Fran González, educador social en Barcelona: “Tengo ocho años de experiencia y me siguen ofreciendo salarios de entre 1.200 y 1.300 euros, cuando tengo una carrera y un máster”
Bienestar laboral
Uno de los principales obstáculos que enfrentan muchos profesionales en España son las precarias condiciones laborales, incluso cuando cuentan con experiencia
Fran González, educador social con más de ocho años de experiencia.
Una de las frustraciones que comparten muchos jóvenes es el miedo a no encontrar un empleo digno y acorde con sus estudios. Por eso, muchos son conscientes de que los primeros años de su experiencia laboral seguramente pasarán por condiciones menos justas y salarios mínimos, con la esperanza de que, a medida que estén más cualificados, el mercado laboral los valore mejor. Sin embargo, a veces la expectativa supera a la realidad, por lo que muchos perfiles profesionales siguen luchando por unas condicionas dignas.
Uno de ellos es Fran González, un educador social con ocho años de experiencia en el sector, que actualmente se encuentra en búsqueda activa de trabajo tras finalizar su último contrato. En una entrevista para La Vanguardia nos cuenta cómo está la situación actual. Fran tiene 31 años, cuenta con un grado superior en Educación Infantil y Educación Social, además de un máster en Formación del Profesorado y otro en Coaching y PNL.
Una de las frustraciones que comparten muchos jóvenes es el miedo a no encontrar un empleo digno.
Tras finalizar su contrato temporal con la administración pública, se ha encontrado con un mercado laboral que considera injusto, en el que le ofrecen salarios cercanos al SMI. “Me encuentro ofertas que me ofrecen sueldos de entre 1.200 y 1.300 euros, y me parece surrealista haber invertido más de sis mil euros en grados y másteres. Siento que no se valora la formación ni la experiencia que poseemos”, exclama.
“Me parece muy fuerte que esté formado y me encuentre con sueldos iguales o peores que cuando trabajaba con dieciocho años en un supermercado sin experiencia. Creo que los sueldos deberías estar pagados en función a lo que te mereces”, afirma.
Aunque la presión de pagar un alquiler y cubrir otras necesidades básicas puede obligar a aceptar cualquier cosa, González tiene claro que, a estas alturas, no puede trabajar por lo mínimo, ya que su formación y experiencia supera lo que le ofrecen. “Me he visto con el agua al cuello, porque también tengo que pagar un alquiler, pero lo que me ofrecen no me llega”, confiesa.
Me he visto con el agua al cuello, porque también tengo que pagar un alquiler, pero lo que me ofrecen no me llega
Tras su paso por la administración pública, donde disfrutaba de estabilidad y de una calidad de vida que ahora no puede permitirse, tiene claro que, aunque no logre un puesto con las mismas condiciones, no aceptará uno que le ofrezca lo mismo que cuando acabó sus estudios. “Tengo un poco de presión porque debo pagar el alquiler, así que he tenido que pedir ayuda a mi familia y me hace sentir bastante vulnerable”, expone.
Esta situación le ha llevado a plantearse buscar empleo fuera del país. “Me da rabia porque al final he nacido aquí, tengo toda mi vida aquí y ahora parece que tengo que empezar de cero. Te vas con una mano delante y otra detrás”. Viendo otras ofertas laborales, encontró una en Alemania, donde le ofrecían más del doble que aquí sin ni siquiera hablar alemán. “Vi que buscaban un perfil en educación infantil y ofrecían 2.400 euros por empezar. Yo veo esto y pienso que algo aquí estamos haciendo mal”, señala.
Las empresas se aprovechan mucho de la precariedad; deberíamos normalizar exigir un salario digno
En cuanto a las entrevistas de trabajo, denuncia que está muy normalizado que las empresas exijan requisitos desproporcionados en comparación con el salario que ofrecen, una situación que muchos aceptan por necesidad o por miedo a que otra persona lo acepte. “Las empresas se aprovechan mucho de la precariedad. Y, al igual que te exigen idiomas, estudios y experiencia, nosotros también deberíamos exigir un salario digno, porque nuestras funciones deben estar en consonancia con lo que cobramos. Deberíamos normalizarlo y valorarnos, porque tenemos un conocimiento y bagaje que aportar”.
Recientemente, salió de una entrevista en la que le ofrecían el sueldo mínimo, justificando que trabajaban bajo convenio, motivo por el que se sintió obligado a rechazarla. En otra, le ofrecían lo mismo alegando que pertenecían al tercer sector. “Me siento desvalorado, esa es la palabra”, concluye.
Mirando hacia atrás, aunque recuerda su etapa universitaria como una época en el que hizo muchos amigos y adquirió conocimientos, siente que no todo ese aprendizaje tiene un reflejo real en el mercado laboral. “Muchas de las cosas las aprendes en el trabajo. Siento que en España y en Cataluña te exigen mucha titulación, pero sales con poco conocimiento práctico de lo que vas a hacer en realidad”, concluye.