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El enganche a 'El Eternauta' de Netflix es más que comprensible

Crítica

Me daba pereza como enésima serie de “la civilización se va a pique” pero el tercer capítulo le da algo de personalidad

Una nieve tóxica en verano hace que no haya electricidad ni funcionen las baterías.

Una nieve tóxica en verano hace que no haya electricidad ni funcionen las baterías.

Marcos Ludevid / Netflix

Hay series que, por la razón que sea, no te atraen. Mantienes cierta distancia. Cuando aparecen en el catálogo de una plataforma es como que tus ojos no la procesan. Con la cantidad de oferta que hay en televisión, tampoco resulta difícil. Esto es lo que me pasaba con El Eternauta. Uno de los motivos para ignorarla era que ha habido tanta ficción apocalíptica en las últimas dos décadas que sentía que ya no había margen para la sorpresa o la calidad. El otro era que Netflix, al mandar los screeners, puso como condición que no se pudiera publicar la crítica hasta el día del estreno. Esto hizo que diera prioridad a estrenos de esos días como Mariliendre, El largo río de las almas, La canción, Happy Face o The Walking Dead: Dead City, que no iban con restricciones.

Pero, claro, después llegan las cifras. En sus primeros días en la plataforma, se colocó como el título más visto en lengua no inglesa en Netflix con 10,8 millones de visionados. No estaba nada mal. Encima, en mercados como el español o el portugués, se estrenaba en el momento más adecuado posible: el día después de un inquietante apagón en el que la población apenas tuvo información del Gobierno. En El eternauta, una ciudad de Buenos Aires se queda sin electricidad al empezar a caer una nieve tóxica y letal, que mata al entrar en contacto con la piel. Y, al ver que la serie no baja de la primera posición dentro de la plataforma, tocó echarle un vistazo, tarde, en una noche de domingo en la que ya no sabía qué ver.

Los muertos por la nieve son una mayoría.
Los muertos por la nieve son una mayoría.Marcos Ludevid / Netflix

En este Buenos Aires apocalíptico, donde falla cualquier maquinaria como los motores de coches o las linternas a pilas, Juan Salvo (Ricardo Darín) se encuentra con amigos cuando se quedan a oscuras y ven un cadáver en la calle. Esa nieve no tiene ningún sentido en pleno verano. Su instinto es encontrar la forma de caminar por la calle sin morir para encontrar a su hija, de la que desconoce su paradero aunque el espectador sí lo sabe: está en el mar, en un velero, con dos amigas que ya han fallecido al caerles copos de nieve encima. En cambio, sus amigos se quedan en la casa buscando la forma de sobrevivir, con Tano (César Troncoso) en modo supervivencia y desconfiado desde un comienzo, como buen lector y espectador que es de obras culturales distópicas.

Esta adaptación del cómic del cómic de culto de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, a cargo de Bruno Stagnaro, tiene el mal y el bien común de tantas y tantas producciones de Netflix: es entretenida desde el principio, con oficio, pero sin una búsqueda de la personalidad en la puesta en escena, como si la personalidad pudiera ahuyentar un sector del público. La trama, de hecho, se mueve de forma acelerada. Cuando uno de los personajes recuerda que llevan 24 horas sin electricidad y con esa nieve letal, pidiendo a su interlocutor que todavía confíe en la bondad de la raza humana, cuesta de creer: a esas alturas, los personajes ya han entrado en un grado de paranoia y traiciones considerable, como si Stagnaro temiera quedarse sin tiempo.

Los amigos de Ricardo Darín pasan a modo supervivencia en tiempo récord.
Los amigos de Ricardo Darín pasan a modo supervivencia en tiempo récord.Marcos Ludevid / Netflix

Esto tiene como consecuencia que los personajes parecen más herramientas de la trama que personajes que toman sus propias decisiones y deben lidiar con la situación traumática a su manera. Se pueden poner ejemplos: todas las acciones estúpidas del Omar (Ariel Saltari) en tiempo récord o el arco de personaje de Pablo (Aron Park) en el tercer capítulo. Pero, incluso estando bajo esta amenaza de ser convencional en un género tan explotado, El Eternauta tiene destellos interesantes: la frustrante reacción de Juan ante los pasajeros de un tren que están sin salida o la persecución costumbrista en un bloque de pisos, con los vecinos convertidos en villanos en cuestión de horas. Es La comunidad exprés.

Cuando uno tiene asumido que está ante una serie comercial correcta dentro del género “la civilización se va a pique”, El Eternauta se saca un as de la manga que, como amante de la ciencia ficción, me dejó clavado en la butaca. Es inteligente dejar esa tirada para el tercer capítulo: ya tiene demasiado atado al público como para sufrir deserciones por moverse por un terreno diferente (y se agradece que no haya insinuaciones y se confirme exactamente por dónde se mueve este apocalipsis). Y, de repente, surge una sensación de ilusión al ver la serie, por mezclar el ADN argentino y un entorno verosímil con este factor que puede aportar mutaciones significativas a la historia.

Cuando uno tiene asumido que está ante una serie comercial correcta, 'El Eternauta' se saca un as de la manga

Vaya, que es normal que esté siendo un vicio (y aquí uno de poco listo por no haber investigado más sobre el cómic llega el último).

Pere Solà Gimferrer

Pere Solà Gimferrer

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