Netflix, no se puede tener un reparto como el de 'Día Cero' y hacer una serie tan vulgar
Crítica
Robert De Niro, Joan Allen, Angela Bassett, Jesse Plemons, Dan Stevens y Connie Britton encabezan un thriller políticamente cobarde

Robert De Niro es un expresidente que unía a América.

Existe una regla no escrita que dice que, si nutres tu reparto de buenos actores, debes tener alguna pretensión de hacer una obra audiovisual de calidad. Me refiero, por ejemplo, a Robert De Niro, dos veces ganador del Oscar. Me refiero a Jesse Plemons, Angela Bassett, y Connie Britton, que juntos acumulan seis nominaciones al Oscar y 17 nominaciones al Emmy (con una victoria para Bassett, que a su vez es una de las actrices mejor pagadas de la televisión), y a Dan Stevens, un actor inquieto desde Downton abbey, y Matthew Modine, reivindicado desde su paso por Stranger Things. Pero Día Cero, que Netflix estrena este jueves, llega para decir que no, que puedes desaprovechar tranquilamente un reparto así de estelar con una mediocridad patriótica y políticamente cobarde.
Contemos de qué va. George Mullen (Robert De Niro) es ese animal mitológico tantas veces invocado en la ficción televisiva estadounidense: un antiguo presidente de los Estados Unidos que gustaba al total de la población y que conseguía que republicanos y demócratas se entendieran, obteniendo el apoyo de ambos partidos. Vive retirado, con sus ejercicios diarios, preparando su biografía, que debe responder a un interrogante: por qué no optó a la reelección (ya que nadie se cree que fue solo por la muerte de su hijo). Y, justo cuando se reúne con una posible colaboradora para el libro, ocurre un atentado terrorista sin precedente.

Alguien (una persona o una organización) paraliza toda la tecnología del país durante unos minutos. Esto implica que no solamente dejan de funcionar los móviles sino que semáforos, aviones, trenes, controles aéreos, etcétera, pierden el control. Hay miles y miles de muertos sin necesidad de colocar una sola bomba. Lo más inquietante es que, además, los ciudadanos reciben un aviso en sus pantallas de que eso volverá a suceder. ¿Cómo se puede enfrentar el gobierno a una amenaza de este calibre? Como demuestra la presidenta que ocupa la Casa Blanca (Angela Bassett), creando una comisión presidida por Mullen, el hombre de consenso, y con poder para saltarse los principios constitucionales si hace falta.
Con la conspiranoia constante acerca de quiénes pueden estar detrás del atentado (¡hackers! ¡rusos! ¡la inteligencia americana!), Eric Newman (Narcos), que ejerce de showrunner y es creador con Noah Oppenheim y Michael Schmidt, propone una reflexión sobre el abuso de poder. Habla de la vulneración de los derechos de los ciudadanos con la emergencia nacional como pretexto, de la polarización del debate político en los medios de comunicación y de la irrupción de millonarios en las discusiones de Washington para influenciar la conversación o deformarla directamente a su conveniencia. ¿Es loable, no?

Sin embargo, Newman señala evidentes referentes para sus personajes (desde el periodista tóxico y reaccionario Tucker Carlson, la demócrata Alexandria Ocasio-Cortez o una especie de Jeffrey Epstein) pero sin mojarse en ningún momento. Ni se sabe a qué partido pertenecía el personaje de De Niro, ni se sabe a quién representa su hija congresista interpretada por Lizzy Caplan, ni se conoce qué principios defiende la presidenta más allá del “estoy dispuesta a cualquier cosa para parar a los terroristas”. O sea, sus lecturas políticas y su miedo a molestar tienen la misma fuerza que un “es que todos los políticos son iguales” ante cualquier debate, noticia o injusticia relacionada con la política.
Y, como si en lo conceptual no fuera cobarde, los actores se mueven con el piloto automático por una trama predecible en su ejecución y con unos personajes superficiales como vehículos. No están allí para quedar en evidencia (Bassett debe transmitir autoridad incluso echándose la siesta) pero sí para cobrar el cheque. De Niro, que salvo excepciones como las películas de Martin Scorsese lleva un tiempo con más basura que calidad, ni tan siquiera acaba de aprovechar un caramelo que se le da en el plano psicológico. Tampoco es de extrañar.
Una directora tan respetada como Lesli Linka Glatter, con ocho nominaciones al Emmy por Homeland y Mad Men, desarrolla una atmósfera de thriller genérica, sin color, sin nervio mientras se mueve por lugares comunes. Lo más frustrante es que, teniendo semejante reparto, tampoco intenta buscar una complicidad entre los actores o encontrar el matiz tanto en los personajes como en las interpretaciones. Día Cero es tan de manual, y se cree tan mejor por la conjunción del talento y su supuesto discurso, que queda en evidencia ante otros thrillers recientes de Netflix como El agente nocturno.
¿La serie de Gabriel Basso es previsible y convencional? Sí, pero es más honesta, humilde y efectiva en la explotación del entretenimiento en una plataforma que, aparte de excepciones, no quiere demasiados exabruptos de calidad o de autoría.