El reto de una Pascua común

Religión

Este año se conmemoran 1.700 del concilio de Nicea, clave en el cristianismo

Expertos internacionales han participado entre los días 19 y 21 de febrero en el un congreso sobre el Concilio de Nicea, celebrado en Barcelona.

Expertos internacionales, esta semana, en un congreso celebrado en Barcelona

LV

Por primera vez desde el 2017, este año volverá a coincidir la celebración de la Pascua para católicos y ortodoxos. Será el 20 de abril gracias a la concordancia del calendario juliano, el utilizado por la Iglesia ortodoxa, y el gregoriano, que siguen los católicos. No es algo habitual y sucede periódicamente. En este siglo ha ocurrido en los años 2001, 2004, 2007, 2010, 2011, 2014 y 2017. La próxima fecha coincidente será en el año 2034.

Fue en el concilio de Nicea, considerado el primer concilio ecuménico de la historia de la Iglesia, celebrado en el año 325, cuando se unificó la fecha de la Pascua entre comunidades cristianas. Se fijó el domingo después de la primera luna llena de primavera, o sea, después del 21 de marzo. De ahí que la Semana Santa sea movible. Sin embargo, en el siglo XVI, cuando el papa Gregorio XIII instauró el calendario gregoriano, la Iglesia ortodoxa continuó em­plean­do el calendario juliano, que fijó Julio César en el año 46 a.C. De ahí que las celebraciones no sean coincidentes cada año.

El sínodo niceno, celebrado en el año 325, estableció el credo que se recita hoy en misa

Tanto el Papa como el patriarca ecuménico Bartolomé I han expresado su deseo de acordar una fecha común, de momento sin éxito. En la bula papal de convocación del Jubileo ordinario del 2025, el papa Francisco confiaba en que la coincidencia en la celebración de la fecha de la Pascua este año para uno y otros supusiera un punto de inflexión. “Que este acontecimiento sea una llamada para todos los cristianos de Oriente y de Occidente a realizar un paso decisivo hacia la unidad en torno a una fecha común para la Pascua”, indicaba.

La fecha de la Pascua es una de las herencias que ha dejado a la Iglesia de hoy el concilio de Nicea, del que se celebra este año el 1.700 aniversario. Coincidiendo con esta efeméride, el Ateneu Universitari Sant Pacià (AUSP) de Barcelona ha organizado durante esta semana un congreso internacional con expertos que han abordado la influencia que tuvo aquel sínodo, al que asistieron más de 300 obispos, la mayoría de Oriente, en las prácticas contemporáneas de la Iglesia.

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El concilio, que fue convocado por iniciativa del emperador Constantino I, unos pocos años después del final de las persecuciones al cristianismo, también se convocó para afrontar la controversia generada por la predicación del sacerdote Arrio en Alejandría, que negaba la divinidad de Cristo, que Jesucristo no era Hijo de Dios. “Su doctrina amenazó la unidad del cristianismo, creó un problema grave que podía dividir la Iglesia”, explica Joan Torra, rector del AUSP.

En aquel concilio de hace 1.700 años se elaboró el credo que buscaba ser incompatible con la doctrina atribuida a Arrio y a sus seguidores. El credo de Nicea afirma que el Hijo no ha sido creado, sino engendrado por el Padre, y que es de la misma sustancia que el Padre, “consustancial a él”. Es el credo breve que se dice en la Euca­ris­tía. El concilio de Constantinopla, celebrado en el año 381, lo reformuló para llegar a la versión que básicamente se recita hoy en misa. Torra explica que aquella reunión de obispos de hace 1.700 años también influyó en algunas prácticas de la liturgia, los ritos bautismales o la penitencia. Gabriel Seguí, del Institut de Litúrgia, abordó durante el congreso la modificación del espacio litúrgico, en el que se pasó de las d omus ecclesiae a las basílicas, y la lenta aparición de los vestidos litúrgicos, entre otros aspectos.

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