Fatima Ouassak: “A los niños árabes no se les trata como niños, sino como adultos árabes”

Racismo hacia los niños en Francia

La politóloga y activista francomarroquí critica la “desinfantilización” de los niños racializados y la violencia contra las madres en los barrios populares de la periferia de París

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Fatima Ouassak, autora de ‘El Poder de las Madres’, en una imagen tomada en el Hotel Regina durante una reciente visita a Barcelona

Ana Jiménez / Propias

Fatima Ouassak nació en Marruecos, pero se mudó a Francia con sus padres cuando tenía un año. Siendo hija de padres inmigrantes y de clase obrera, así como una madre árabe y musulmana criando a sus hijos en una localidad del área metropolitana de París, asegura poseer una innata resistencia a la opresión. Esta cualidad la ha impulsado a denunciar la violencia y la discriminación de la que tanto ella como sus hijos han sido víctimas en un país con 9,19 millones de inmigrantes (13% de la población total).

En 2016 cofundó el Frente de Madres, una organización que exige un trato igualitario y el respeto a la dignidad de los niños en los barrios populares de Francia, en especial en las escuelas. En 2020 publicó el libro El Poder de las Madres: Por un sujeto revolucionario, en el que resalta el poder revolucionario de las madres e invita, sobre todo a las madres que crían a sus hijos en barrios socialmente desfavorecidos, a convertirse en sujetos políticos que luchen por un sistema más igualitario. 

La desinfantilización consiste en no reconocer los derechos de los niños consustanciales a la infancia

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Fatima OuassakPolitóloga y ensayista
El Poder de las Madres, libro escrito por la politóloga y activista francomarroquí Fatima Ouassak en francés en 2020.

“El Poder de las Madres”, libro escrito por la politóloga y activista francomarroquí Fatima Ouassak, publicado en francés en 2020.

Editorial Capitan Swing

En tu ensayo compartes muchos momentos en los que sufriste violencia como madre: mientras nacía tu primera hija, en el pediatra, en el colegio de tus hijos, etc.. ¿Cuál de todas esas experiencias ha sido para ti la más dura?

Sin duda en el hospital, donde sufrí la llamada violencia obstétrica durante el parto. Se minimizó mi dolor. Creo que como mujeres es algo muy frecuente que una institución ignore totalmente nuestras sensaciones. Nos suelen decir “bueno, este dolor no es nada, seguro es el efecto placebo”. Lo más perturbador de este episodio fue que esa violencia sucedió en el hospital, el lugar al que acudimos por salud y donde se supone que no debería haber racismo y, además, en un momento que debía ser sagrado para mí: durante el parto. 

Criticas lo que llamas la “desinfantilización” de los niños racializados. ¿Puedes explicar qué es, y por qué es un mecanismo de violencia institucional?

La desinfantilización consiste en que a los niños de una categoría concreta se les deja de tratar como niños para tratarlos como adultos de esa misma categoría, que a menudo es una categoría discriminada. Consiste en no reconocer los derechos consustanciales a la infancia y, además, es una forma de racismo.

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Por ejemplo, a los niños árabes no se les trata como niños: se les trata como a los adultos árabes. También es el caso de los niños en Palestina, a quienes se les ha dejado de tratar como niños para empezar a considerarlos “daños colaterales” o “adultos problemáticos en potencia”. La desinfantilización en niños racializados también se ve reflejada en los delitos contra la infancia. En Francia, la mayoría de víctimas de violación son niñas. No estamos hablando de violencia contra las mujeres. Una niña de 14 años que es violada no es una mujer violada, es una niña violada.

¿Cuál es la solución para enfrentar este problema de desinfantilización?

La solución es, definitivamente, política. Para empezar, los padres y madres de las comunidades que rodean a estos niños deben organizarse políticamente por la defensa de los derechos de sus hijos. Desde el Frente de Madres defendemos la idea de que nuestros hijos son niños y se les debe tratar como tales.

Nuestra acción debe apuntar a dos direcciones. Por una parte, debemos decirles a nuestros hijos lo guapos, inteligentes y estupendos que son, y permitirles vivir su infancia. Y esto es muy difícil en comunidades que sufren discriminación porque los niños llevan una carga muy pesada sobre sus espaldas. Por ejemplo, se les suele decir que deben esforzarse el doble.

Y por otro lado, lo que debemos hacer es luchar. Yo me movilizo como adulta para que mis hijos no tengan que hacerlo. Cuanto más nos movilicemos los adultos desde la fuerza política que tenemos, menos tendrán que hacerlo nuestros hijos e hijas. Los padres y madres debemos luchar, debemos movilizarnos para que nuestros hijos no deban hacerlo y puedan vivir su infancia.

El mundo intelectual es un espacio de poder racista que impide la difusión de relatos no blancos

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Fatima OuassakPolitóloga y ensayista

¿En qué situaciones cotidianas percibes discriminación?

Donde más veo la discriminación es en el mundo intelectual. Además de escribir libros, también me dedico a escribir obras de teatro. Y en Francia, el teatro es un espacio de poder cultural y patriarcal. Pero es también un espacio de poder muy racista, en el que se obstaculiza el paso de historias racializadas con referentes culturales racializados.

Hace unos meses escribí una obra de teatro titulada Comme Ali. La obra está basada en la historia de Nahel Merzouk, y la espada que aparece en la portada es el zulfiqar, uno de los símbolos más representativos del islam. Tuve que insistir para que me dejasen poner este símbolo en la portada. Me decían que iba a causar miedo.

Estoy luchando para que la esfera intelectual esté abierta a todo tipo de relatos, no solo relatos blancos. 

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Las “Madres de Plaza de Mayo” se manifiestan frente a la Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina, el 30 de abril de 2017, para conmemorar el 40.º aniversario de su primera protesta

AFP

Bagnolet fue un lugar propicio para desarrollar tu lucha. Aquí en Catalunya también hay zonas con una gran presencia migrante, como Sils, en Girona, o el Raval, en Barcelona. ¿Crees que el modelo del Frente de Madres podría funcionar en otras partes del mundo? ¿Qué elementos habría que adaptar?

Bueno, yo escribí el libro hace cinco o seis años, y desde entonces las cosas han cambiado bastante. Sí que es cierto que Bagnolet era un lugar particularmente favorable por su gran comunidad inmigrante y porque ya tenía una historia de lucha organizada, sindical, etc.

Sin embargo, mientras escribía este libro, ya había otros frentes de madres incluso fuera de Francia. En Bélgica, por ejemplo, se constituyó uno que estaba particularmente organizado. Y en Barcelona también he visto movimientos similares.

Lo que me resulta interesante de Barcelona fue que toda esta eclosión del movimiento antirracista iba siempre muy vinculada a las reivindicaciones de los migrantes. En Francia la cuestión racista suele venir de personas nacidas en Francia, y se considera que la cuestión migrante va aparte. En Barcelona, por el contrario, pude ver que hay un vínculo muy fuerte entre ambas. 

¿Por qué crees que las madres son una fuerza política, capaz de mover masas y enfrentar las injusticias? ¿Es una fuerza que poseen todas las madres, o en especial las que crían a sus hijos en barrios populares?

La historia nos demuestra que las madres tienen un poder político enorme. No lo digo yo, lo dicen los hechos. Tenemos el ejemplo del frente Madres de Plaza de Mayo en Argentina. En Francia también hubo un grupo de madres en la Plaza Vendome que protestó contra los crímenes policiales.

También me gustaría que nos planteáramos el potencial del poder de las madres en la lucha anticolonial, porque es algo de lo que se habla poco. En mi libro hablo de esas madres que, a la hora de preparar la comida o de recoger la cosecha, cuentan historias. Parece que están contando un cuento sobre la tierra, sobre los cultivos, sobre el pan. Pero en realidad, lo que están haciendo es educar a sus hijos en la lucha anticolonial, porque la tierra y el pan simbolizan la dignidad. Ellas hablan con metáforas, y creo que ahí también se demuestra el poder revolucionario de las madres en la vida cotidiana.

Eso es lo que hacen las madres palestinas al educar a sus hijos sobre la liberación de Palestina. Estoy convencida de que las madres en Ucrania, las madres congoleñas y las madres sudanesas hacen exactamente lo mismo. Es importante reconocer esto como una lucha feminista. 

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