En plena escalada de provocaciones rusas, con sus drones y aviones violando constantemente el espacio aéreo de la OTAN, la ministra de Defensa, Margarita Robles, se desplazó ayer a Lituania –uno de los países bálticos más preocupado ante la amenaza del Kremlin– para visitar al contingente español desplegado con ocho cazas Eurofighter para vigilar el tránsito de aeronaves sin identificar. Desde la base de Siauliai, su homóloga lituana, Dovile Sakaliene, planteó reconvertir la misión de la Alianza Atlántica de disuasoria a defensiva –de “policía aérea” a “defensa aérea”– después de que el Parlamento de su país haya aprobado una reforma con la que se agiliza el posible derribo de drones intrusos. Es decir, que los cazas españoles pudiesen derribar drones rusos. Sin embargo, la ministra española declinó esta petición e insistió en que los conflictos “deben solucionarse por la vía diplomática”.
No es la primera vez que Robles visita la base donde se encuentra el destacamento aerotáctico del Ejército del Aire y del Espacio denominado Vilkas – lobo en lituano– para contribuir a las tareas de policía aérea reforzada en el flanco este de la OTAN. Lo hizo en mayo del 2022, apenas unos meses después de que Rusia invadiese Ucrania, pero ahora el trasfondo es bien distinto.
La eficacia de las fuerzas de disuasión de la OTAN está en entredicho tras la incursión –y derribo– de una veintena de drones rusos en Polonia, de otro episodio similar días más tarde en Rumania y de la peligrosa entrada sin permiso de tres cazas rusos en Estonia durante casi doce minutos. La nueva visita de Robles, programada desde hace semanas, se produce apenas 24 horas después de que el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, advirtiera de que, si un avión de combate ruso entra en espacio aéreo aliado sin permiso, podría llegar a ser derribado.
El avión en que viajaba la ministra sufre un intento de “perturbación” al pasar por Kaliningrado, “algo habitual”
El Gobierno de España no contempla ese escenario por el momento. Fuentes gubernamentales insisten en que no tiene sentido una escalada militar de este tipo y advierten del coste que para la Alianza Atlántica puede suponer derribar drones rusos. Mientras uno de esos aparatos puede costar pocos miles de euros, un solo misil para derribarlo cuesta aproximadamente dos millones de dólares.
Robles recalcó ante su homóloga lituana que España es contraria “a cualquier tipo de escalada”, pero remarcó el compromiso “firme, total y absoluto” de las fuerzas armadas españolas en los países bálticos. Como prueba, garantizó que la participación española en la nueva misión de la OTAN
en el este, bautizada Centinela Oriental, no irá en detrimento, “en ningún caso”, de los medios que España tiene desplegados en Lituania. El Gobierno ha ofrecido dos cazas de combate, un avión de repostaje de largo alcance y un radar para esta misión, y en noviembre una segunda rotación de militares españoles permanecerá en Lituania hasta marzo.
Robles aprovechó la visita para volver a lanzar un doble mensaje al presidente ruso, Vladímir Putin: que ni se dejará sola a Ucrania ni se aceptará ninguna de sus amenazas, aunque admitió que la “amenaza es real”, en clara alusión al incidente que sufrió el avión que la transportó a Lituania, un A330 del Ejército del Aire que a su paso por el enclave ruso de Kaliningrado sufrió un intento de “perturbación” de su GPS. Esta incidencia, “algo habitual en numerosos vuelos en zona”, según fuentes militares, fue neutralizada sin ningún tipo de afectación para la seguridad del vuelo.