La iniciativa de un donante altruista en el hospital del Mar, en Barcelona, ha propiciado una cadena de cinco trasplantes de riñón. No hay muchos casos en España. La Organización Nacional de Trasplantes (ONT) apenas tiene contabilizados 23 en todo el historial. Una minoría, teniendo en cuenta que solo el año pasado se llevaron a cabo en el país 4.047 trasplantes renales, de los que 397 fueron de donantes vivos, quizá en su totalidad con una relación de parentesco o de estrecha amistad con los receptores.
¿Qué motivos tiene Adrià Montoro, vecino de Olesa de Montserrat, que ahora tiene 30 años, para donar un riñón a una persona que nunca conocerá? Y arriesgarse a pasar por el quirófano y a sufrir posibles secuelas. A sus familiares les costó comprenderlo; a sus amigos no tanto, afirma: “Ya saben que soy un poco bicho raro”.
La incompatibilidad entre donante vivo y receptor es frecuente y se evita con los trasplantes cruzados
El hecho es que, gracias al gesto de este chico, cinco vidas se han visto salvadas o significativamente mejoradas. Eso no se lo esperaba ni él. Y tampoco el hospital del Mar, que nunca había tenido una donación altruista en 46 años de trayectoria en trasplantes renales. El centro tiene una lista de enfermos renales en espera de un órgano. A veces puede tardar demasiado para las expectativas y necesidades, de manera que hay pacientes que aportan familiares como donantes.
En este sentido, el hospital tenía en espera de cirugía dos parejas de donante vivo-receptor que eran incompatibles entre cada pareja y también entre los cuatro individuos, de manera que no era posible la opción de trasplante cruzado, un procedimiento bastante habitual, explica Lluís Cecchini, jefe de urología del hospital del Mar. No es una situación extraña. Existe una no despreciable cantidad de potenciales trasplantes de vivo en los que se detecta incompatibilidad entre donante y beneficiario, siendo las principales causas la incompatibilidad de grupo sanguíneo y del sistema HLA, las proteínas responsables de identificar lo propio y lo extraño en el organismo y de propiciar el rechazo a un órgano injertado.
El hospital del Mar contactó con otro centro que también tenía dos parejas de donante vivo y receptor en la misma situación de incompatibilidad. “Aquí entró en la ecuación Adrià Montoro, que deshizo las obstáculos existentes. Cuando introduces un donante altruista aumentan mucho las posibilidades de romper una cadena de incompatibilidades”, indica el doctor Cecchini.
Adrià Montoro es un joven perfectamente sano –como atestigua la multiplicidad de pruebas a que fue sometido–, licenciado en Filosofía, voluntario de Cáritas y que, al margen de dar algunas clases, busca trabajo en mediación y gestión de conflictos. ¿Qué le pasó por la cabeza para dar un riñón a un desconocido?

Adrià Montoro tiene ahora 30 años
“La gente tiene la sensación de que debo sentirme muy bien por haber hecho un acto altruista, pero no lo hice buscando una satisfacción personal”, precisa. “Pienso en Cristo, que ha sido mi inspiración, y se me ha dado la oportunidad de reproducir mínimamente una de las formas más grandes de expresar el amor que he visto nunca. Es como una banda musical de tributo: las hay muy buenas pero nunca tendrán la genialidad de la original. En mi caso es la misma idea, pero no me impulsa la genialidad musical sino el amor, un amor que he buscado durante muchos años”.
Sintió la llamada en una campaña de donación de sangre. “Me apunté y vi qué más se podía donar: médula, plasma, y vi el programa de donación de riñón en vivo. No fue un capricho, vino por mi trayectoria vital. Es una posibilidad que se abre y que decidí seguir”. Montoro fue a informarse a la Organització Catalana de Trasplantaments (OCAT) y decidió dar el paso, eligiendo el hospital del Mar.
Ha sido una oportunidad de reproducir el amor que siento”
“Era consciente de las posibles complicaciones o consecuencias –argumenta–, pero tiras de ilusión y convicción para minimizar miedos y resistencias. Todo fue según me habían dicho: el dolor posoperatorio, los altibajos emocionales... Aunque todo fuera a la baja, si el riñón que me queda tuviera un rendimiento medio-bajo todavía me duraría 70 años”.
El donante, que espera que su generosidad pueda inspirar a otros altruistas, se encuentra perfectamente. Pasará revisión una vez al año en el hospital del Mar y solo le falta que la OCAT se avenga a abonarle, no el importe del riñón, sino los gastos (transporte, aparcamiento) que ha asumido durante el proceso: 350 euros.
Marta Crespo
“Queremos estar muy seguros”
“Dedicamos mucho tiempo antes de aceptar una donación, queremos estar muy seguros”, dice Marta Crespo, jefa del servicio de Nefrología del Mar, con relación a los donantes que tienen un receptor. Desde que Montoro escribió a la OCAT hasta que tuvieron lugar cuatro extracciones de forma simultánea en dos hospitales transcurrieron 10 meses. “Son informados de todos los riesgos para la salud y la ética es importantísima en todo el proceso. Las revisiones físicas y psicológicas son muy exhaustivas”, señala la doctora. Finalmente, el donante confirma su decisión ante un juez, y siempre está a tiempo de revocarla. A raíz de la intervención, Montoro estuvo tres días ingresado y entre 3 y 4 semanas convaleciente antes de recobrar la vida normal. “No hay mérito en mí. Buscaba el amor y la verdad y he sido yo quien ha sido encontrado por el amor y la verdad”, afirma.