Una encuesta fantasma sobrevuela la política catalana. Números que nadie ha visto ni conoce se cuelan en todos los cafés y sobremesas para disparar toda suerte de elucubraciones. El estudio de marras es el próximo que ha de publicar el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO). Un no nato que ha con-seguido colarse ya en la mayoría de las conversaciones.
¿El motivo? La tesis de las diez plagas de Egipto que la rumorología vinculada a ese fantasma demoscópico abona estos días y que se resume en un crecimiento todavía más sustantivo de Aliança Catalana. De resultas, el consiguiente nerviosismo entre las demás fuerzas políticas, particularmente junteros y republicanos. Por este orden.
No hay que dar pábulo a la rumorología y al cotilleo. Los hechos son los hechos y lo que todavía no es no puede ni debe tenerse en cuenta. Y esa encuesta de la que tanto se habla en privado no es más que un feto demoscópico todavía en el útero del CEO.
Si gastamos unas líneas refiriéndonos a ella, no es para dar pábulo a maledicencias inútiles o adivinaciones. Sino para que el lector, tomando nota de la relevancia que han adquirido en los mentideros políticos unas cifras que ni siquiera existen, se haga cargo del ambiente asustadizo que reina entre las formaciones de matriz soberanista.
Oriol Junqueras
Una encuesta no merece ninguna atención hasta que se hace pública. Pero el ambiente de angustia que acompaña en este caso sus últimas semanas de gestación sí aporta información relevante sobre las pulsaciones de la política catalana. Nerviosismo.
En este ambiente Junts ha movido ficha. Carles Puigdemont cree estar más cerca del regreso, y Albert Batet, hasta ahora presidente del grupo juntero en el Parlament, asciende a mano derecha del expresidente de la Generalitat en el partido como adjunto. Necesita músculo Carles Puigdemont en el cuartel general del partido. También para defenderse de los embates de quienes consideran que su tiempo debería ya tener fecha de caducidad a la vista.
Ya sea desde Bélgica o desde Catalunya, si su regreso finalmente se materializa, Puigdemont deberá estar atento a los movimientos que van produciéndose dentro y en el entorno de su partido, encaminados a poner fin a su liderazgo y al de Jordi Turull como secretario general.
Es recurrente limitar el alcance de este malestar con la dirección a unos cuantos alcaldes díscolos. Pero el movimiento crítico rebasa ciertamente los límites del municipalismo. El activismo crítico va a más dentro de la organización y también en sus aledaños.
No se entiende que Junts haya roto con el PSOE sin contar con una estrategia que no aboque el partido a la irrelevancia. Acompañándola, por ejemplo, de un acercamiento a Salvador Illa en Catalunya, similar a la que el actual presidente practicó con ERC cuando la Generalitat estaba presidida por Pere Aragonès.
Se añade a este argumentario que Junts no está en condiciones, con su actual liderazgo, de taponar la vía de agua abierta por Aliança Catalana. Vienen días de reuniones y dimes y diretes en Junts. Y rumorología sobre liderazgos alternativos. Enfrente, un Carles Puigdemont teóricamente más cerca de su vuelta a casa totalmente dispuesto y decidido a disputarle la presidencia de la Generalitat a Salvador Illa. Así que el cuestionamiento de su liderazgo solo sería posible a través del enfrentamiento, no de una negociación. Y la sangre de la guerra siempre asusta.
En la ERC de Oriol Junqueras la gran incógnita es el futuro del hombre de moda en España: Gabriel Rufián. No es un decir. En Madrid, por ejemplo, es imposible mantener una conversación con alguien de izquierdas que no hable maravillas del jefe de filas republicano en el Congreso. Pero, en cambio, su figura provoca cada vez más entre muchos de sus correligionarios sarpullidos en la piel.
Ha cuajado la idea, y Rufián pone de su parte para que así sea, de que ya resulta imposible discernir de sus intervenciones en el Concreso a qué partido representa. Sus críticos, dentro de la propia ERC, recuerdan que ERC pasó de 13 a 7 diputados con él como cabeza de lista y que su candidatura a la alcaldía en Santa Coloma de Gramanet se saldó con un sonoro fracaso. De nada nos sirve que le pongan una estatua en Badajoz si no obtiene votos en Catalunya, resumen quienes creen que hay que pensar ya seriamente en su relevo al frente de ERC en Madrid. Y es que, aunque se insista en Junts como única víctima del hipotético ascenso de Aliança Catalana, a los republicanos desde luego no va a salirles tampoco gratis. Y, en ese escenario, que no es real todavía pero que todo el mundo teme en Catalunya, dejar completamente en el olvido el eje nacional como viene haciendo Rufián desde hace tiempo se antoja un poco temerario, aunque sea a cambio de una adoración cada vez más multitudinaria de cuantos españoles quedan a la izquierda del PSOE.