Primero fue el ‘aviso Monago’ en las elecciones autonómicas del 2011, unos comicios marcados por la gran recesión y la agónica política de recortes del Gobierno Zapatero. En aquella cita, y después de casi 30 años de abrumadora hegemonía socialista, el llamado “barón rojo” del PP logró superar en las urnas a Guillermo Fernández Vara, el presidente autonómico mejor valorado. Eso sí, y a pesar de reunir un 47% de los votos (tres puntos más que Vara), el popular Antonio Monago necesitó la insólita abstención de IU para llegar al Gobierno regional. El precio fue un puesto en la mesa de la Cámara autonómica y un programa de gobierno irreconocible.
Sin embargo, aquel experimento duró poco. En los comicios del 2015 se produjo un cambio de ciclo que redujo el perímetro electoral de los dos grandes partidos y que en el caso extremeño penalizó especialmente al PP (cedió más de nueve puntos, de los que cuatro recalaron en Ciudadanos). En aquella cita con las urnas emergió Podemos y consolidó la mayoría de izquierdas en el Parlamento extremeño. Y Fernández Vara, con un resultado ligeramente por debajo del obtenido en el 2011, recuperó la presidencia de la Junta.
La región se encamina a un paisaje a la andaluza, con aplastante dominio conservador y una izquierda desarbolada
Los comicios del 2019 parecieron devolver al PSOE extremeño a sus mejores tiempos. Con más del 47% de los sufragios y una holgada mayoría absoluta, el horizonte se presentaba despejado para el centroizquierda en aquella comunidad. Pero fue un espejismo. Cuatro años después, en las autonómicas del 2023, los trenes que no llegaban, el auge de la extrema derecha y las alianzas tóxicas de Pedro Sánchez con el independentismo catalán y vasco, pasaron factura a un desgastado Vara. El presidente socialista ganó por la mínima, pero PP y Vox sumaron un escaño más que el conjunto de la izquierda.
Apenas dos años después, el cambio de época parece haberse asentado en Extremadura. El PP mantendrá o incluso mejorará su voto del 2023; Vox podría duplicar resultados, y el PSOE perderá entre ocho y diez puntos y una cifra similar de escaños. La derecha y la extrema derecha dispondrán de una mayoría aplastante en el Parlamento regional: en torno a 40 diputados en una cámara de 65 (y un voto conjunto que podría sobrepasar el 55% de los sufragios). En definitiva, un escenario a la andaluza, con la izquierda desarbolada y una expectativa de prolongado dominio de la derecha.
En el 2023, la gestión del socialista Fernández Vara tenía más aprobación que la de Guardiola hoy, pero el doble de rechazo
Los sondeos, sin embargo, no prevén una mayoría absoluta de la actual presidenta regional, María Guardiola, que adelantó las elecciones para no depender de Vox. Al menos, eso sugerían las encuestas de precampaña, mientras que las realizadas posteriormente acercan a la candidata popular a la cifra mágica de la mitad más uno de la Cámara (33 escaños), pero no parecen garantizársela. Ahora bien, la eventualidad de una mayoría absoluta del PP extremeño no debería suponer una gran sorpresa, ya que asoma en los indicadores indirectos de los sondeos difundidos tras la convocatoria electoral, incluido el del CIS.
Por ejemplo, mientras en abril del 2023 el socialista Vara aventajaba en apenas dos décimas a su rival popular (con una nota de 5,2 frente a 5, en una escala de 1 a 10), en noviembre pasado la presidenta Guardiola le sacaba casi dos puntos de ventaja (5,6 frente a 3,7) al candidato del PSOE. Y si se atiende a las preferencias sobre el presidente regional, la candidata del PP a la reelección aventaja en más de 16 puntos porcentuales (37% frente al 21%) al socialista Miguel Ángel Gallardo. Y esa correlación se ha mantenido al alza tras el arranque de la campaña electoral.
La candidata del Partido Popular aventaja en 16 puntos al socialista Gallardo en las preferencias para presidir la Junta
Ahora bien, hay más indicadores que reducen las opciones de Gallardo y amplifican las de Guardiola. Para empezar, la percepción de la situación de la región ha registrado un cambio sustantivo. Mientras en el 2023 casi un 54% de los consultados por el CIS consideraba mala o muy mala la situación de Extremadura, en noviembre pasado esa cifra había caído 12 puntos (42%). Y en paralelo las percepciones positivas habían crecido en siete puntos. Pero el dato clave reside en la evaluación de la gestión de la Junta. Ahí, aunque el presidente Vara obtenía en el 2023 cinco puntos más de los que hoy cosecha Guardiola en nivel de aprobación (41% entonces frente a 36% ahora), la polarización política no ha pasado la misma factura al PP que al PSOE.
Es decir, la radicalización antisanchista alentada por la derecha provocó hace dos años que hasta un 52% de los extremeños suspendieran la gestión del gobierno de Vara y solamente un 6% le concediera un regular. Hoy, en cambio, y aunque la situación general de la región apenas ha cambiado, solo un 26% suspende la gestión de Guardiola, frente a un 38% que califica de regular su actuación. Y junto a este conjunto de percepciones, el hecho de que el candidato socialista arrostre la carga de una imputación no contribuye precisamente a mejorar sus opciones (lo mismo que el cierre de la nuclear de Almaraz decidido por el Gobierno central).
Solo un factor podría permitir al PSOE salvar los muebles y evitar que sus pérdidas engorden decisivamente el capital electoral del PP extremeño y faciliten la mayoría absoluta a María Guardiola: el efecto underdog; ese fenómeno que lleva a todos sus potenciales votantes a volcarse en el candidato condenado unánimemente a la derrota. Pero para ello ese candidato debe suscitar una mezcla de compasión y sentimiento de injusticia sobre su aciago destino. Y los acontecimientos de las últimas semanas suponen un pesado lastre para semejante reflotamiento final.
