Cinco pequeñas librerías de Barcelona que resisten desde la proximidad

Literatura

Espacios que permiten trazar un mapa de la Barcelona literaria menos visible en los recorridos habituales

Llibreria La Memòria

Fundada en 2013 por Mireia Gispert y Xavier Cortés, La Memòria se encuentra en la plaza de la Vila de Gràcia 

La Memòria

En medio de la hegemonía de las grandes cadenas, sobreviven en Barcelona algunas librerías que resisten desde la proximidad y el criterio individual. No son muchas, pero ahí están. Algunas llevan más de un siglo en pie, y otras no suman una década, pero todas coinciden en lo esencial: un fondo seleccionado con cuidado, libreros con nombre y rostro, y una clara voluntad de conectar libros con lectores de la forma más directa posible. Bastan cinco ejemplos para trazar un mapa literario de la ciudad un poco menos visible en los recorridos habituales.

No compiten por volumen ni aspiran a cubrirlo todo. Su valor está en lo que filtran —o sea, en lo que dejan fuera— y en cómo recomiendan. Frente al ruido editorial y a la lógica del algoritmo, reivindican en cierto modo el consejo humano y el tiempo para elegir. En un entorno donde las dinámicas culturales tienden a simplificarse, estos espacios introducen matices, resisten desde lo concreto y aportan una forma distinta —más deliberada— de estar en el mundo del libro.

En La Memòria, el orden de los libros no responde a géneros, sino que lo hace en función de afinidades temáticas

En la plaza de la Vila de Gràcia, La Memòria permanece con el aplomo de quien conoce su lugar en el barrio. Fundada en el 2013 por el historiador Xavier Cortés y la historiadora del arte Mireia Gispert, su especialidad está centrada en la historia del siglo XX, el ensayo contemporáneo y la narrativa que dialoga con la memoria. El orden de la librería no responde a géneros, sino que lo hace en función de afinidades temáticas; no es raro, por lo tanto, encontrar una biografía al lado de un ensayo político, y más al lado una novela que aborda el mismo contexto desde otro ángulo. La disposición invita a la lectura cruzada, y descubrir así vínculos inesperados. En el 2019, cuando el cierre parecía inevitable, un grupo de socios anónimos salvó el proyecto, que hoy funciona con nuevo impulso, el mismo criterio y un trato cercano que se nota en cada recomendación. En sus estanterías se entrelazan humanidades, teatro, cocina, novela negra y poesía, pero lo que define la librería no es —no será nunca— el volumen del catálogo. Ni falta que hace.

Crisitina Martínez y Raimon Quera en Llibreria Espai Quera, Libros y platillos.

Crisitina Martínez y Raimon Quera en Llibreria Espai Quera, Libros y platillos.

Joan Mateu Parra

Unos barrios más abajo, Crisi (calle Floridablanca, 90) ofrece otra forma de resistencia. Más joven, esta librería cooperativa nació en el 2019 de la mano de Raquel Miralles, Clàudia Caparrós y Nemrod Carrasco. No es precisamente una librería al uso: es también un aula, un espacio de pensamiento, un territorio claramente orientado al ensayo y a las ideas. En su interior, de líneas sobrias, predominan la filosofía crítica, los feminismos, la poesía contemporánea y los libros que no buscan el aplauso fácil. Crisi acoge presentaciones, talleres, cursos y lecturas que forman parte de una programación coherente con su vocación: extender el pensamiento más allá del aula y conectar la lectura con el debate. Su público —mayoritariamente joven, aunque no exclusivamente— encuentra en esta librería algo raro en el mercado cultural: tiempo para pensar. Porque esta librería no quiere complacer: propone, molesta si hace falta, y poco a poco está construyendo una comunidad más activa.

Obaga se caracteriza por una selección generalista bien afinada, con especial atención a la novela negra

En pleno Gòtic, Espai Quera (calle Petrixol, 2) mezcla el pasado y el presente con una naturalidad casi insólita. Fundada en el 1916, comenzó como librería especializada en teatro y desde el 1937 se ha volcado en el excursionismo y la literatura de montaña. Hoy, el establecimiento conoce su cuarta generación, y gracias a la iniciativa de Raimon Quera —bisnieto del fundador— y de Cristina Martínez, la librería conserva su legado y lo ha ampliado con una apuesta gastronómica eficaz. En la antigua trastienda, ahora convertida en restaurante, se sirven platos de cocina catalana elaborada, vinos naturales y cafés para acompañar la lectura. Todo convive: los estantes con libros de viaje, de naturaleza o narrativa contemporánea, el hecho de hojear un libro mientras se almuerza o se asiste a una charla sobre literatura de montaña. Más que un híbrido, Espai Quera es también una declaración de intenciones: frente al vértigo turístico del centro, aquí se defiende un espacio de calma, de calor en familia.

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La librería, además de recomendar con olfato afinado, cuenta con lecturas, talleres y encuentros 

Tòmiris

También en el Eixample, Obaga (calle Girona, 179) ocupa desde el 2018 un local pequeño y luminoso. Fundada por Carol y Dionisio Porta, la librería lleva un nombre que en catalán evoca la zona menos expuesta al sol. Y algo de eso tiene su atmósfera: íntima, pero abierta. Obaga se caracteriza por una selección generalista bien afinada, con especial atención a la novela negra, cómic, feminismos y literatura infantil. Lo que no se ve en los catálogos masivos suele estar aquí, y si no —no se preocupen— se busca. Además de vender libros, organizan actividades constantes: presentaciones, talleres, clubes de lectura, recitales de poesía o exposiciones visuales. Hay una dimensión vecinal que atraviesa todo lo que hacen, y que va más allá de lo comercial. Este espacio ha logrado convertirse en punto de referencia para vecinos y curiosos, gracias a una mezcla de vocación literaria, trato personal y una programación cultural sostenida. Todo en esta librería está pensado para invitar a quedarse un poco más.

La librería Obaga fundada por Carol y Dioniso Porta

La librería Obaga fundada por Carol y Dioniso Porta

César Rangel

En la calle Padilla 242, a un paso de la Sagrada Família, Tòmiris representa un modelo de librería que combina internacionalidad con especialización. Desde el 2018, Elena González ha hecho de este espacio un refugio compacto y elegante, donde en cada estantería se encuentran novedades bien seleccionadas, pero sobre todo un fondo literario exigente. También reluce el cómic, el ensayo contemporáneo y una narrativa que escapa de los lugares comunes. Pero lo que define a Tòmiris no es solo su catálogo, sino el modo en que se recomienda: con conversación, atención al detalle y un olfato afinado que huye del algoritmo. El nombre de la librería, tomado de una reina escita, anticipa su espíritu: sobrio, firme, con carácter. Sus actividades —lecturas, talleres, encuentros— son prolongaciones naturales de su fondo, que se adapta a las preguntas que hacen sus lectores y no a las listas de novedades. Frente al anonimato de la gran superficie, aquí todo remite a lo concreto: una conversación, una lectura, un gesto. Por eso, como las otras, su aportación no es decorativa. Es estructural.

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