Dejemos en paz a Melody

Hace unos pocos días –aunque parece que fue antes de Cristo–, que Melody quedó antepenúltima en Eurovisión. Fue el sábado pasado. Ah, que esto ustedes ya lo saben.

Quizá lo que no sepan es que la sevillana se ha ido a Argentina. Allí tiene a su familia política. La de verdad, se entiende. Avión y manta para poner, no ya tierra, sino todo un océano de por medio entre ella, RTVE y ese público que espera que cuente interioridades de camerino. Pero ella no está para gaitas, ni ruedas de prensa, ni revueltas. Olé ahí.

Mal por Broncano por mofarse de la artista y bien por ella por largarse a Argentina

Se atrevió la diva a plantar al divo Broncano la noche del martes. El presentador se quedó compuesto y sin novia, y vaya si se mosqueó. Perdió los papeles. A las bromitas sin gracia por la reacción de disgusto de la eurovisiva, le siguieron las mofas de un colaborador de La revuelta. Curioso cómo nos llenamos la boca sobre cuán importante es cuidar y proteger la salud emocional, y a la primera de cambio, zas, zas, atizamos.

“Se ha ido a su casa, ha bajado las persianas y esperamos que se recoloque un poco emocionalmente”, concluyó Broncano.

Pobre Melody. No nos riamos más de ella. Ya hablará. Las tortas que devuelve la realidad son terribles. Dejémosla en paz.

Las primeras palabras de Melody a su llegada a Málaga

Melody, vestida casi de camuflaje para pasar desapercibida, a su llegada a Málaga el domingo. 

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Riámonos de Eurovisión. Como se había hecho siempre, hasta que el Gobierno decidió elevar a los altares del Congreso de los Diputados esta pantomima de festival de canciones horteras. Nadie discute que a Melody no le falta talento ni vozarrón. Pero su canción era mala. Y el look Beyoncé, trasnochado. Aunque hiciera de maravilla el pino puente sin perder el tono, Esa diva suena viejuna, y lo viejo pocas veces resulta novedad. Hubiera o no hubiera tongo en el televoto, qué más da.

Pobre Melody. Parece que es de las pocas criaturas de este planeta que ignoraba que las televisiones trituran a la más valiente y poderosa, y que Eurovisión es algo así como una ocasión política que ningún gobierno malogra para impartir doctrina y señalar alianzas. Seas Israel, España, San Marino... o esa Austria que se atrevió con la rareza de un contratenor filipino.

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Susana Quadrado
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Servidora de ustedes se tragó entero Eurovisión. No vi venir que Pedro Sánchez lo convertiría en un asunto de Estado. Sí que el certamen nos serviría momentos estupendos en la redacción de La Vanguardia de la planta 6. “¡Que se carguen ya Eurovisión!”, gritó un colega. “No, nooo”, respondió otro en plan lancero romano. Y así pasó la semana.

Lo mejor fue que gracias al sesudo debate, los de la planta 6 identificamos a nuestro faro eurovisivo. El Sevilla. Efectivamente, el de los Mojinos Escozíos. “Cantamos como nunca, perdimos como siempre”, dijo el sabio Miguel Ángel Rodríguez (nada que ver con el MAR de Ayuso).

Recordó un colega que el cantante de Mojinos era de la opinión de que Melody debía haber competido con su mítico El gorila. Pues puede que sí. En ese instante, la luz se deslizaba con la cadencia de la primavera. Por supuesto, todos dejamos de teclear. Uh, uh, uh.

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