La mirada fotográfica del escultor barcelonés Sergi Aguilar llega a La Virreina

Artes

El centro estrena ‘Contrapunto’, la primera selección exhaustiva de fotografías del artista, desde los años 70 hasta la actualidad

Sergi Aguilar. La Virreina

New York (1981), una de las imágenes de Sergi Aguilar en la exposición de La Virreina

VEGAP

“No pienses, mira”, titula Mercè Ibarz su último ensayo, citando a Ludwig Wittgenstein. Quizá sea la mejor disposición para entrar en la primera selección exhaustiva de fotografías del escultor Sergi Aguilar (Barcelona, 1946), que bajo el título Contrapunto , se mostrarán en la Virreina Centre de la Imatge entre el 31 de mayo y el 19 de octubre. El motivo es que el aparato teórico que lo reviste, las influencias de otras disciplinas y las derivas metafísicas a las que invita pueden resultar intimidatorios.

Esta mirada abierta y espontánea la defiende el propio artista puesto que, cuando en los años 70 empezó a salir a dar largos paseos por Menorca con una cámara Contarex de segunda mano que le regaló su padre, no había proyecto creativo alguno detrás, solo el deseo de alimentarse de naturaleza, de habitar el espacio y conectar con el paisaje. Los viajes posteriores siguieron este deambular intuitivo, el escultor abonado a la abstracción y la geometría se enfrentaba a un género figurativo y entraba en contacto con la materia y la energía que definían sus trabajos en el taller.

La muestra se amplía con homenajes a artistas como Alvar Aalto, Olafur Eliasson, Donald Judd o Barbara Kruger

“Cuando positivé los negativos me di cuenta de una cierta analogía en los temas: paisajes y arquitecturas, en ambos casos, lugares desérticos, construcciones escuetas”, leemos en el catálogo. Aunque para Aguilar la priori- dad es transmitir sensaciones, penetrar en las imágenes desde la subjetividad y que cada visitante realice sus propias vertebraciones, asoman unas premisas mínimas: el componente circular de la (madre) naturaleza, el volumen y la geometría de las edificaciones, y el modo en que se disponen los elementos en el espacio. Foto­grafías de una pedrera de Almería, un desierto libio, las llanuras de la Pampa argentina, zonas de los Alpes, el Amazonas, Ecuador, Camboya, Costa Rica, Argelia... desfilan por las salas, en algunos casos acompañadas por vídeos del propio artista con una “vo- luntad expansiva, para romper con la estática”. Los discursos, los diálogos y las relaciones estimulantes –en especial, los contrapuntos, de ahí el título– van aflorando si el espectador busca ir más allá de lo sensorial. Con espíritu juguetón, unas vistas exteriores del Guggenheim “confraternizan” con un hangar de un aeropuerto birmano, y lo propio hace un labo­ratorio del MIT con un taller mecánico en Awari (por cierto, no ha habido mejor vehículo para cruzar el desierto que el Toyota 85, algo tan indiscutible para Aguilar como que la fotografía debe ser en blanco y negro porque “el color sólo consigue distraernos, a la hora de dibujar me permito únicamente el rojo”).

'Amazonas', 1994

'Amazonas', 1994

Sergi Aguilar

Detrás de estos vínculos fluye una teoría personal, que su responsable sintetiza en que “todo se aguanta por una masa armónica, entre las capitales y los centros de poder se despliega una base que hace que el conjunto funcione”. Y sobrevolándolos a todos las nubes, por las que el fotógrafo siente una querencia especial, en parte porque marcan el devenir del tiempo, otro concepto recurrente en la exposición. Sin bajar de las alturas, o cuanto menos de su imaginario, descubriremos un helicóptero que sobrevuela Camboya, una torre de control en Copenhague y una antigua base aérea en Chinati (Texas).

Contrapunto amplía su oferta de estímulos con homenajes a artistas como Alvar Aalto, Olafur Eliasson, Donald Judd o Barbara Kruger (y su Feel is something you do with your hands ), y una capa de hielo de la Cerdanya que jurará que es un trozo de asfalto.

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Volviendo al principio, lo de pensar a posteriori viene de que la disertación teórica en el catálogo le llevará a una miríada de genios como Giacometti, Godard, Pinter, Miles Davis, Antonioni, Genet, De Lillo (el título de uno de sus ensayos sobre la creación artística bautiza la muestra) y un largo etcétera. Un contrapunto excepcional que diferir para que el efecto poético que busca Aguilar no se diluya entre un mar de citas y reflexiones, un evitar las sensaciones mediatizadas, igual que hizo ese escultor primerizo cuando paseaba por Menorca con una cámara muy modesta.

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