'El cuco de cristal', una historia de violencia machista en el bosque
Crítica
Jesús Mesas y Javier Andrés Roig adaptan una tercera novela de Javier Castillo para Netflix tras 'La chica de nieve' y 'El juego del alma'

¿Química entre desapariciones?

Clara (Catalina Sopelana) está en su primer año de residencia en un hospital de Madrid cuando pierde el conocimiento. Despierta al cabo de dos meses con un corazón trasplantado. Siente la necesidad de descubrir a quién pertenecía el corazón. Es así como termina de invitada en casa de Marta (Itziar Ituño), que llora la muerte de uno de sus hijos, el donante, en un accidente de coche. Pero, mientras está en ese pueblo del norte de España en medio del bosque, Clara entiende que ni está en un pueblo cualquiera ni esa familia ha tenido una vida fácil.
El pueblo tiene un largo historial de desapariciones, incluyendo la de Miguel Ferrer (Álex García), el marido guardia civil de Marta. Juan (Alfons Nieto), el otro hijo, encima arrastra un trauma infantil que nunca ha revelado a nadie: vio a su padre manchado de sangre la noche que desapareció.

Netflix, después del éxito de La chica de nieve, ha convertido a Javier Castillo en su escritor español de referencia para producir thrillers: rodaron la continuación El juego del alma, donde Milena Smit repetía el rol de Miren Rojo, y ahora es el turno de El cuco de cristal, que es una historia independiente. Se abandona una Málaga lluviosa para adentrarse en un pueblo aislado, de costumbres ancestrales, y rencores y secretos arraigados.
Se agradece que no es ningún rompecabezas artificioso como las series basadas en novelas de Harlan Coben, otro autor fetiche de la plataforma. Hay algo honesto en estas historias, siempre adaptadas por Jesús Mesas y Javier Andrés Roig, si bien nunca pretenden ser ninguna revolución del género.
La historia se narra en dos tiempos. Por un lado, Clara se interesa por el carácter de su donante y qué estaba investigando antes del accidente. Por el otro, la ficción muestra el pasado de Miguel, un hombre atormentado por su incapacidad de entender la violencia hacia las mujeres. La dirección de Laura Alvea pierde la oportunidad de diferenciar estas dos épocas, más allá del peinado de Itziar Ituño e imprimir el año a través de la pantalla. Pero hay un defecto más destacado que cabe suponer que viene heredado del libro: la forma en la que la trama del trasplante de corazón es superflua.
Clara ofrece un punto de partida sensacionalista para un thriller rural, como si la historia necesitase una puerta de entrada para su universo local, cuando prácticamente todo lo que se cuenta y revela se podría hacer sin ella. Esta circunstancia incluso afecta al donante. ¿Hasta qué punto esta premisa médica aporta algo al conjunto? ¿Se podría haber encontrado la forma de justificar mejor su presencia o de haberla borrado, para centrar todo el peso de la historia en la familia Ferrer?

Esto no impide que, en líneas generales, El cuco de cristal completa un solvente tríptico sobre la maldad humana y la violencia contra las mujeres junto a La chica de nieve y El juego del alma, esta vez explorando una misoginia salvaje, que busca en la naturaleza la justificación para cazar mujeres. Es un thriller sencillo que no olvida que, aparte de ser un entretenimiento accesible, tiene el deber de contar algo.

