Eduardo Casanova ha llegado al Festival de Locarno acompañado de las cuatro protagonistas de su nueva serie, nada menos que Leticia Dolera, Lucía Diez, María León y Mariola Fuentes. Es que Silencio, cuya primera temporada consiste en solo tres episodios, es una historia de mujeres, y aunque no falte el costumbrismo ni complejas relaciones familiares, nada en esta historia que transcurre en dos épocas se parece a lo habitual. Por un lado hay una familia de vampiras que en plena epidemia de peste bubónica en la Edad Media intenta sobrevivir buscando sangre de humanos que no estén contagiados y por el otro, la historia de amor de una de ellas que muchos siglos después descubre que es seropositiva.
Muy lejos de los tiempos en que era una estrella juvenil en la televisión española gracias a la serie Aída, Eduardo Casanova intenta sobrevivir al calor que ha golpeado con dureza a la ciudad suiza mientras disfruta del buen recibimiento que ha tenido su propuesta, que por ahora no tiene distribuidor en España, aunque hay conversaciones avanzadas para que se pueda ver pronto allí
¿Cómo ha sido llegar al Festival de Locarno con una serie española?
Pues un lujo. No esperábamos que la recepción de la serie fuese a ser tan positiva y en un lugar tan importante como es el Festival de Locarno. Ha sido un subidón. Locarno es precioso, y aunque aquí hace más calor que en el infierno, no le quita belleza al festival.
Es una serie muy corta. ¿Podría haber sido una película?
Sí, pero también la verdad es que la sentí así. Los guionistas tenemos cierto control sobre lo que escribimos, pero luego lo que te sale es lo que la mente decide. Y cuando empecé a escribir Silencio, aparecían cliffhangers, que es algo que tiene que ver con la estructura narrativa en guión de una serie. Además me apetece probar diferentes formatos. Mi última película es un documental, las anteriores son largometrajes de ficción.

Eduardo Casanova dirigiendo a una de las protagonistas de la serie 'Silencio'
¿Cómo se le ocurrió mezclar una historia de vampiras con mujeres con sida?
Creo que todos hablamos siempre de nuestra obsesión, que en mi caso es la gente invisibilizada por la sociedad. Las personas con VIH viven al margen. Es una enfermedad de la que se habla poco, y lo mismo pasa con las vampiras. Nuestro referente vampírico es un hombre. Los grandes monstruos del cine de terror son todos hombres. Necesitábamos unas vampiras que fuesen icónicas. Y cogiendo estas dos cosas aparecían dos tipos de personajes invisibilizados, vulnerables, que compartían muchas cosas. Me parecía que al escribir de una forma poética sobre el sufrimiento de estas vampiras y de esas mujeres que sufrieron la pandemia de sida en España a finales de los ochenta podían surgir cosas muy bonitas, como la conexión con los fluidos. Además, normalmente en el cine de terror el monstruo es el temido. Y escribir una obra en la que los temidos son los normales era una conexión muy bonita. Eso unía tanto a las vampiras con las personas con VIH. Siempre ha habido un acercamiento de lo queer al mundo vampírico, pero nunca ha sido explícita y me apetecía hacerlo así que es algo que también me caracteriza.
Los vampiros siempre han funcionado muy bien como metáforas para poder hablar de la sociedad contemporánea...
El vampiro es una figura profundamente poética que te permite hablar de muchas cosas. Yo lo he utilizado para hablar de la transmisión, el contagio, el miedo, el vivir en la oscuridad, el que no te pueda dar el sol, pero sí es cierto que el vampiro se ha utilizado como metáfora para muchísimas otras historias, Hacía mucho tiempo que tenía ganas de hacer algo con vampiros, ya lo hice con zombies en mi tercer cortometraje, Amor de madre, con extraterrestres en Lo siento mi amor. Me faltaban los vampiros, con los que siempre he estado obsesionado, y quién sabe si lo próximo serán las momias, creo que es el cuarto monstruo icónico que me falta.
“No siento que actuar sea lo mío, porque yo siempre me he sentido escritor, guionista y director de cine”
¿Buscaba educar a la audiencia sobre el sida?
No, en absoluto. Creo que soy la persona menos adecuada para educar. No soy referente y no soy ejemplo. Soy solamente un artista normalito que hace lo que le sale del corazón. Lo que hago es dar mi punto de vista sobre lo que pienso y siempre me sale una cosa como de justiciero bastante pesada que intento quitarme, porque no tengo por qué luchar siempre por una causa social. Pero aquí había muchos factores. Uno de ellos es que una de las coproductoras es Apoyo Positivo, que es una ONG con la que yo colaboro que lucha por los derechos de las personas con VIH. De todos modos no está de más que el gran público se entere de cómo funciona esto, porque parece que nos hemos olvidado de lo que es el VIH o el sida. Fue una pandemia que pasó y ya está y no, no es real. Es una enfermedad que sigue activa, en muchos países las transmisiones siguen en aumento, y no es monopolio de los hombres homosexuales, también lo tienen las mujeres porque las enfermedades no entienden de condiciones ni de identidad y creo que está bien recordarlo, sobre todo porque afecta al sufrimiento de muchas personas.
A veces lo explícito y la televisión no van de la mano. ¿Se puso algún límite a la hora de filmar?
Yo nunca me he puesto muchos límites en mis trabajos y eso siempre ha sido lo más valorado por la gente a la que le gusta lo que hago. Es muy difícil no ser uno mismo y mi forma de contar las cosas es explícita. He hecho algo siendo honesto e intentando respetarme, pero también por supuesto pensando en el público, porque no quiero hacer daño ni ofender a nadie con lo explícito, pero tampoco puedo dejar de ser yo Es una batalla interna con el que los creadores vivimos continuamente. Lucho bastante por no ser yo mismo.

Reunión por los 18 años de 'Aida': Paco León, Canco Rodríguez, Carmen Machi, Eduardo Casanova, Pepa Rus, Ana Polvorosa, Miren Ibarguren, Melani Olivares, David Castillo y Secun De la Rosa
El tema de los vampiros se ha transitado mucho. ¿Fue deliberado tratar de que se vieran diferentes?
Si, ha habido un esfuerzo por mi parte y también de Oscar del Monte, que es el maquillador de efectos especiales. Hay que decir que todo en la serie es real, no hay nada de CGI ni de inteligencia artificial. Tratamos de reinventar la figura de la vampira no sólo en su fisionomía, porque estas mujeres parecidas a Nosferatu, con pómulos grandes, con la cara casi esquelética, recuerdan un poco a los primeros enfermos de sida, lo cual ayudaba al paralelismo con estos dos conflictos, el vampirismo y el VIH. Lo buscamos también en la forma de hablar de las vampiras. Para mí siempre es muy importante humanizar a los personajes y sobre todo y mucho más si siempre han sido los malos. No creo en los antagonistas. A mí me apetecía entenderles, humanizarles y por eso también tienen ese costumbrismo a la hora de hablar. Estamos en un momento en el que creo que es muy importante humanizar hasta a una silla.
¿Por qué dejó la actuación para dedicarse a la dirección?
Empecé a trabajar como actor a los 12 años y a los 14 vino Aída. Llevo toda mi vida siendo conocido. Empecé a dirigir con 17 años. El dinero que yo ganaba como actor lo invertía para hacer mis cortometrajes y a los 24, 25 años estrené mi primera película en la Berlinale. No siento que actuar sea lo mío. Tampoco siento que haya habido una transición, porque yo siempre me he sentido escritor, guionista y director de cine. De vez en cuando hago algo como actor con algún director o directora amiga, pero me cuesta mucho, me siento muy vulnerable, no puedo evitar preguntarle al cámara ¿qué óptica tienes puesta? La verdad que es algo que tengo que trabajar, pero soy más controlador y creo que si eres actor no puedes controlar tanto y sobre todo me gusta contar mis propias historias. Tengo que agradecer mucho a mi pasado como actor el poder dirigir ahora, pero también me encantaría haberme quedado detrás de las cámaras y ser un director anónimo.

El actor Eduardo Casanova en el photocall del 30 aniversario de Vogue
Pero ayuda tener un nombre como actor..
Sí ayuda, pero creo que todo cae por su propio peso. Vengo de un barrio muy humilde en España, el barrio Lucero. Nadie de mi familia se dedica al arte, lo que he conseguido ha sido con mi trabajo. Cuando te dan la oportunidad de dirigir tu primera película, porque te lo has luchado, si no funciona, pues al final, aunque ayude mucho que tú seas famoso, no vuelves a dirigir, porque es que esta industria es así, no te perdona ninguna. Claro que ayuda, pero hay que currárselo mucho e intentar mejorar cada día. Para mantenerse dirigiendo cine, lo que hay que hacer es siempre guardarle un profundo respeto y saber quién es tu jefe, que es el público. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para gustarle al público, porque así podré seguir dirigiendo y esa es la única forma de que yo siga vivo, porque si no dirijo no tengo ninguna intención de vivir en la vida real...