En 1948, Indalecio Prieto intentó restaurar la monarquía en España. Con cierto apoyo de Estados Unidos, Reino Unido y Francia (Nota Tripartita de marzo de 1946), socialistas y monárquicos entablaron conversaciones para un arreglo pacífico que retirase al general Francisco Franco del poder. Con el auspicio de los aliados, que en ningún caso pensaban intervenir militarmente en España, los generales monárquicos (Aranda, Kindelán, Dávila, Orgaz, Varela…) debían convencer a Franco para que cediese el paso a Juan I.
El llamado pacto de San Juan de Luz (agosto de 1948) fracasó nada más nacer. Una semana antes del acuerdo, que las partes firmaron por separado, don Juan de Borbón, que se mantenía exiliado en Portugal, se había entrevistado con el dictador en aguas del golfo de Vizcaya. Los socialistas lo supieron más tarde. Don Juan jugaba con dos barajas. A bordo del yate Azor, Franco la ofreció una restauración monárquica a largo plazo, cuyo primer paso consistiría en la educación del joven Juan Carlos de Borbón en España, bajo la tutela del nuevo régimen. La ley de Sucesión, aprobada el año anterior (1947), establecía que España era un reino y que Franco designaría a su sucesor.
Los aliados no querían intervenir directamente en España pese a la objetiva complicidad de Franco con Hitler y Mussolini. En Francia e Italia, los comunistas habían salido fortalecidos de la guerra. El comandante partisano Tito gobernaba Yugoslavia, y había estallado una guerra civil en Grecia. Truman y Churchill querían orden en la península Ibérica. En la conferencia de Potsdam (Alemania, 1945) se lo dijeron a Stalin.
Franco y don Juan de Borbón se reunieron en 1948 a bordo del yate ‘Azor’ para establecer las bases del futuro de la monarquía en España
La España de Franco quedó fuera de la asamblea fundacional de la ONU (1945), no vio ni un dólar del plan Marshall (1947) y fue excluida de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (1949). Aislado internacionalmente, el dictador aguardó astutamente a que cristalizara la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Fusiló, llenó las cárceles y financió un lobby en Washington para reblandecer el cerco y esperó. Juan de Borbón también esperaba. Prieto entró en depresión. El nuevo secretario general del PSOE, el maestro valenciano Rodolfo Llopis, decretó la hibernación del partido. Esperar, esperar, esperar.
1959 fue el año decisivo: la visita de Eisenhower a Madrid y el Plan de Estabilización
La historia siempre decanta. El 21 de diciembre de 1959, el generalísimo Franco recibía en Madrid al presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, antiguo comandante supremo de las tropas aliadas en Europa, el hombre que podía haberle derrocado por la fuerza diez años antes. La historia siempre decanta, y Franco tuvo suerte, mucha suerte.
Estados Unidos necesitaba el solar hispánico para el despliegue aéreo y naval que debía atemorizar a la Unión Soviética. En 1953 se había pactado la apertura de cuatro bases norteamericanas en España: la base naval de Rota y las bases aéreas de Morón de la Frontera, Torrejón de Ardoz y Zaragoza. Y había algo más. Los norteamericanos también bendijeron y asesoraron el Plan Nacional de Estabilización de la Economía, impulsado por los tecnócratas del Opus Dei para evitar la ruina del país.
Franco despide al presidente Eisenhower tras su visita oficial en 1959, en el aeropuerto de Torrejón. España rompe con la visita su aislamiento internacional
1959 fue un año decisivo. Estados Unidos temía que la autarquía falangista entrase en quiebra –poco faltó– y provocase una ola de agitación en un país que se convertía en pista de aterrizaje de sus bombarderos nucleares. La geografía, el Banco Mundial y la suerte salvaban definitivamente a Franco.
El Plan de Estabilización, en cuya redacción tuvo un importante papel el economista Joan Sardà Dexeus, antiguo republicano catalán con excelentes conexiones con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, funcionó, no sin dolor, puesto que provocó una masiva y traumática emigración del campo a la ciudad. Los falangistas temían el renacer de la lucha de clases. Las periferias de Barcelona, Madrid y Bilbao, principalmente, se iban a convertir en polvorines. Los mineros de Asturias estaban despertando.
Franco ganó con la ayuda de Hitler y Mussolini y acabó bajo la protección de Estados Unidos
En 1962 pasan cosas importantes. Diversas personalidades de oposición se reúnen en Munich (Baviera) para poner en escena un primer reencuentro de socialistas, democristianos, liberales, catalanistas, nacionalistas vascos y franquistas arrepentidos. Dionisio Ridruejo, antiguo jefe de propaganda de Falange, transformado ahora en un honesto demócrata, es el gran animador de la reunión, protegida por los servicios de inteligencia norteamericanos. Los comunistas son excluidos, pero serán informados de las deliberaciones. Redactan un manifiesto sin concreciones. Esperar, esperar, esperar. El encuentro de Munich no aborda la creación de un frente unitario de la oposición. Esa plataforma unitaria no existirá hasta marzo de 1976, tarde, muy tarde.
El régimen se lo toma muy mal, habla del “Contubernio de Munich”, expresión que ha perdurado en los libros de historia, y destierra a algunos de los asistentes. En 1962 nacen las Comisiones Obreras de forma casi espontánea en la huelga general de Asturias. El PCE las hace suyas. Será el principal movimiento social de oposición a la dictadura sin el timbre del exilio. En 1962, ETA, escisión armada de las juventudes del PNV, celebra su primera asamblea en el monasterio benedictino de Nuestra Señora de Belloc de Urt (Francia). Once años después harán saltar por los aires en Madrid al almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno y hombre clave para la continuidad del régimen. En 1962 se registra también una notable eclosión de iniciativas culturales catalanas. Concluye en Roma el concilio Vaticano II, el concilio del aggiornamento . La Iglesia católica decide ponerse al día y una nueva generación de sacerdotes se alinea con la protesta social. La gente de Comisiones Obreras se reúne en los centros parroquiales.
El Plan de Estabilización sigue funcionando. La economía española crece al 7% anual y empieza a fabricarse la gran falacia: la dictadura es necesaria para construir clases medias en la trágica España, país de gente levantisca, poco preparada para las libertades. Esperar, esperar, esperar.
La dictadura necesaria. Esa idea cuaja y aún hoy perdura en algunas nostalgias. Es una falacia. Si la República hubiese sobrevivido, si la restauración monárquica deseada por Prieto en 1948 hubiese cuajado, también habrían surgido esas capas medias, seguramente más robustas con el apoyo del Plan Marshall y el respaldo del Mercado Común. Italia fabricó clases medias con el Partido Comunista con el 30% de los votos.
La crisis del 1973 excitó la protesta social e impidió un posfranquismo más duro y largo
En 1973, cuando estalla la primera gran crisis del petróleo, el desarrollismo español muestra su debilidad orgánica. Vivir fuera del Mercado Común europeo tiene un precio. Los tecnócratas del régimen han buscado el ingreso, pero han topado con Francia. Socialistas y democristianos europeos también han dicho que no: sin libertades no hay ingreso. Es significativa la actitud de los democristianos. El papa Pablo VI no soportaba a Franco. El cardenal Montini, que vio a su padre, abogado católico, acosado por los fascistas italianos, siempre fue adverso a la dictadura española. Muy gradualmente preparó a la Iglesia española para el cambio. El 20 de noviembre de 1975, los ultras cantaban: “¡Tarancón al paredón!”. (Vicente Enrique y Tarancón, presidente de la Conferencia Episcopal española).
Obreros industriales y estudiantes se convierten en los pilares del bloque democrático, fuerte en las grandes ciudades, muy débil fuera de ellas. El PSOE sigue hibernado y el PCE-PSUC toma la iniciativa. El eurocomunismo intentará ocupar el espacio de los socialistas. Un joven núcleo de Sevilla decide despertar al PSOE antes de que sea demasiado tarde. Felipe González es el más listo del clan sevillano. Meridional, atractivo, discursivo, moderado, alérgico al izquierdismo. La socialdemocracia alemana apostará por ellos. En 1974 jubilan a Rodolfo Llopis y salen de la nevera.
El régimen se pone nervioso, el dictador entra en agonía y no hay un órgano unitario de la oposición. Solo existe la Assemblea de Catalunya, fundada en 1971, y se notará.
En 1975, España tiene 35,5 millones de habitantes, con una media de edad de 33 años, y un 20% de la población entre los 18 y los 35 años. No son suficientes para tumbar al régimen, pero sí para acelerar cambios. (En el 2025, cincuenta años después, España tiene 49,1 millones de habitantes, y la población entre los 18 y los 35 años supone el 12%. Edad media: 44 años.)
Sin crisis económica, con un crecimiento como el de los años sesenta, se habría impuesto el lento posfranquismo duro que querían Carlos Arias Navarro y el búnker. Con Richard Nixon en la Casa Blanca, la vía lenta habría tenido un apoyo fundamental. Pero el día en que muere Franco la inflación se acerca al 14%, el paro está subiendo y Nixon ha dimitido por mentir sobre el caso Watergate. La restaurada monarquía se da cuenta de que Arias es un peligroso tapón y decide acelerar con Adolfo Suárez. Es telegénico, es audaz. El ingeniero jefe Torcuato Fernández Miranda preside las Cortes y redacta la ley de Reforma Política, que la oposición acabará aceptando.
Todo está preparado para que UCD obtenga la mayoría absoluta en las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. Les falla la provincia de Barcelona, y Suárez se ve obligado a abrir un proceso constituyente que inicialmente no estaba en el guion.

