Un persistente olor a humo invadía hoy la residencia de la tercera edad Cal Tomeu, en Cabanabona, una de las localidades de la Segarra afectadas por el fuego iniciado ayer en Torrefeta i Florejacs, que ha calcinado 5.577 hectáreas, la mayoría agrícolas, según el recuento provisional realizado por Agents Rurals. Montse, una de las trabajadoras de este centro, cuenta que alertados por las llamas y la humareda que penetraba en el interior del edificio colocaron mascarillas a los 50 residentes, uno de los cuales está a punto de cumplir los 100 años. Atemorizados por la situación y por la fragilidad de los residentes aguardaron varias horas confinados en el comedor, a la espera de que les avisaran de que ya no había peligro. Hacia las 11 de la noche pudieron ir a sus habitaciones y descansar. A pocos metros de Cal Tomeu reside Josep Torra, granjero y agricultor jubilado que ha sufrido pérdidas en sus campos, como tantos otros vecinos de la Segarra, que estos días han empezado a recolectar el cereal.
Josep Torra, esta tarde en la zona afectada
Torra cuenta que su familia evita las horas más tórridas para salir a cosechar y así minimizar riesgos de incendio. En su memoria guarda el recuerdo del fuego del 2009, que afectó una superficie similar, unas 5.000 hectáreas, en los mismos parajes. La primera hipótesis que manejan los investigadores, el cuerpo de Agents Rurals y los Mossos d’Esquadra, sobre la causa de este siniestro es la chispa desprendida por una máquina que cosechaba cebada, en una finca de Patamolls de Granollers, en Torrefeta i Florejacs, extremo todavía sin confirmación oficial. El martes se había decretado el nivel 3 del Pla Alfa, que determina “peligro muy alto de incendio forestal”. En tal situación cabe comunicar la realización de labores agrícolas con este tipo de maquinaria a los Agents Rurals, trámite que el propietario habría realizado.
Josep Torra comenta que ahora es época de recolectar el cereal y que la normativa obliga a los agricultores a llevar extintores y agua para sofocar posibles fuegos, además de comunicar la zona exacta en la que se desarrollará la actividad.
Los bomberos sacando agua del canal Segarra-Garrigues
“En el pasado he tenido algún pequeño susto, y ahora, cuando llegamos a estas temperaturas, a 40 grados, no salimos al campo; en las horas de más calor no se debería trabajar”, reflexiona junto a la residencia Cal Tomeu, apoyado en un pared de hiedra cubierta de cenizas negras. Al otro lado de la calle todavía se ve humo y asoma alguna pequeña llama de una construcción que albergaba balas de paja. A Josep también se le ha quemado un almacén con cereal, pero, entristecido, prefiere no tocar este tema. Afortunadamente ha salvado la granja de cerdos “gracias a un cambio en la dirección del viento”. Las lluvias de esta primavera han alumbrado una producción excelente, había mucho optimismo tras tres temporadas nefastas por la persistente sequía en esta tierra de secano.
“La tarde de ayer llamé a mi mujer para que se encerrase en casa, yo estaba en la granja y mi hijo salió con el tractor a labrar para hacer cortafuegos, como muchos otros vecinos. Las llamas rodearon el pueblo”, explica Josep señalando la pista que enlaza Cabanabona con Coscó, uno de los núcleos del municipio de Oliola, en la Noguera. Fue en Coscó donde perdieron la vida dos personas, el propietario de una explotación ganadera y un trabajador. El primero habría ido en ayuda del segundo, que se encontraba mal por el humo, pero en un momento determinado de la marcha pararon, salieron del coche y ya no pudieron volver a subir. El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, que esta mañana se ha desplazado al centro de operaciones instalado en Guissona, ha declarado jornada de duelo mañana en Catalunya por estas dos pérdidas.
Vecinos de Torrefeta i Florejacs contemplan esta tarde el impacto del fuego
Este es el fuego más devastador de este año: la mayoría de las 5.577 hectáreas calcinadas son agrícolas, de cereales, aunque también hay un porcentaje todavía por determinar de masa forestal.
El humo penetró en una residencia de la tercera edad; lo abuelos se protegieron con mascarillas
El jefe de Bombers de la Generalitat, David Borrell, ha reiterado hoy que nos encontramos ante una nueva era de incendios terribles, de sexta generación y consecuencias imprevisibles. Primero, a las 14:30 horas de ayer, saltó la alarma por el fuego de Sanaüja (Segarra), que logró controlarse al caer la medianoche, pero lo más grave estaba por llegar con el de Torrefeta i Florejacs, del cual se dio aviso pasadas las cinco de la tarde. La virulencia de las llamas superó la capacidad de extinción de los bomberos y en tales condiciones solo cabe velar por la seguridad de la población con el confinamiento y de todos los efectivos. Borrell subraya el comportamiento errático del fuego, con una velocidad punta de 28 kilómetros por hora, una de las más elevadas registradas nunca en Europa, con vientos que alcanzaron los 120 km/h y con un pirocúmulo que se elevó más de 14.000 metros hasta desplomarse. Un pirocúmulo es una nube de tormenta causada por el fuego intenso de un incendio.
Borrell añade que “la influencia de las tormentas cercanas lo complicó todo”, pero que al empezar a caer la lluvia se vio la luz al final del túnel y, pasadas las 22.30 de la noche, se pudo estabilizar el fuego. La previsión era darlo por controlado a última hora de la tarde de hoy, una vez sofocadas las humaredas que todavía afloraban en las comarcas afectadas, la Segarra, la Noguera y el Urgell, pero no ha podido darse este paso hasta las 22:08 horas. En un comunicado, los Bombers de la Generalitat piden extremar la prudencia ante un verano “en el que habrá fuegos muy rápidos”
Los bomberos han dado por controlado el incendio a las 22:08 horas, pero piden extremar la prudencia ante un verano “en el que habrá fuegos muy rápidos”
“Los fuegos no son como antes. Cuando te explican cómo evolucionan, se te pone la piel de gallina. Son incendios muy peligrosos”, ha manifestado Salvador Illa, en su visita al centro de operaciones habilitado en el polideportivo de Guissona. El president recuerda que ante este tipo de sucesos, por más recursos que se pongan, la intensidad de las llamas supera la capacidad de los efectivos para combatirlas. “La estrategia es protegerse y minimizar los daños”, remarca. El confinamiento del martes afectó a unos 14.000 vecinos de una decena de localidades hasta poco después de las 11 de la noche.
Hoy se han empezado a evaluar los daños, desde cosechas destruidas y casa y almacenes quemados. En función de los resultados, la Generalitat estudiará si se articula alguna ayuda.
Illa insiste en que los fuegos actuales no son como los de antes, los de hace 20 años, “son mucho mas peligrosos” y avanzan muy deprisa. “La gente lo ve lejos y dice, ‘tengo tiempo’. No, no tienes tiempo de nada. El fuego va muy rápido”, ha comentado a la vez que ha advertido que este será un verano “complicado”.
Josep Torra constata que cuando en su pueblo, en Cabanabona, divisaron el humo, lo vieron muy, muy lejos, pero que en menos de dos horas el pueblo ya estaba rodeado por las llamas. “Había una gran humareda y muy poca visibilidad y de pronto se vio en el cielo algo como un tornado; hubo un cambio en el viento y el fuego avanzó en dirección a Agramunt”, describe el ganadero.
Josep Torra, agricultor: “Había muy poca visibilidad y de pronto se vio en el cielo algo como un tornado”,
La pista que enlaza Cabanabona con Coscó, de unos 6.5 kilometros, muestra a ambos lados el impacto del incendio. Todo quemado. Campos de cereal por recolectar y el leve rastro de montículos de paja de los que todavía emanaba ayer un inquietante humo. Un panorama desolador.
Una humareda negra también tomó Coscó, relata un vecino, Ramon. “A las dos llegué a casa después del trabajo y vi el fuego de Sanaüja, comí, hice una siesta y hacia las 18.30-19 horas ya había llegado al pueblo el segundo incendio, los agricultores salieron con los tractores para hacer cortafuegos”, explica Ramon lamentando la muerte de los dos hombres que no pudieron escapar de las llamas.


