Un pueblo de India reocupa sus tierras “para salvar a los tigres de los turistas”

Los señores del bosque

La etnia jenu kuruba revela los claroscuros de algunos modelos de conservación de la naturaleza

Un tigre parece hastiado de un safari fotográfico

Un tigre perseguido por turistas a la caza de una buena foto 

Getty

Decenas de familias indígenas de India mantienen un pulso con las autoridades porque quieren “salvar a los tigres de los turistas”. Han regresado a las tierras de las que les expulsaron hace 40 años en la reserva del parque nacional de Nagarhole. Una imagen muy reveladora difundida por Survival Internacional, la voz de los pueblos aborígenes, muestra a un grupo de estos singulares ocupas con fotos de sus familiares.

Son los retratos de los seres queridos que han muerto lejos del hogar y que llevan consigo para que también ellos regresen, aunque sea de forma simbólica. Las expulsiones fueron presentadas en su día como “reubicaciones voluntarias” y fueron aplaudidas por organizaciones de defensa medioambiental, pero informes independientes denunciaron posteriormente que fueron traslados forzosos.

Los 'ocupas', con fotos de sus difuntos

Los 'ocupas', con fotos de sus difuntos 

© Sartaz Ali Barkat / Survival

La excusa del Departamento de Bosques de la India fue que los tigres habían prosperado mucho en la zona y había que preservarlos. Pero si estos grandes felinos no estaban aquí tan amenazados como en otras partes del continente era precisamente por la protección de los adivasis (que significa habitantes originales). Este término engloba a más de 300 comunidades tribales, el 7% de la demografía de India.

Una de las etnias más importantes, y más afectadas por el expolio de tierras, es la jenu kuruba, a la que pertenecen los invasores de Nagarhole. Hasta su nombre es indicador del respeto que sienten por la naturaleza. Jenu kuruba significa recolectores de miel silvestre. Su respeto por las colmenas es el mismo que sienten por el resto de la flora y de la fauna, entre las que tienen sus deidades tradicionales.

Carolina Pearce, la directora de Survival Internacional, sostiene que estos aborígenes “reclaman lo que les pertenece” y “si al Gobierno de India le interesase realmente la conservación de los tigres, no solo permitiría que el pueblo jenu kuruba regresase a sus tierras, sino que le alentaría a hacerlo, porque los informes han demostrado con claridad que los tigres prosperan junto a los indígenas que habitan en sus selvas”.

Parece poco probable que las familias que han regresado a la reserva de tigres puedan permanecer allí, pero al menos han logrado abrirse un pequeño hueco en la atención mediática y han recordado que no todo vale en nombre de la supuesta conservación de la naturaleza. Esta vez han sido los jenu kuruba, pero podrían ser también los chenchu, mising, soliga, baiga, munda, khadia o gond, entre otros.

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El parque nacional y la reserva de Nagarhole, en el estado de Karnataka, se creó en 1983 en lo que hasta entonces había sido el hogar de los jenu kuruba y otros pueblos, reubicados o literalmente expulsados. La mayoría, denuncia Survival, ni siquiera recibieron “el terreno que les prometieron, de poco más de una hectárea”. Los echaron para que no molestaran a los tigres, con los que llevaban generaciones conviviendo.

Se fueron ellos, que en realidad eran los mejores guardianes del bosque, y llegaron infinidad de todoterrenos, camiones, minibuses y autocares para el transporte de turistas y safaris fotográficos. Basava Raju, un anciano jenu Kuruba reasentado a más de cien kilómetros de su hogar en el 2014, declaró a Survival: “Quieren matarnos, matar nuestras raíces en el bosque y matar nuestra cultura y nuestras deidades”.

“Somos víctimas de una injusticia histórica. Nos niegan nuestros derechos sobre nuestras tierras, bosques y el acceso a espacios sagrados. La conservación de los tigres es un plan del departamento forestal y de oenegés conservacionistas para apoderarse de tierras indígenas expulsándonos por la fuerza, pero a su vez abriendo estas mismas tierras al turismo para ganar dinero”, denuncian los recolectores de miel silvestre.

Un comunicado del pueblo jenu kuruba añade: “Ya basta. No podemos seguir separados de nuestros territorios. Queremos que nuestros niños y jóvenes vivan como vivieron nuestros antepasados. Veneramos a los tigres y el resto de la fauna de nuestras tierras, selvas y espacios sagrados. El actual modelo de conservación de la naturaleza se basa en la falsa idea de la vida silvestre y los seres humanos no pueden coexistir”.

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Los partidarios de las reubicaciones alegan que son voluntarias y que se recompensan. Las organizaciones de defensa de los derechos tribales, sin embargo, ven una realidad muy diferente. La comunidad chenchu de la aldea Pecheru, que durante tiempo inmemorial habitó en la actual reserva de tigres de Nagarjunsagar, de casi 3.800 km, en Andhra Pradesh, ha desaparecido casi por completo a raíz de la expulsión.

Una historia parecida pueden contar los khadias expulsados de la reserva de Simlipal, en el estado de Orissa. Desde entonces viven en asentamientos en las lindes de la reserva. Algunos periódicos calificaron la iniciativa como un “modelo exitoso”, pero soslayaron que la población fue reasentada en infraviviendas (muchas veces, cabañas con techos de plástico) y recibió una mínima parte de la compensación prometida.

Fueron expulsados de forma ilegal y obligados a una vida desesperada”

Sophie GrigInvestigadora de Survival

En teoría, la legislación india protege a las comunidades adivasis, pero muchas salvaguardas son papel mojado. La ley de Derechos Forestales reconoce los acuerdos tribales para que las comunidades se sigan beneficiando de los recursos de su tierra, incluso cuando forman parte de un área protegida. Pero de qué les sirve tener la ley de su parte si se arriesgan a recibir un tiro de los guardas forestales, preguntan muchos.

Los gonds y baigas, por ejemplo, tienen vetada la entrada en Khana, una inmensa reserva de tigres de Bengala, en Madhya Pradesh. En su nueva vida, estos adivasis solo encuentran trabajos mal pagados. Muchos malviven haciendo pequeñas tareas para los hoteles cercanos o recogiendo leña en el interior del área protegida, pero en el mejor de los casos “se enfrentan a palizas y multas si son sorprendidos”, lamenta Survival.

Tigre en Rathambore, India

Un tigre en la reserva de Rathambore 

Getty

Dice el biólogo Alex Richter-Boix, autor de El primate que cambió el mundo (Geoplaneta): “Quienes veneran la vida silvestre han demostrado ser grandes aliados en su protección”. El caso de India no es una excepción. La población de tigres, asegura este experto, se ha duplicado en los territorios de estos nativos. Cuando el Gobierno planteó la posibilidad de una reserva de tigres en su tierra, los mishmis se negaron.

Lo peor es que los humanos no son los únicos perjudicados por los excesos proteccionistas. También los tigres. No era una casualidad que tantos pueblos indígenas vivieran en lo que hoy son las reservas de los señores de la jungla. Durante siglos estos pueblos han protegido y cuidado de su entorno mejor que nadie. “¿Qué necesidad había de proteger a los tigres de nosotros, si nosotros no los cazamos?”, dicen los adivasis.

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