Iñaki Gabilondo (San Sebastián, 1942) era director de Radio Sevilla cuando, el 20 de noviembre de 1975, Europa Press dio la noticia de la muerte del dictador. “Me acuerdo, cómo no me voy a acordar”, rememora ante una infusión de frutos rojos en Santo Mauro, un elegante hotel de Madrid. “Yo era un adulto joven, con tres hijos y con responsabilidad. Estaba muy lúcido y muy consciente”.
La noticia se esperaba...
Sí, obviamente. Se veía venir, hacía mucho ya, y además estaban ya las radios emitiendo música clásica cuando de madrugada llegó el teletipo...
¿Y es verdad que muchas familias sacaron el cava de la nevera, bueno, el champán, como se diría en la época?
Hubo de todo. Había colectivos sociales que vivían con toda naturalidad el franquismo, sobre todo a partir del plan de estabilización de 1959 y el incremento del nivel de vida. Sin acusar mucho la falta brutal de libertad. Pero otros sectores lo estaban padeciendo muy directamente, sufrían la acción represiva. Los más movilizados eran el PCE en toda España y los sectores industriales de Euskadi y Catalunya. Yo sé que en mi tierra se consumió mucho champán, sí, a lo mejor en Sevilla, donde trabajaba, no tanto, o sí. Se celebró, se brindó, sí.
En el País Vasco y Catalunya se celebró la muerte de Franco más que en otros lugares
Y luego llegó el reinado de Juan Carlos I, de cuyas luces y sombras se vuelve a hablar ahora a raíz de la publicación de sus memorias, Reconciliación.
Yo de eso tengo una visión bastante integral porque en los primeros años lo seguí en sus viajes. Y el resumen que hago es absolutamente negativo y fracasado por una razón fácil de entender: él se presentó y abanderó un movimiento de concordia. Yo estaba cuando en la embajada de México se abrazó a la viuda de Azaña, o en Mauthausen, donde depositó una corona de flores en homenaje a los republicanos españoles muertos. Esos gestos determinantes le daban el reconocimiento de la sociedad. Pero ese mismo hombre ahora es un factor claro de discordia, para mí no puede caber un mayor fracaso. Aunque parece que no se está enterando de nada, ni siquiera de eso.
El rey sí tuvo un papel decisivo en el intento de golpe de Estado de 1981, pero hay todavía algunos cabos sueltos...
Yo no tengo la impresión de que haya pasado nada que haya modificado mucho mis posiciones. Adolfo Suárez ya estaba prácticamente fuera. Había una atmósfera previa al 23-F muy cargada en todos los cenáculos de Madrid, de que esto no se podía aguantar. Y eso no se puede separar de lo que inmediatamente se hizo como para corregir los excesos, entre comillas, del tiempo anterior, como se vio en los servicios informativos de RTVE, dirigidos por gente como yo que luego cayó.
El rey Juan Carlos pasó de abanderar la concordia a ser un factor claro de discordia
Y llegó Felipe González...
La UCD había sido un invento para llevar el barco a mar abierto. Y Suárez fue intrepidísimo y muy valiente, entre minas lo sacó. Pero ¿ahora dónde vamos? Y el PSOE recoge el naufragio y comienza un tiempo nuevo, con rumbo a los circuitos de la modernidad, aunque cerrando los ojos a algunas cosas...
¿Como cuáles?
Pues se esfuerza en la reforma del estamento militar, del que Suárez tenía unos recelos superlativos, y lo hace con bastante rapidez. Pero no se miró tanto a las estructuras del aparato de interior, policial.
¿Y la justicia?
Sí, creo que al tema judicial tampoco se le hizo mucho caso.
Suárez fue muy intrépido al sacar el barco al mar abierto de la democracia
Y en este proceso la sociedad española se iba transformando a gran velocidad...
Se pasa de un momento naif, en el que se creía que España podía estar al margen de los dos grandes bloques, al cambio de posición respecto a la OTAN. El proceso de modernización, que fue fulminante, se hizo también a costa de una reconversión industrial muy dura. Y al tiempo, nace un nuevo riquismo que avanza a toda velocidad e idiotiza a una sociedad acostumbrada a vivir en la austeridad.
La cultura del pelotazo...
Yo le reprocho al periodismo que no cambiara entonces su mirada escrutadora sobre el jefe de Estado, que ya tenía una corte de gente de dinero que pronto empezó a vérselas en tribunales. Y al PSOE, que en aquel momento, con 20 millones de votos, no emprendiera la recuperación de la memoria histórica y la apertura de fosas, que pusiera un poco en pie todos los renglones torcidos.
El pandemónium del ‘procés’ dio alas al crecimiento de pensamientos ultraespañolistas
Se dijo después que la sociedad no estaba preparada...
No. Ya se vio con el matrimonio homosexual, cuya aprobación fue una sorpresa mundial. La sociedad estaba preparada, pero se manejó otro tipo de estrategia. Se podía haber cerrado el franquismo en 1983 o 1985 con cuatro o cinco medidas, pero luego llegó un día en el que esos sectores cogieron más músculo.
¿De la mayoría absoluta de Aznar al auge de Vox?
Tras el 11-M se arma la gran bronca, porque el PP pensaba que iba a gobernar seguro. Y el resultado (la victoria de Zapatero en el 2004) marcó una raya en la polarización agudísima. Se partió en dos la sociedad.
Y el proceso independentista aún tensó más la situación.
Hubo un momento en que no entendí nada. Pero el hecho es que sí, aquel pandemónium abrió el suelo a la reaparición de las extremas más extremas derechas. Le dio alas al crecimiento de pensamientos ultraespañolistas. Empezó a haber, cómo no, historiadores entre comillas que explicaban la guerra y la dictadura de otra manera. Y de aquellos polvos vienen estos lodos.

