Los políticos hablan, pero no escuchan. Todos sin excepción. La semana que ha terminado ha sido claro reflejo de ello. Desde la decisión de Junts de romper con el PSOE, a la comparecencia del presidente del Gobierno en la comisión de investigación del caso Koldo, pasando por el homenaje a las víctimas de la dana, todos han hablado sin escuchar. Cuando son investigados, utilizan los mismos argumentos que invocaban los investigados de otros partidos en el momento en que eran ellos los escrutados por el contrario. Y los que interrogan, lo hacen igual que los que les preguntaban a los que ahora lo hacen, y que ahora provocan su enojo. Todo con una falta de respeto que hace la política irrespirable.
Por eso, toda la semana he pensado en esa palabra pronunciada en la entrega de los Premios Princesa de Asturias, que dio paso a estos siete días que valdría más olvidar. Respeto. El filósofo Byung-Chul Han la subrayaba: “Últimamente he reflexionado mucho sobre la creciente pérdida de respeto en nuestra sociedad. Hoy en día, en cuanto alguien tiene una opinión diferente a la nuestra, lo declaramos enemigo”.
La semana pasada fue un claro reflejo de que los políticos hablan pero no escuchan
Podría tomar notar de esta frase el ministro de transportes, Óscar Puente, que en su papel de portavoz oficioso del PSOE, y sin escuchar al premiado surcoreano sobre el peligro de las redes sociales, se divertía tras la comparecencia de Pedro Sánchez en el Senado comparando dos fotos en X: Una del presidente del Gobierno, con gafas, y otra del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo: “A la izquierda 300 mauros (dicen) invertidos divinamente. Resultado, un look aún mejor y los fachas bailando un mes. A la derecha, pasta indeterminada en retoques que te dejan peor que estabas. Superioridad política, ética y estética”.
Pero la falta de respeto de la que hablaba Han tuvo una reacción igual del “enemigo”. Inmediatamente, el PP saltaba cual animal herido en defensa de su líder y publicaba un mensaje de respuesta en su cuenta oficial de X, que no se quedaba atrás: “Puesto que Óscar Puente se pone a hablar de apariencias de las personas, vamos a seguirle el rollo. En la foto, un ser poco evolucionado y carente de educación y cortesía. Molesto y con tendencia a hacer ruidos grotescos. Junto a él, un primate. Ambas criaturas tienen en común que ninguna de ellas debería ser ministro del Reino de España”. Ni que decir tiene que las fotos eran una del ministro y otra de un chimpancé.
El ministro Óscar Puente
No han aprendido nada de los discursos escuchados en el Teatro Campoamor de Oviedo, tan aplaudidos todos ellos. El también premiado Eduardo Mendoza habló igualmente de respeto. Ya se sabe, cuando se habla tanto de algo es porque se echa en falta. Decía en su discurso: “Por lo demás, los años me han hecho valorar, sobre todas las cosas, el respeto”. No lo escuchó, seguro, el presidente de la Generalitat Valenciana, que si hubiera pensando en clave de respeto no hubiera acudido al homenaje de Estado a las víctimas de la dana, porque ya no sería presidente de esa institución. Es el mínimo respeto que se merecen las víctimas. Pero si eso no es suficiente para Carlos Mazón, un poco de respeto hacia sí mismo le hubiera llevado a la misma conclusión: que no puede seguir al frente del Consell. O no se ha dado cuenta de que no puede salir a la calle, que no puede hacer más que ocultarse y marcharse por la puerta de atrás. ¿De verdad cree que el tiempo hará olvidar que en el momento más grave no estuvo a la altura de lo que se pide a un servidor público?
No hace falta poner más ejemplos. Todos los han leído, oído y visto con sonrojo. Por eso no encuentro mejor forma de terminar este artículo que reproduciendo la llamada que hizo la princesa Leonor en ese mismo acto: “Quizá debamos volver a lo esencial, a los básicos: Al respeto por quienes piensan diferente, por quienes son diferentes…”.