Águeda, vecina de Banyoles que hace ocho meses que está en huelga de alquiler: “Cuando ves tus hijos y el panorama que hay, dices: 'Aquí me quedo luchando'”

Vivienda

Una veintena de familias del bloque de Águeda se han sumado a la huelga de alquileres

Águeda lleva ocho meses en huelga de alquiler

Águeda lleva ocho meses en huelga de alquiler

Cedida

Aunque el concepto de una huelga, sea en el entorno laboral o en el estudiantil, es fácil de visualizar, cuando entidades como el Sindicato de Inquilinas empezaron a promover la huelga de alquileres como herramienta de protesta, a muchas personas se preguntaron: “Pero es posible?”. Lo es (aunque no sea legal), porque desde hace meses decenas de personas han llevado en la práctica este tipo de protesta que había llegado a ser dibujada como imposible. “Muchos arrendatarios hacen cosas ilegales, pero yo hago una huelga que por ahora no es legal”, resume Águeda Amestoy, representante de los huelguistas de un bloque con una cincuentena de pisos en Banyoles. Ocho meses después del inicio de la huelga y a pesar del desgaste personal que le ha supuesto, Águeda subraya: “Estamos fuertes, juntos, solamente no podríamos”.

La huelga de alquileres de Banyoles, sostenido por una veintena de familias del bloque, es una de las varias que están en marcha actualmente y una de las que más frutos está consiguiendo. El pasado octubre los huelguistas celebraron el anuncio de la Generalitat, que se comprometía para que el Incasòl adquiriera los 57 pisos que conforman el bloque y los blindaría como vivienda protegida. Estas viviendas son propiedad de Inmocriteria —la inmobiliaria de La Caixa. “Son pisos que durante 20 años tienen el régimen de protección oficial, pero que pasado el tiempo querían poner al mercado libre”, detalla Águeda, que apunta que eso les invertía a marcharse del inmueble.

Horizontal

Les entitats que atenen persones sense llar a Barcelona han organitzat una mobilització a la plaça de Sant Jaume per reivindicar que tothom tingui un habitatge digne, estable i adequat

Otras Fuentes

El vértigo a la hora de enfrentar la huelga

“Nuestra familia entró en este piso hacia el año 2019. Desde el principio tuvimos problemas, porque nos hacían pagar cosas como el IBI, es decir, cláusulas abusivas. Tampoco se mantenía correctamente el estado del edificio”, apunta a la mujer de 39 años y madre de dos criaturas, que recuerda que fue la subida del alquiler a dos residentes lo que hizo saltar las alarmas. De hecho, uno se acabó marchando del bloque. “Contactamos con el Sindicato de Inquilinas y vimos que había bloques en la misma situación, que no éramos los únicos”, afirma.

Lee también

Cristina Ferrando, jueza decana de Barcelona: “Es radicalmente mentira que no se pueda echar a alguien que entra en tu casa si te vas de fin de semana”

MARINA ARBÓS / RAC1
Cristina Ferrando, juez decana de Barcelona: “Es radicalmente mentira que no se puede echar alguien que entra en tu casa si te vas de fin de semana”

La huelga no fue su primera opción sobre la mesa. Según remarca Águeda, trataron de negociar con la propiedad. Aun así, considerando que las negociaciones no prosperaban, la idea de utilizar la huelga como un instrumento de protesta y presión tomó fuerza. Recuerda que la perspectiva de dar este paso le generaba cierto vértigo. “Cuando tuve más miedo estuvo antes de la huelga. Te ves enfrentándote a una finalización de contrato, buscando piso e incluso hipotecas, pero las cosas están como están. No encontrábamos nada y te coge la desesperación”.

Cuando ves a tus hijos y el panorama que hay dices: 'Aquí me quedo luchando'

Águeda AmestoyRepresentante de los huelguistas de un bloque con una cincuentena de pisos en Banyoles

“He llegado a estar muy preocupada, pensando: ¿'Tendré que meter a toda mi familia en una habitación? ¿Qué calidad de vida es esta?'”, detalla. Y añade: Cuando ves tus hijos y el panorama que hay dices: 'Aquí me quedo luchando'”. En este contexto, se decidió a dar el paso de ir a la huelga a pesar de la angustia de no saber dónde la llevaría este proceso. “El miedo es normal, pero hay que enfrentarla porque o luchas o te vas a la calle. Al principio tenía pánico, pero lo que me hizo levantar fue la unión entre huelguistas, el contacto con el sindicato y ver cómo se paran otros desahucios”, concluye Águeda.

Pagando, pero en otro lugar

Cuando un grupo de vecinos del mencionado bloque de Banyoles se decidió a empezar una huelga de alquileres, no dejaron de pagar el arrendamiento, pero sí que cambiaron el destino de este dinero. “Hemos seguido pagando el alquiler, pero no a La Caixa, sino a un depósito común. Cada mes, cuando hemos ingresado el dinero en el fondo común, lo enviamos para mostrar: 'Aquí hay el dinero y nuestra voluntad de pagar si nos sentamos a negociar'”, explica Águeda. Y resume: “La huelga es la herramienta mayor que tenemos la clase trabajadora”.

Grafiti a favor de la huelga de alquileres

Grafiti a favor de la huelga de alquileres

ACN

Águeda lamenta que la figura de la huelga de inquilinas no esté reconocida legalmente, cosa que les aportaría más seguridad. “La huelga laboral durante un tiempo no era legal y se acabó legalitzant. Lluitarem para que pase el mismo”, añade. A pesar de no ser una forma de protesta reconocida y haber recibido varias demandas por el impago, no han desahuciado a ningún huelguista.

Me ha desgastado emocionalmente, gente de otros bloques en situación de extrema vulnerabilidad, eso pesa al alma

Águeda Amestoy Representante de los huelguistas de un bloque con una cincuentena de pisos en Banyoles

Más tiempo del esperado, factura personal y resultados

“Yo esperaba que estuviéramos dos o tres meses”, dice en tono distendido Águeda, que reflexiona: “Realmente, he ido perdiendo la noción del tiempo y de repente: ocho meses”. Reconoce que todo este tiempo de huelga le ha pasado factura emocionalmente. Estamos fuertes y hablamos cada día, pero es verdad que el cargo de representar me ha desgastado emocionalmente. Sobre todo cuando ves gente de otros bloques en situación de extrema vulnerabilidad, eso pesa al alma. Pero hay que tener esperanza”, afirma.

Su caso ha acabado con el compromiso de la compra de los pisos por parte del Incasòl, cosa que asegurará que continúen en el parque público de vivienda. Aun así, continúan con la protesta hasta que no se formalice la compra. Para Águeda, tanto su bloque como los de otras poblaciones en huelga son un ejemplo que este tipo de protesta tiene futuro. De hecho, la huelguista subraya: “Con esta huelga se ha creado una caja de resistencia para cubrir los costes legales y se ha creado para esta huelga y todas las que vendrán”.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...