Algunos países tratan de limitar la prostitución mientras las fronteras del trabajo sexual se difuminan

Sexo y gigaeconomía

Suecia, como otros países, penalizó los servicios sexuales en la calle y ahora lo quiere hacer en internet; Bélgica, Sudáfrica o Austrialia, en cambio, siguen el camino inverso

Un ordenador muestra el logo de OnlyFans

Un ordenador muestra el logo de OnlyFans 

Jeff Roberson / AP Photo

Durante décadas, Suecia fue considerada el paradigma de la libertad sexual, hasta tal punto que en 1960 el presidente Dwight Eisenhower denunció que su población tendía al “pecado, la desnudez y la embriaguez”. En 1971, siguió los pasos de Dinamarca y se convirtió en el segundo país del mundo en legalizar todas las formas de pornografía. Sin embargo, Suecia se ha mostrado mucho más puritana en lo que respecta a la prostitución, porque en 1999 dio origen el llamado “modelo nórdico” (que penaliza la compra de sexo, pero no su venta) con el objetivo de reducir la demanda y proteger a las mujeres vulnerables. Desde entonces, el modelo se ha extendido mucho. En la última década, lo han adoptado Francia, Irlanda, Israel y el estado estadounidense de Maine; Escocia lo está considerando.

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Ahora Suecia está tratando de trasladar su modelo nórdico del mundo real al mundo digital. Este 1 de julio entra en vigor una nueva ley que penaliza el pago por la pornografía en directo de sitios web como OnlyFans (la conocida plataforma de contenido para adultos), pero no a quienes realizan los actos sexuales en línea. Quienes incumplan la nueva ley se enfrentan a penas de hasta un año de prisión.

La nueva ley llega en un momento en que las trabajadoras sexuales adoptan cada vez más la tecnología y se trasladan a internet. Muchas de las personas que venden sexo físico ya han pasado de ofrecer sus servicios en las esquinas a anunciarse en la red. De modo reciente, la venta de sexo virtual ha cobrado un fuerte impulso.

Comprar servicios sexuales y contenido de tipo sexual se ha vuelto más fácil (y más aceptado) que nunca

Comprar servicios sexuales y contenido de tipo sexual también se ha vuelto más fácil (y más aceptado) que nunca. El 14% de las jóvenes estadounidenses afirma que se plantearía vender contenido en OnlyFans; el 16% aceptaría convertirse en sugar baby y vender compañía (y muy a menudo sexo) a hombres mayores. En mayo de 2024, uno de cada diez adultos británicos que se conectaba a internet visitaba Chaturbate, un sitio web de sexo en directo por webcam. Y los límites de lo que la gente considera trabajo sexual se están difuminando, señala Teela Sanders, de la Universidad de Leicester. En Suecia, el 8% de las chicas de entre 15 y 19 años afirman haber enviado contenido sexual o haberse reunido con alguien para mantener relaciones sexuales a cambio de dinero, a menudo a través de la aplicación de redes sociales Snapchat. En la aplicación de citas gay Grindr, es habitual intercambiar sexo por regalos o drogas. En una época en la que el sexo y las relaciones son a menudo más abiertamente transaccionales, muchos miembros de la Generación Z no consideran en absoluto que lo que hacen sea un “trabajo sexual” (a diferencia, por ejemplo, del trabajo en burdeles, que suele percibirse como más explotador). Solo el 56% de los británicos de entre 18 y 25 años afirma que el sugar dating cuenta como trabajo sexual, frente al 70% de los mayores de 65 años.

Esos cambios plantean dos cuestiones importantes. ¿Funciona el modelo sueco en el mundo real? ¿Debe aplicarse también al trabajo sexual virtual? Los defensores del modelo nórdico en relación con la prostitución tradicional argumentan que la compra de sexo es siempre explotadora y que las restricciones no sólo son necesarias para proteger a las personas vulnerables, sino también para acabar con la demanda. En esto se remiten a las opiniones abolicionistas de la década de 1920, cuando la Sociedad de Naciones envió agentes encubiertos a infiltrarse en burdeles, donde encontraron ejemplos de mujeres extranjeras en servidumbre por deudas. Esos informantes negaron la autonomía de las trabajadoras sexuales sobre sus propios cuerpos y declararon que muchas eran “mentalmente anormales” y de “herencia y entorno deficientes”. Aunque las actitudes se han suavizado desde entonces, parte del estigma y la negación de la autonomía persisten en el modelo nórdico, que se basa en la idea de que muchas prostitutas se dedican al trabajo sexual debido a abusos sufridos durante la infancia o a la pobreza, no por libre elección, y que deben ser “rehabilitadas”.

Los detenidos están acusados de inducción a la prostitución, inducción al aborto, coacciones, extorsión y amenazas.

Varios países han penalizado no a quien cobra por sexo sino a quien paga por él 

Profimaximus / Terceros

Sin duda, hay muchas personas como Samuel Vahlund que acaban siendo trabajadores sexuales. Vahlund cayó en la prostitución después de que el acoso infantil y una agresión sexual traumática destruyeran su autoestima, y porque necesitaba dinero para comprar drogas. En aquel momento, creyó estar consintiendo, pero se disociaba durante las relaciones sexuales con otros hombres. “Me odiaba a mí mismo”, cuenta.

Y parece que se dan tendencias similares entre muchas de las personas que participan en el trabajo sexual en línea. Meghan Donevan, investigadora de Talita, una organización benéfica sueca, entrevistó a 120 personas que habían aparecido en “pornografía comercial”. De ellas, el 88% había sufrido abusos sexuales durante la infancia y el 69% había intentado suicidarse. El trabajo sexual virtual también crea la posibilidad de otros tipos de daños. En miles de “estudios” webcam en toda Colombia, las mujeres trabajan en turnos de 12 horas transmitiendo desde cubículos estrechos y a menudo sucios, y sólo se quedan con una parte de sus ganancias. Es habitual la práctica del doxeo, que consiste en publicar información personal en Internet. “Conozco a mucha gente que prefiere los servicios sexuales tradicionales porque son más seguros”, afirma una trabajadora sexual italiana.

El gobierno sueco sostiene que el trabajo sexual virtual también conlleva riesgos y que, por tanto, debe recibir el mismo trato legal que el sexo real

El gobierno sueco sostiene que, dado que el trabajo sexual virtual también conlleva riesgos, debe recibir el mismo trato legal que la venta de sexo real. Además, según Nina Larsson, ministra sueca e Igualdad de Género, la “prostitución digital” puede ser una “puerta de entrada” a la venta de sexo en persona. ¿Tiene fundamento semejante argumento?

Los defensores del modelo nórdico actual alaban la disminución del porcentaje de hombres suecos que afirman haber pagado por sexo, que ha pasado del 14% en 1996 al 9% en 2017. También señalan la disminución de la prostitución callejera como prueba de su éxito. Sin embargo, eso bien podría deberse a que el trabajo sexual se ha trasladado a la clandestinidad o fuera del país. El gobierno estima que el 80% de los hombres suecos que pagan por sexo lo hacen cuando están en el extranjero. Janna Davidson, relatora nacional de Suecia sobre la trata de personas y la prostitución, sostiene que el efecto más importante del modelo nórdico ha sido normativo: los suecos son mucho más propensos que sus homólogos de los países ricos a afirmar que la prostitución no puede “estar nunca justificada”.

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Pancarta a favor de abolir la prostitución en una manifestación con motivo del Día de la mujer  

Daniel González / EFE

Sin embargo, hay pocas pruebas sólidas de que el modelo nórdico esté logrando sus principales objetivos de proteger a las trabajadoras sexuales vulnerables o de reducir de forma duradera la demanda; sobre todo, teniendo en cuenta que una proporción cada vez mayor de los hombres que presuntamente han comprar servicios sexuales son menores de 30 años. Peor aún, las políticas vigentes desde 1999 pueden haber distraído a las autoridades de la reducción de los aspectos verdaderamente perjudiciales del comercio sexual. Eso se debe a que a la policía le resulta a menudo más fácil detener a los clientes que perseguir a los proxenetas y traficantes. Las denuncias por compra de servicios sexuales han aumentado en Suecia, pero en 2024 no se dictó ninguna condena por tráfico de personas.

Lejos de proteger a las personas vulnerables, las leyes vigentes podrían estar perjudicándolas. La estigmatización del trabajo sexual hace que las prostitutas y sus clientes sean menos propensos a buscar tratamiento para las infecciones de transmisión sexual. Las inmigrantes, que pueden representar entre el 70% y el 80% de quienes venden sexo, son especialmente vulnerables; y es que, aunque la venta de sexo no está tipificada como delito, sí puede ser motivo de deportación. Paulina Bolton, coordinadora de investigaciones sobre prostitución y trata de personas en la Agencia Sueca para la Igualdad de Género, admite que el apoyo a las víctimas es insuficiente. 

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La Alianza Europea por los Derechos de las Trabajadoras Sexuales afirma que la nueva ley sueca “aislará aun más a las trabajadoras sexuales, en particular a las migrantes y a las personas trans”. Además, será difícil de aplicar. En lugar de expandir el modelo nórdico a internet, Suecia debería buscar mejores alternativas, tanto para el mundo real como para el digital.

Recientemente, se ofrecieron en una iglesia de Bruselas lubricantes, preservativos y folletos con títulos como ¿Así que sales con una trabajadora sexual? y Salud anal. El acto, organizado por el sindicato belga de trabajadoras sexuales para conmemorar el Día Internacional de las Trabajadoras Sexuales, concluyó con la actuación de una dominatriz, que se desnudó delante del altar antes de hipnotizar a los asistentes con sus látigos.

En 2022, Bélgica se convirtió en el primer país europeo en despenalizar por completo el trabajo sexual (y el segundo del mundo después de Nueva Zelanda). El pasado mes de diciembre, concedió a las trabajadoras sexuales derechos laborales formales que les dan accesos a bajas por enfermedad, subsidios de maternidad y pensiones y que también obligan a los burdeles a obtener una licencia y a cumplir las normas de salud y seguridad. En los últimos años, los estados australianos de Victoria y Queensland han despenalizado el trabajo sexual; Sudáfrica y Tailandia han elaborado proyectos de ley similares. A diferencia del modelo nórdico, ese enfoque cuenta con el apoyo de muchos académicos, que argumentan que la despenalización total ayuda a reducir el estigma, disuade el acoso policial y contribuye a separar a las personas que ejercen el trabajo sexual por voluntad propia de las que lo hacen bajo coacción.

Varios países impulsan iniciativas para dotar de derechos laborales a quien se dedica al trabajo sexual

Andrea, una trabajadora sexual (cuyo nombre hemos cambiado), atiende a uno o dos clientes a la semana en Bruselas. Insiste en que no es la “víctima” que los abolicionistas dicen que es: “Todos nos vemos obligados a vendernos para vivir”. El trabajo sexual le da más autonomía y libertad que ser camarera, afirma. Aun así, la prostitución ha sido durante mucho tiempo una profesión con pocos derechos y protecciones. Eso quedó patente durante el primer confinamiento provocado por la covid-19, un momento en que muchas trabajadoras sexuales tuvieron que depender de paquetes de comida. Cuando el gobierno obligó a usar mascarillas, sábanas desechables y medidores de dióxido de carbono en los burdeles, aquello fue un primer paso hacia el reconocimiento oficial. En Sudáfrica, la mayor comprensión hacia quienes venden sexo permitió en 2022 al gobierno presentar un proyecto de ley para despenalizar la prostitución. En 2023, Costa Rica reconoció el trabajo sexual como trabajo. Las trabajadoras sexuales recibieron un código fiscal y ahora pagan el IVA. Aun así, el cambio puede ser lento. En Bélgica, sólo se han expedido un puñado de permisos. Andrea no se ha registrado como trabajadora sexual debido al papeleo y los gastos fiscales, afirma. Si bien la legalización del trabajo sexual físico tiene muchos beneficios, desde la reducción de la violencia contra las trabajadoras sexuales y un mejor acceso a los servicios médicos (lo que mejora su salud y la de sus clientes), también precisa de regulaciones sensatas para proteger los derechos de las trabajadoras, afirma José Estrada Castro, un abogado que defendió las reformas en Costa Rica. Un proyecto financiado por la Unión Europea está ayudando a redactar una ley que consagre los derechos laborales de las trabajadoras sexuales limitando, por ejemplo, las ganancias de terceros y permitiendo a las trabajadoras rechazar clientes o actos.

Ampliar las protecciones al trabajo sexual en línea es algo más complicado. Sin embargo, cualquier experimento de regulación debe partir de las pruebas observadas, que, aunque incompletas, apuntan a que el trabajo sexual virtual puede ser más seguro y dar más autonomía a sus practicantes que el físico. Como muchos otros trabajos, los dos tipos tienen riesgos. La regulación debe minimizarlos y permitir la innovación.

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Traducción: Juan Gabriel López Guix

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