Para ser una pareja que se ha divorciado tres veces, Yukari Uchiyama y Yukio Koike se llevan la mar de bien. Esos dos profesores residentes en la ciudad de Nagano, en el centro de Japón, nunca han dejado de quererse. Sin embargo, se han separado legalmente varias veces para eludir una ley que obliga a las personas casadas a tener el mismo apellido. La mayor parte del tiempo, la pareja convive felizmente sin estar casada. Cada vez que tienen un hijo, vuelven a casarse (porque así es más fácil inscribir el nacimiento) y luego se divorcian de nuevo.
En muchos países, las parejas casadas se enfrentan a la presión social para adoptar un único apellido. Japón es uno de los pocos lugares que lo establece por ley. En mayo, los políticos debatieron proyectos de ley presentados por los partidos de la oposición con el objetivo de cambiar el sistema. Al final, el escepticismo del Partido Liberal Democrático (PLD) gobernante impidió que se aprobara una ley nueva. Sin embargo, la oportunidad perdida no ha hecho más que animar a los defensores de la reforma a redoblar sus esfuerzos. Las encuestas apuntan a que unos políticos chapados a la antigua se resisten al sentir de la mayoría de los japoneses.
Las normas japonesas no exigen explícitamente que sea la mujer quien adopte el apellido del marido; pero, en el 95% de los casos, así es como las parejas deciden cumplir la ley. “Cuando nos casamos, todo el mundo dio por sentado que yo adoptaría el apellido de mi marido. Nadie me preguntó si él iba a usar el mío”, dice Uchiyama. La medida causa resentimientos a medida que las mujeres ganan terreno en el mundo laboral. Los cambios de apellido son un incordio para las personas que se han esforzado para labrarse una buena reputación. Usar un apellido en los documentos legales y otro en la oficina es factible, pero da lugar a confusiones. Keidanren, el mayor grupo de presión empresarial de Japón, afirma que el statu quo “obstaculiza el avance de las mujeres”.
Algunos analistas creen que el cambio de la supondría incluso un incremento de la natalidad
Los activistas no se detienen ahí. Afirman que la eliminación de las normas sobre los apellidos también ayudará a evitar que desaparezcan los menos comunes. Un estudio señala que, con el tiempo, todos los japoneses acabarán compartiendo el apellido más común del país (Sato). “Si los políticos se llaman conservadores, deberían trabajar para preservar los apellidos japoneses raros y únicos”, afirma Kono Taro, miembro reformista del PLD.
Un último argumento es que la reforma podría ayudar a aumentar la bajísima tasa de natalidad de Japón. Morihana Eriko, una joven tokiota de 29 años, afirma que la idea de renunciar a su apellido le hizo dudar antes de dar el sí quiero (su apellido combina los caracteres que significan “bosque” y “nariz”, y sólo lo comparten unos cientos de personas). Un estudio realizado por la ONG Asuniwa concluye que permitir conservar sus apellidos podría animar a unas 590.000 personas que actualmente conviven en pareja a contraer matrimonio legal. En Japón, los fuertes estigmas sociales desalientan los nacimientos fuera del matrimonio, por lo que es probable que la medida también contribuya a un aumento de la natalidad.
Más de la mitad de los japoneses están a favor de flexibilizar la norma, según un estudio fiable. Muchos políticos también apoyan el cambio. El problema es que los reformistas del PLD son reacios a desafiar al ala más dura de su partido; en especial, antes de las elecciones al Senado que se celebrarán en este mes. Los partidarios de la línea dura afirman que la liberalización de las normas confundirá a los niños y debilitará los lazos familiares. A finales del año pasado, el periódico de derecha Sankei Shimbun preguntó a varios niños cómo se sentirían si los miembros de su familia empezaran a usar apellidos diferentes. Según el periódico, el 49% respondió que no les gustaría.
La cuestión se ha convertido en un símbolo para una parte de la derecha política japonesa, afirma Miura Mari, de la Universidad Sofía de Tokio. “Cuanto más pide el público un cambio, más se empeñan en bloquearlo.” Los apellidos maritales fueron un tema candente en una reciente reunión organizada por Nippon Kaigi, un grupo ultraconservador vinculado al PLD. Los esfuerzos por cambiar las normas sobre los apellidos podrían “destrozar los valores tradicionales y destruir el país”, insistió un vehemente orador. Y tildó la idea de “complot comunista”.
© 2025 The Economist Newspaper Limited. All rights reserved
Traducción: Juan Gabriel López Guix