra los intereses que dice defender, consolidándose así como el mejor seguro de vida de Salvador Illa en el poder. Ayer, escuchando la entrevista que Jordi Basté le hizo a la alcaldesa de Ripoll y líder de Aliança, lo vi aún más claro.

Ofrenda floral de Aliança Catalana (AC) al monumento al General Moragues en Barcelona con motivo de la Diada
Porque Sílvia Orriols tiene un discurso que en muchos puntos puede coincidir con el de Vox, pero acompaña ese fondo radical (adjetivo, por cierto, bastante atractivo para muchos en los tiempos que corren) con unas formas y un verbo que no suenan tan violentos como los de Abascal. Al contrario, incluso puede proyectar como agresiva la réplica más aleccionadora, previsible y de manual a los argumentos de Orriols.
En cada país, el nacionalpopulismo que triunfa tiene sus propios códigos y una expresión que se ajusta a un cierto talante extendido, al menos, en su universo de votantes potenciales. En el caso de Aliança, sobre todo, entre una base independentista compuesta por personas decepcionadas, desesperadas, enfadadas o todo a la vez, y que, paradójicamente, atraídas por los de Orriols como antídoto contra los evidentes fracasos de los otros partidos independentistas, podrían garantizar del todo que el independentismo no sume durante años frente a Illa.
Y es que ERC, impermeable de raíz a cualquier entendimiento con el universo convergente, en un escenario aún más fragmentado en el campo soberanista, encontraría una coartada inmejorable en la presencia decisiva de Aliança Catalana a la hora de sumar. Ya no le haría falta ni disimular: si antes podía estirar el chicle de la desconfianza con Junts, ahora, con Orriols de por medio, se proyectaría como casi obligada.
Esta podría ser la paradoja discursiva que plantear ante los entusiastas sobrevenidos de Aliança: un partido en teoría nacido con la ambición de desbordar y fortalecer al independentismo podría acabar debilitándolo de manera irreversible. Y en política, la debilidad de unos es la fortaleza de otros.
Al final, todo ello nos recuerda una vieja lección de la mitología griega: a menudo, quien nace con vocación de héroe acaba convirtiéndose, sin quererlo, en el arma de su adversario. Ícaro quiso volar alto y libre, pero su ambición reforzó el poder del Sol. Y en Catalunya, podría suceder que, cuanto mayor sea la fragmentación que Aliança Catalana pueda añadir al campo independentista con el argumento de venir a relanzarlo, más firmemente se atornille a Salvador Illa en la butaca de presidente.