Hacer el ejercicio de entablar una conversación entre opuestos, donde el caos, los bailes y la agitación de un club converse con la quietud y observación que asociamos a las galerías de arte. Art Meets Apolo lo vuelve a hacer. Junta ambos universos artísticos en un proyecto expositivo multidisciplinar que profundiza en la relación entre la cultura del clubbing y la del arte. Lo hace, coordinado por la galería LAB 36 y la Galería Senda, en una iniciativa de intersección que estrecha lazos entre ambos universos, aparentemente opuestos, en el que el punto de encuentro es el espacio que comparten, la sala Apolo. Lugar en el que la cultura popular vuelve a danzar, por segundo año consecutivo, con cinco propuestas artísticas.
Los creadores han diseñado sus obras, ex profeso, en un espacio que no les es habitual. Sus propuestas están creadas para integrarse con el entorno. Se amoldan al caos que caracteriza una discoteca. Además, cuentan con un público que, lejos de estar en un estado contemplativo como en una galería de arte, se encuentran en una sala de baile. “La galería de arte y el club siempre han existido en contraposición constante. Sin embargo, ambas son plataformas para la expresión personal tanto del autor como del receptor, creadoras de experiencias emocionalmente intensas e inmersivas”, apuntan desde la sala barcelonesa.
La sala acoge obras de Antoni Miralda, Aryz, Sejal Parekh, Alba Rihe y Andrei Warren
El mural pintado de Octavi Arrizabalaga, conocido como Aryz, en la fachada principal de la sala Apolo, actúa como anfitrión de la exposición y da la bienvenida al espectador. Ideado a partir de la fragmentación del cuerpo, su figura se asocia como símbolo de las artes y la creatividad, valores que se vinculan con la avenida Paral·lel y también con la propia sala. “Nosotras mismas no lo creemos aún, ha superado todas las expectativas y estamos muy emocionadas, ¡Aryz presidente!”, han expresado en las redes sociales de la sala.
'El Apolo' de Aryz, en la fachada de la sala Apolo
El hall de la exposición lo presidirá la reinterpretación de la Liberty Crown Brocheta de Antoni Miralda. La pieza, que el artista concibió hace cuarenta años, en 1985, cuando coronó la fachad a del restaurante neoyorquino Tapas Bar & Restaurant (estuvo expuesta allí entre 1984 y 1986), ahora viaja hasta el Apolo. Miralda entrelaza la historia con el arte, la escultura con la gastronomía, a través de un juego de proporciones y colores que dialogan, discuten y se encuentran en una corona de pinchos de tomates, pimientos, elotes, papas y piñas. Comida que entra por los ojos, y que no lo hace por el sabor, si no que por su expresión plástica.
Más de 18.000 personas, que visitan el espacio semanalmente, verán la exposición
El encuentro con el arte se puede producir a través de todos los sentidos, también por el oído, con el que Alba Rihe genera, a través 100 orejas de látex, un loop de 43 minutos de caos sonoro minuciosamente grabado y editado. En las escaleras que unen la 2 y la sala Apolo, Andrei Warren presenta Dream Team. Una obra con detalles llamativos y la expresión divertida de personajes 3D digitalizados que evocan paisajes emocionales propios. Y Sejal Parekh, en una videoinstalación situada entre las salas 2 y 3, reflexiona sobre cómo el lenguaje configura nuestras identidades.
Alba Rihe, presenta la obra 'Soy todo orejas', en La (3) de Apolo
Las 18.000 personas que visitan el espacio semanalmente podrán ver las obras expuestas en la Apolo, lugar en el que el arte también danza, transita por las escaleras, el hall y la fachada, los espacios de paso en los que convive con la música de la sala de fiesta, que nunca ha dejado de sonar.
