Eduardo Infante (Huelva, 1977) es filósofo y profesor de filosofía en un instituto de secundaria en Gijón. Se hizo popular con los #Filoretos , acertijos filosóficos, que planteaba a sus alumnos en X (entonces Twitter), lo que le valió publicar su primer libro Filosofía en la calle (Ariel, 2019). Este año ha llegado el cuarto, Ética en la calle (Ariel, 2025), donde Infante recupera la fórmula para plantear la necesidad de recuperar el espíritu del diálogo.
Corren malos tiempos para un pensamiento tan elaborado como el que plantea el filósofo. “Pensar es dialogar con uno mismo, pero precisamente como no son buenos tiempos hay que volver a hacer ética. El problema es que vivimos el tiempo de la rapidez más que el de la inmediatez. La gente no se puede parar a pensar. Hemos creado una tecnología para distraernos, que capta toda nuestra atención y que impide el diálogo”, diagnostica Infante.
El hombre libre es el que se da la ley a sí mismo. La libertad solo viene de un sujeto autónomo”
La consecuencia es que “nuestra forma de entender lo que es bueno, nos está enfermando. No en vano, la OMS nos recuerda que los medicamentos más recetados son los antidepresivos”.
Infante sigue estando muy activo en X, red social sobradamente denunciada, precisamente, por su falta de ética, cosa que puede sorprender en alguien que escribe sobre ella. “Sócrates estaría en X. Las redes sociales están infectadas y el propio algoritmo te obliga a enfrentarte al otro. Dejarlas solo en manos de los malos, no me parece una buena solución. La ética hay que hacerla en el espacio público. La ultraderecha supo ver que en las redes sociales se iba a dar la batalla y por eso la están ganando. Las redes fueron espacio de democratización y pueden volver a serlo”, reflexiona este filósofo.
Portada del último libro de Eduardo Infante
Pero Infante también tiene tiempo para atizar a la izquierda o, como mínimo a la deriva de determinada izquierda. “El problema es que cierta izquierda, que ha luchado mucho para que nadie le diga como tenía que vivir, es la que ahora vuelve a pedir que se instale la censura. Estamos ante una actitud puritana que no es propia de la izquierda, ni de la democracia. Decir qué podemos leer o no es una postura paternalista. El hombre libre es aquel que la ley se la da a si mismo. La libertad solo viene de un sujeto autónomo, pero no nos atrevemos a serlo”.
Disciplinas como la propia filosofía o la ética a veces son percibidas como algo sesudo, complicado y solo al alcance de mentes privilegiadas, a lo que Infante opone que “la ética no puede quedar encerrada en la Academia. Se pueden afrontar los problemas del día a día con una mirada ética. Se trata de pensar más allá de los propios intereses e indagar en lo que es el bien, no lo que más me conviene. En cada situación concreta, qué es lo mejor que puedo hacer para que sea bueno para todos. Cuál es la mejor forma de vida es la pregunta fundamental sobre cómo vivir, ahora mismo”, reflexiona.
Si la moral es el territorio, la ética es la geografía y el diálogo es la herramienta para lograrlo. “La verdad ética se establece mediante el diálogo para ir integrando las razones de todas las partes. El diálogo desbroza las razones que tenemos nosostros, para que los otros las examinen. El vecino tiene derecho a discutir y a existir”. Se trata, en definitiva, de que “aquellos que pensamos diferente, lleguemos a acuerdos. Pero ahora mismo no somos capaces”, se lamenta Infante.
En este sentido, el problema es que lo emocional lo invade todo y la “ética implica dar razones, no emociones. Las creencias se basan en persuasiones, no en razones”. El método ético, por llamarlo así, “se parece al científico, al tratar de integrar diferentes razones para convertirse en verdades de la comunidad. Entender que hay una sabiduría igual para todos los seres humanos, del mismo modo que existe una naturaleza humana. La ética sería, en este sentido, el mínimo común denominador que hace que la humanidad avance siempre, porque el diálogo no termina nunca”, añade.


