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Muere Manuel Gausa, arquitecto innovador del grupo Metápolis

A los 66 años

Desde su vocación teórica, impulsó la integración con el paisaje o la primera propuesta de ejes verdes

Manuel Gausa fotografiado en Barcelona en el 2012

Pedro Madueño / Archivo

Durante muchos años, la escena arquitectónica barcelonesa se articuló alrededor de la llamada “familia Bohigas”, porque Oriol Bohigas supo extender su liderazgo ensayístico, arquitectónico, docente e institucional hasta la esfera gremial. A lo largo de estos años de hegemonía bohiguista fueron muy pocos los que se atrevieron a levantar banderas alternativas. Surgieron figuras como Enric Miralles que volaron libres de ataduras, y otras como Josep Lluís Mateo o Eduard Bru, que defendieron posiciones diversas, aunque sin desafiar abiertamente al poder establecido.

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Hubo que esperar hasta los años 90 para que apareciera un grupo como Metápolis, impulsado por arquitectos como Xavier Costa, Manuel Gausa, Vicente Guallart, Willy Muller o Ramon Prat, que propuso una clara ruptura con la mencionada hegemonía. Dentro de este grupo, Gausa, fallecido el sábado en Calafell a los 66 años, ejerció como el principal teórico, dando cuerpo a una visión de la arquitectura que iba mucho más allá de la formalidad para apostar por una disciplina que valoraba la diversidad de intereses, referencias y aportaciones (desde el arte hasta la filosofía, la cibernética o la ciencia); la integración de arquitectura y paisaje; o una primera propuesta de ejes verdes. La Bienal de Venecia comisariada por Massimiliano Fuksas en el 2000 prestó amplia atención a este movimiento.

Su carácter empático se combinaba con una laboriosidad sin tregua, que se refleja tanto en su currículum académico como editorial

A diferencia de tantos otros colegas entregados a la teoría, que en ocasiones asumen una posición distante o suficiente, Gausa era una persona afable, risueña, entrañable y siempre dispuesta a ayudar a sus compañeros. Este carácter abierto, empático, se combinaba con una laboriosidad sin tregua, que se refleja tanto en su currículum académico como editorial.

Gausa, que se doctoró en el 2005 en la ETSAB, donde dio clases entre el 1995 y el 2000, y participó también en la creación de una de las primeras facultades privadas de arquitectura, la UIC barcelonesa, ha trabajado en los últimos años en la Università degli Studi de Genova, como profesor de arquitectura y paisajismo y como director del programa de doctorado de arquitectura y diseño.

La vocación teórica de Gausa tuvo una manifestación notable durante los años (1991-2000) en que tuvo a su cargo la dirección de la revista Quaderns d’Arquitectura del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya, sucediendo a Josep Lluís Mateo. Pero se expresaría también en la fundación de la editorial Actar, junto a Ramon Prat. Y en distintas publicaciones, entre las que destacan el monumental Diccionario Metápolis de la Arquitectura Avanzada (2001), firmado junto a otros autores como Muller, Guallart o Federico Soriano; y, también, Open: arquitectura y ciudad contemporánea (2010).

Gausa tuvo un rol fundacional en la creación del Institut d’Arquitectura Avançada de Catalunya, desde el que irradiaron las teorías de Metápolis

Además de sus trabajos en la administración pública, ya fuera en la Generalitat o el Ayuntamiento de Barcelona, Gausa tuvo además un rol fundacional en la creación del Institut d’Arquitectura Avançada de Catalunya (IAAC), desde el que irradiaron las teorías de Metápolis. Y, aunque no fuera su principal campo de acción, también construyó, particularmente en el ámbito de la vivienda social en Francia, al frente del estudio que dirigió con Florence Raveau, cuya actividad decayó cuando asumió sus responsabilidades en la universidad genovesa.

He tenido la fortuna de tratar a Manuel Gausa en distintas circunstancias, desde los tiempos en los que Metápolis cristalizaba en unas comidas en el desaparecido restaurante Future, junto al mercado del Born, hasta fechas recientes, pasando por los años en los que le invité a colaborar en las páginas de cultura de La Vanguardia. Y debo afirmar, en la hora triste de su adiós, que perdemos a un arquitecto entusiasta, innovador e infatigable, y a una persona de bondad machadiana. Descanse en paz.