Cuesta encontrar en la historia criminal reciente un comportamiento delincuencial que se asemeje al protagonizado por Remedios Sánchez Sánchez. Esta coruñesa de 68 años fue detenida el pasado 8 de octubre en la lavandería de la cárcel de Teixeiro, donde cumple una condena de 144 años y ocho meses por el asesinato de tres octogenarias y dejar malheridas a otras cinco, en el 2006 en la ciudad de Barcelona. Diecinueve años después de aquellos crímenes, la mujer aprovechó su cuarto permiso penitenciario para presuntamente matar a Carmiña G. V., de 91 años y robarle los 450 euros que, según sus dos hijos, echaron de menos en casa, en la avenida de Monelos de A Coruña.
Los policías de homicidios trabajan en un informe ampliatorio de las primeras diligencias que entregaron en el juzgado, en el que reconstruyen los pasos de Remedios en los cuatro permisos que disfrutó. Unas salidas pautadas que contaron con la aprobación de la junta de tratamiento de Teixeiro, del juez de vigilancia penitenciaria y de la fiscalía.
Esos cuatro permisos obligaban a la mujer y así lo hizo a presentarse diariamente en dependencias policiales para firmar. Remedios Sánchez estaba bajo la tutela de la Pastoral Penitenciaria y dormía en uno de los pisos de acogida de la entidad religiosa.
Prácticamente a ninguna de las numerosas personas consultadas para esta crónica y que coincidieron con Remedios Sánchez en los últimos veinte años les sorprendió su nueva detención. ¿Por qué? “Es una asesina en serie, una psicópata sin empatía que durante aquel terrible mes de junio en Barcelona fue incrementando su crueldad contra las mujeres a las que engatusaba para ganarse la confianza”, comparte uno de los mossos que aquel verano trabajó a destajo en su identificación.
Remedios Sánchez no necesitaba asesinar a aquellas octogenarias para conseguir las cuatro joyas y el poco dinero que guardaban en casa. Pero descubrió un placer, un poder matando que buscó en cada uno de los siguientes asaltos en los que se bastaba con la fuerza de sus manos para terminar con la vida de mujeres vulnerables que le habían abierto las puertas de su casa confiadas. No fue casual que todas sus víctimas fueran mujeres, cada vez más dependientes y más frágiles, contra las que podía ejercer un mayor control.
En todos estos años, la asesina de ancianas nunca ha recibido ni una sola visita ni llamada en prisión”
En los dieciséis años que Remedios Sánchez ha permanecido encarcelada, entre Brians 1 y Teixeiro, nunca recibió una sola comunicación ni visita. Nadie mantuvo relación con ella. “A Francisco Javier Almeida, el conocido como monstruo de Lardero, le visita una hermana, a José Bretón y a Miguel Carcaño sus padres, pero a la Reme, ni los frikis le escriben cartas”, desvela un funcionario de prisiones gallego.
Remedios Sánchez acompañada por un mosso el día que fue detenida
Un aislamiento absoluto que ella buscaba y propiciaba, que consolidó en Brians y mantuvo en Teixeiro. El día que ingresó en la prisión de Sant Esteve de Sesrovires se mostró nerviosa y alterada, y aseguró a las funcionarias que tuvieran cuidado, que estaba diagnosticada del mal de las piernas inquietas. Horas antes y tras su detención, se encaró al juez que acudió con los Mossos d’Esquadra al piso en el que vivía en Sant Andreu, para realizar el registro. Resultaba complicado abrir la puerta y el magistrado le preguntó a la mujer si podía hacerlo ella. “Me habéis traído vosotros aquí. Pues abrís vosotros si podéis”, le soltó a poca distancia y de malas maneras. Una vez dentro, el magistrado pronunció la fórmula protocolaria de que empezaban a mirar las estancias con su autorización. “No les permiso,” le advirtió.
Pero en seguida se adaptó en la prisión y no tardó en destacar como una interna responsable y especialmente eficaz en sus quehaceres. Al poco fue nombrada ordenanza del módulo especial, donde están las internas conflictivas y las sancionadas. Se encargaba de limpiar las instalaciones comunes, las celdas cuando quedaban libres, y de repartir las comidas entre las reclusas, en sus habitaciones si estaban sancionadas o en el comedor.
Nunca fue una presa de la confianza de las funcionarias. Al contrario. Las trabajadoras siempre marcaron distancias porque era “impenetrable”, recuerdan. “Fría como el témpano. Invisible para todas. Pasaba tan absolutamente desapercibida que prácticamente no fuimos ni conscientes de cuando se fue”, indica otra. Nunca en todos los años que pasó en prisión se refirió a los crímenes de las abuelas, ni mantuvo una conversación personal con las trabajadoras ni con las internas. De hecho, no se le pudo dar cargos con autoridad sobre el resto de las internas, porque lo hubiera aprovechado para maltratarlas. Por eso nunca compartió celda, nadie quería estar con una mujer llena de manías que mantenía su espacio como si fuera la celda de un monasterio de clausura, sin nada más que lo imprescindible y muchísimos trapos de limpieza en el armario. Se convirtió en una obsesa del orden y la higiene. “No se podía pisar el suelo si estaba recién fregado y húmedo porque si te pillaba te soltaba una mirada que te helaba la sangre”, recuerda otra trabajadora del centro.
Una funcionaria ya jubilada recuerda que en los últimos meses antes de su traslado a Teixeiro, Remedios cambió de actitud. “De repente la vi sonreír por primera vez”. Había conocido en una actividad mixta a un preso con el que empezó a intimar, gallego como ella. “Si la memoria no me falla, pidieron el traslado juntos a Teixeiro”, asegura. Pero las fuentes consultadas en la cárcel de A Coruña no recuerdan que Remedios disfrutara de vis a vis o de comunicaciones con nadie. Un paso por el centro calcado al anterior. Reservada, aislada y muy responsable en las tareas que le encargaban. No tardó en conseguir trabajo en la lavandería, por el que recibía unos 400 euros mensuales en el peculio carcelario.
La investigación por el crimen de Carmiña sigue secreta y la titular del juzgado de instrucción 6 de A Coruña, María Jesús García García, tutela muy de cerca el trabajo de los policías de homicidios después de que se estuviera a punto de cometer el error de pasar como muerte natural el fallecimiento de la mujer.
Reservada, Carmiña conoció en algún momento a Remedios Sánchez y le abrió la puerta confiada. El 3 de octubre, el nieto que comía a diario con la abuela la encontró en el baño, con el gorro de la ducha sobre el rostro. Hasta la vivienda acudió una ambulancia cuyos sanitarios firmaron la muerte. No ha trascendido si se personó también el forense de guaria que acreditó que el fallecimiento fue por causas naturales. Horas después, los hijos de la víctima visionaron las imágenes de la cámara que habían instalado en casa de la madre para vigilarla, y vieron a una mujer que no conocían tomar café con la octogenaria y salir de la vivienda cargando unas bolsas de basura.
Los hijos trasladaron sus dudas a la policía que las compartió con la jueza que, visiblemente airada, ordenó detener el velatorio de Carmiña, aplazar su funeral y mandar el cuerpo al Instituto Anatómico Forense de A Coruña para realizar una autopsia. El cadáver reveló que la muerte fue violenta, por asfixia y con lesiones en las costillas.
Los policías regresaron al domicilio y recuperaron el gorro de ducha que cubría el rostro de la víctima cuando fue localizada por el nieto. Lograron una huella dactilar que los ordenadores de la policía científica identificaron que era de Remedios Sánchez, condenada por tres asesinatos y cinco tentativas, y que cumplía condena en Teixeiro. El 3 de octubre, la mujer estaba precisamente fuera de la cárcel de permiso penitenciario.
Cinco días después, los policías se trasladaron a Teixeiro, se entrevistaron con su director, José Ángel Vázquez, y le comunicaron que venían a detener a Remedios Sánchez. La jefa de servicios comunicó por la megafonía del módulo dos a las internas que se trasladaran al patio y leyeron sus derechos a la sospechosa en la lavandería, donde estaba en ese momento trabajando. Seguidamente registraron su celda, pulcra y minimalista como la que dejó en Brians, en busca de alguna pertenencia que pudiera haberse llevado de casa de Carmiña.
No ha trascendido si encontraron algo de valor. Pero uno de los mossos que la investigó en su día, no olvida la mesita de noche de la habitación de Remedios en Barcelona. “Era un museo de los horrores. Lo que siempre había visto en las películas y leído en los libros de criminología lo tenía de repente allí delante. Expuestos como trofeos había objetos personales de cada una de sus víctimas. Una tarjeta rosa del metro, un pendiente, medicinas una figurita…”
Como ya hizo dieciséis años atrás, Remedios Sánchez se negó a declarar. Desde su detención, ocupa una cama del módulo de enfermería y está bajo vigilancia permanente porque se le ha aplicado el protocolo de un suicidio improbable.
La Reme tenía en la mesita de su casa de Barcelona un museo lleno de trofeos, con reliquias de todas sus víctimas, figuritas, una tarjeta rosa del metro...”
Los investigadores se afanan en comprobar si durante los permisos anteriores se produjeron otras muertes de octogenarias en A Coruña.
La señora Rosa, una de las supervivientes a su ataque del 2016, contó en su día como abrió la puerta a la mujer que amablemente le pidió un vaso de agua. Cuando se dio la vuelta, aquella mujer de “manos grandes y fuertes” se había transformado en otra persona. “Tenía ojos de tiburón”.


