Hace una década se hizo viral el vídeo de una tortuga marina con una pajita de plástico atascada en la fosa nasal. Esa imagen desató una marea de activismo para reducir la contaminación plástica.
Las pajitas de plástico, de usar y tirar, se convirtieron en el símbolo de esa movilización. Prohibiciones o restricciones en su utilización se propagaron por Estados Unidos.
Menos del 6% de los residuos de plástico se reciclan en EE.UU., según la agencia oficial del Medio Ambiente
El expresidente Joe Biden las vetó y ordenó que fueran sustituidas por las de papel en las dependencias federales.
Frente a esto hubo una reacción agresiva de rechazo. La cuadratura del círculo se ha producido con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, donde circuló un memorando en el que se lee: “Las ciudades y estados de EE.UU. han prohibido las pajitas de plástico cediendo a la presión de los activistas progresistas que priorizan el simbolismo sobre la ciencia”.
Trump le ha dado la vuelta al calcetín. Desde la Sala Oval, símbolo del poder estadounidense, el presidente realizó un ejercicio de demolición, algo muy de moda en Washington, de las pajitas de papel. “Si algo está caliente, no duran mucho, se rompen, explotan, es una situación ridícula”, remarcó. Así que firmó una orden ejecutiva dando marcha atrás y denunció “la campaña irracional contra las pajitas de plástico”.
La afectación humana y los tiburones de Trump
El movimiento para reducir los plásticos de un solo uso se ha centrado últimamente menos en la vida silvestre y más en el impacto negativo que pueden tener en la salud humana, a partir de un cada vez mayor corpus de investigaciones. Un estudio publicado este mes subrayó que muestras del cerebro humano contenían una cucharada entera de diminutas nanopartículas. Investigaciones previas hallaron partículas en pulmones, cerebro, hígado, riñones, corazón y en el tejido testicular humanos. Otro trabajo del 2024 encontró casi un cuarto de millón de partículas de plástico en un litro típico de agua embotellada. También se han detectado microplásticos en la cerveza o en el marisco. Pero el presidente Donald Trump, como científico en jefe, descartó cualquiera de estos resultados. “No creo que el plástico afecte a los tiburones mientras devoran todo el océano”, remarcó.
Al margen de sus admiradores, que lo siguen como se sigue a un profeta, muchos estadounidenses no trumpistas coinciden en su rechazo de las pajitas de papel. Jon Stewart, comediante nada sospechoso, dijo en su Daily Show : “Okay, [Trump] está en lo cierto en este asunto”.
Según Jackie Nuñez, fundadora de la campaña Last Plastic Straw (última pajita de plástico), “nunca se trató de la pajita en particular”, dijo en la NPR (radio pública). “Fue sobre los plásticos de un solo uso, una forma de hacer que la gente actúe de manera sencilla y tangible”, matizó. Consideró, además, que se ha sembrado la semilla. “No puedes dejar de ver lo que ya has visto”, recalcó Nuñez.
Pero no faltan voces de medioambientalistas que condenan el acto de mofa de Trump, como si todo fuera un absurdo, cuando la mayoría de los ciudadanos apoyan reducir el consumo innecesario de plástico.
Algunos de estos sondeos indican que el 80% de los votantes respaldan las regulaciones que requieren a las compañías reducir los envases de plástico y paquetes alimentarios de un solo uso.
El 80% de los votantes apoyan que las compañías reduzcan los envases de un solo uso
“La gente odia ver cómo la contaminación plástica daña la vida silvestre y destruye el medio ambiente”, afirmó David Derrick, abogado del Centro de Diversidad Biológica, en Los Angeles Times . “No sé qué ha estado bebiendo Trump que lo ha puesto fuera de onda, pero esta medida empeorará la vida y parece más propio de una pérdida del sentido común”, aseguró Derrick.
Menos del 6% de los residuos de plástico se reciclan en EE.UU. a partir de los datos de la Agencia de Protección del Medio Ambiente. “En lugar de hacer lo necesario para proteger la salud, las comunidades y las costas de los estadounidenses, anuncia órdenes que tienen que ver más con el recipiente que con la búsqueda de soluciones”, terció Christy Leavitt, de Oceana, organización medioambiental sin ánimo de lucro.
Si Rubén Blades rescribiera su magnífica canción Plástico , hoy tal vez sustituiría a la chica por “un presidente plástico”, de esos que cuando se agitan sudan Coca-Cola Light.