Crítica de 'Blossoms Shanghai', la puerta de entrada de Wong Kar-wai a las series chinas
En Filmin
El director de 'Deseando amar' y '2046' se sitúa en la China de los años 90 para contar un drama sobre el comercio

Hu Ge, una estrella de la televisión china, es Ah Bao.

El protagonista de Blossoms Shanghai, que Filmin estrena este martes, comenta que en los primeros tiempos de la reforma económica de China “el mercado se abrió, el progreso se afianzó y el nivel de vida subió”. De repente, marcas internacionales se hacían un hueco en un país que entonces tenía ya casi mil millones de habitantes.
“Las camisetas francesas Montagut entraron de lleno en el mundo de la moda de lujo de los ciudadanos chinos”, cuenta Ah Bao, “la gente se volvía loca por esas camisas: esa flor en el pecho significaba que estabas a la última”. El personaje, interpretado por Hu Ge, es fruto de esa nueva economía socialista de mercado implementada en 1978. Pero es en los noventa, con la apertura de la Bolsa de Shanghái, que se hace un nombre como inversor y exportador de bienes.
Ofrece una carta de amor a su ciudad natal a partir de su modernización, la ingenuidad de los habitantes ante las herramientas capitalistas y el carácter de los personajes
El principal activo de Blossoms Shanghai para penetrar en el mercado internacional es la implicación de Wong Kar-wai como director, que es la primera vez que dirige televisión. Se puede entender que, para vender la serie, se diga que completa una trilogía iniciada por Deseando amar y 2046. Son películas fundacionales para una generación que puso las primeras piedras de su imaginario audiovisual asiático a partir de estos títulos románticos y profundamente interesados en la búsqueda de la belleza.
Sin embargo, el cineasta ofrece una carta de amor a su ciudad natal a partir de su modernización, la ingenuidad de los habitantes ante las herramientas capitalistas y el carácter de unos personajes que, a pesar de la influencia externa, mantienen su esencia, con sus propios mecanismos para generar riqueza. Y lo hace a partir del arte popular: de adaptarse a la ficción televisiva china en vez de distanciarse de ella.

En este sentido, hay más conversaciones sobre comercio, tratos y ambición que promesas amorosas convencionales. Sí es cierto que, mientras lo económico está en primer plano, la vida de Bao está marcada por la influencia de tres mujeres. Está Ling (Ma Yili), que regenta el restaurante en el que Bao es socio capitalista y en el que cierra los tratos, beneficiándose de la popularidad del exportador entre los empresarios locales; la señora Wang (Tiffany Tang), su mano derecha en los negocios; y Li (Xin Zhilei), la enigmática dueña de un nuevo restaurante que, entre platos como la sopa de tortuga, quiere atraer a Bao a su círculo económico… o hundirlo.
El espectador familiarizado con el cineasta se tiene que mentalizar. Los dos primeros episodios, aparte de caóticos en lo narrativo, son una especie de horror vacui audiovisual en el que el director tiene que hacerse notar (y de forma tediosa) en cada plano. No solo es el uso insistente y ramplón de una cámara lenta melodramática sino la obligación innecesaria del director de colocar objetos, cristales y personas entre la cámara y los personajes. Llega a distraer.
Los dos primeros episodios, aparte de caóticos en lo narrativo, son una especie de horror vacui audiovisual
En los dos primeros episodios de presentación se puede ver a Bao, Ling, Wang o Li a través de umbrales, ventanas abiertas o cerradas, escaparates, cristaleras, botellas o jarrones; y medio eclipsados por figurantes, teléfonos, flores, persianas, cortinas, lámparas de techo, de pie o de escritorio, hasta sobrepasar el ridículo o la parodia. Si alguien decide competir a un juego alcohólico con Blossoms Shanghai (“¡un chupito cada vez que veamos los personajes a través de un cristal! ¡Otro cuando un teléfono tape al tío Ye!”), tiene el coma etílico garantizado.
Es cuando Wong Kar-wai abandona este estilo tan afectado que finalmente las piezas de la obra encajan. Entonces las dinámicas de personajes dejan entrever su potencial y vemos más allá del montaje de los planos preciosistas. Los diálogos empiezan a construir una trama vigorizante por su capacidad de enfocarse en los negocios (y lo que estos dicen del cambio de mentalidad de la República Popular China). Y este lujoso Shanghai noventero puede respirar con las luces, los carteles, el bullicio y los platos soperos dorados, con un dandi que, en lo estético y en su relación con las mujeres, se inspira en la elegancia de los años 20.

Es interesante ver cómo el cineasta, tras servir como puerta de entrada a un cine de sensibilidad oriental, ahora busca satisfacer al público medio chino (fue un éxito en su mercado de origen) y, de paso, introduce al espectador extranjero a otra mentalidad de hacer ficción televisiva dramática. Otra vez es la puerta de entrada con este Blossoms Shanghai que Filmin estrena en dos etapas: los primeros 15 episodios se emiten de 5 en 5 durante tres semanas, mientras que los 15 restantes se estrenarán más adelante en una fecha todavía por anunciar.