Un camarero revela el gesto que más rabia le da de los clientes del bar: “Automáticamente se me cambia la cara”
Trabajar en hostelería
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El gesto que los camareros no ven con buenos ojos
El día a día en un bar es ruidoso y agotador, a pesar de ellos los profesionales de la hostelería siempre intentan dar el mejor servicio hasta que ven un gesto concreto de llamar su atención. Uno de ellos, y probablemente el que más irrita, es el de chasquear los dedos para llamar al camarero. Así lo expresó con total sinceridad un trabajador del restaurante Anyway, quien relató en redes sociales una de esas escenas, cada vez más cotidiana: “Un cliente ya empezó a chasquear los dedos. Y a mí, cuando me hacen esto, automáticamente se me cambia la cara”.
Un gesto que lo cambia todo
El testimonio del camarero no se queda sólo en el gesto. Lo que sucedió a continuación sobrepasa lo que muchos consideran simplemente mala educación. “Después me silbó. Y yo, ‘¿cómo? Esto no acaba de pasar’. Y le digo, ‘¿necesita algo?’ Y me cogió de las corbatas y me dijo: ‘Que sepas que tú hoy vas a ser mi perrito’. Cogí la corbata y se la puse y le digo, ‘mi perrito vas a ser tú, campeón’”. A la mañana siguiente pidió la baja voluntaria asegurando que: “Hay límites, la verdad”.
Este tipo de conductas, lejos de ser anecdóticas, representan una falta de respeto hacia la profesión hostelera. Tal como recoge el portal especializado Cocinarte, chasquear los dedos está en la lista de lo que nunca se debe hacer a la hora de pedir atención en un restaurante. Lo consideran directamente ofensivo, por transmitir la sensación de superioridad: como si el camarero fuera un sirviente. Este trabajo se basa en la paciencia y si se quiere un trato amable, también debe ofrecerse cortesía.
Además de los ya mencionados, hay otros gestos que los camareros identifican como especialmente molestos. Uno de ellos es interrumpir con un “¡eh, tú!” Desde la mesa, como si se tratara de una llamada informal entre amigos. También es habitual ver a clientes que tocan al camarero del brazo o la espalda para que los atiendan, un gesto que muchos consideran una invasión del espacio personal. Algunos incluso se permiten hacer señales con la servilleta o levantar la cuenta como si se tratara de una bandera de emergencia. Estas acciones, aunque puedan parecer inocentes, reflejan una falta de empatía hacia quien está trabajando bajo presión constante.
Situaciones así no son tan aisladas como se cree. Muchos trabajadores del sector afirman sentirse ninguneados o maltratados por una parte de la clientela. A menudo se asume, erróneamente, que trabajan en la hostelería porque “no les queda otra opción”. Frente a eso, el protagonista de este relato lo deja claro: “Yo elegí la profesión. No me eligió la profesión a mí. Y vamos, yo me moriré siendo hostelero”. La mayoría de los camareros considera que su labor está infravalorada socialmente. Sin embargo, sin su trabajo diario (silencioso muchas veces, pero esencial) la experiencia de salir a comer o beber no sería la misma.