Adrián Nicieza, más conocido como @edrien.exe en redes sociales, no es un influencer cualquiera. Detrás de su perfil divulgativo se encuentra un profesional con años de experiencia en el sector industrial y una homologación como operador de calderas a alta presión (ITC-EP-011), un perfil poco habitual entre quienes opinan —a menudo sin mucho fundamento— sobre el impacto medioambiental de la inteligencia artificial. “Mi pregunta es: ¿lo estáis repitiendo como un loro sin saber lo que significa realmente?”, lanza al comienzo de su último vídeo, convertido en una clase magistral sobre el uso del agua en centros de datos.
Nicieza desmonta el alarmismo que rodea actualmente a herramientas como ChatGPT con una afirmación contundente: “Cada vez que dejas un comentario, mandas un e-mail, haces una búsqueda en Google, se gasta agua. Relativamente menos que una consulta de ChatGPT. Pero pregúntate cuántas veces has 'scrolleado' hoy y cuántas consultas a ChatGPT has hecho”.
La cuestión de fondo, explica, no es tanto el consumo como el desconocimiento general sobre cómo funciona la refrigeración. Para ello, pone como ejemplo su propio entorno laboral, una multinacional siderúrgica donde han integrado la refrigeración del convertidor (que alcanza temperaturas de 1.750 grados) en una caldera que genera vapor. “Lo que sí necesita es agua de refrigeración, como los centros de datos dedicados a la inteligencia artificial”.
El ciclo del agua
Refrigerar no significa desperdiciar
A través de un experimento casero con una bolsa de plástico, un mechero y agua, Nicieza ilustra cómo la refrigeración impide que los componentes se destruyan por el calor. “Lo que está haciendo el agua es refrigerar el componente para que no se achicharre. Y la bolsa sigue sin perder agua”.
Esa es, precisamente, una de las claves: el agua que se utiliza en la refrigeración no desaparece. “Cuando decimos que se consumen cinco millones de litros de agua al año, no quiere decir que esos cinco millones de litros desaparezcan del planeta Tierra”. El 90 % del agua evaporada en estos procesos vuelve a su estado líquido como parte del ciclo natural del agua.
El 90 % del agua evaporada vuelve a su estado natural en pocos días o meses”
Entonces, ¿dónde está el problema? Nicieza lo aclara: no se trata de demonizar el consumo de agua, sino de legislar bien. “Si estás utilizando muchas cantidades de agua en una zona en la que no sobra, como un desierto en Texas, puede que esa agua evaporada se precipite en otra parte del mundo. Por eso no vale poner servidores en cualquier sitio”.
En este sentido, remarca la diferencia entre sistemas de refrigeración abiertos y cerrados. Los primeros son los que generan más evaporación —y, por tanto, más impacto local si no se gestiona bien—, mientras que los segundos son herméticos y apenas pierden agua. En ambos casos, advierte, hay que tratar el agua antes de devolverla al medio ambiente: “Ese agua ya no vale para su uso sin un tratamiento previo que la descontamine”.
Un debate informado
La hipocresía del dedo acusador
“Google utilizó 5,56 millones de litros de agua. Meta, entre 4,5 y 10 millones. Cada vez que comentas en esta red social desde la que criticas el uso de la IA, estás consumiendo agua”. Con esta declaración, Nicieza cuestiona la coherencia de quienes señalan a ChatGPT como el gran culpable sin observar su propia huella hídrica digital.
Y es que, aunque reconoce que una consulta a modelos de IA como los de OpenAI (que funcionan con más de 29.000 GPUs NVIDIA A100) puede suponer un mayor consumo energético y de refrigeración que una búsqueda convencional, la diferencia está en el volumen de uso.
Aun así, el experto subraya que no hay excusas para no actuar con responsabilidad. Apostar por climas fríos, como Finlandia, o zonas con abundancia de agua (ríos o mares) para instalar los servidores es una decisión que corresponde a las empresas, pero que debería estar regulada por las administraciones.
No al pánico
Una llamada a la comprensión
A modo de cierre, Nicieza insiste en que el debate sobre el agua y la inteligencia artificial debe partir del conocimiento técnico, no del eco fácil de las redes. “Lo importante aquí es que tengamos base de conocimiento sobre lo que estamos hablando”. Por eso, invita a sus seguidores a formarse y a no caer en la hipocresía de señalar con el dedo mientras se alimenta el mismo sistema que se critica.
El mensaje de fondo es claro: la IA no es inocente, pero tampoco es el único villano. La responsabilidad, como siempre, está en cómo se usa, dónde se instala y qué decisiones se toman para reducir su impacto real. Y eso, según Adrián Nicieza, no se logra con comentarios en bucle, sino con información, regulación y conciencia crítica.