Adolescentes: ellos, hartos del discurso de la igualdad; ellas, más feministas

Jóvenes y feminismo

Un estudio cualitativo detecta que la opinión sobre la igualdad ya se polariza a los 15 años

Students strike against patriarchal, racist, capitalist violence and the advance of the far-right in Madrid, Spain, on March 7, 2025. (Photo by Juan Carlos Lucas/NurPhoto via Getty Images)

Las adolescentes, que han asumido los valores igualitarios en mayor medida, temen el retroceso de sus compañeros

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Los últimos sondeos ya daban la alerta: los chicos jóvenes están abrazando discursos neomachistas y las chicas nunca había sido más feministas. Una encuesta del Institut de Ciències Polítiques i Socials revelaba en 2024 el desplome del apoyo al feminismo de los chicos de 18 a 24 años. En 30 años, los chicos que apoyan el feminismo han pasado de 7 a 4 de cada diez. En este periodo, las chicas han subido de 6 a 8.

A partir de estas cifras, el instituto, un consorcio entre la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y la Diputación de Barcelona, quiso saber qué pasaba en edades inferiores, a los 14 y 15 años, cuando se está forjando la personalidad y se asientan los valores. Son jóvenes que ya han crecido juntos en igualdad. El resultado es que mientras ellas creen que todavía queda por luchar (especialmente en violencia sexual), ellos están hartos del feminismo.

Unos y otras tejen relaciones de confianza y confirman creencias con personas de su mismo género, viviendo realidades paralelas. Como señala María Freixanet, una de las tres autoras del estudio (los otros dos son Jana Pous y José Berna) “ya no comen pipas juntos en la plaza, pasan mucho tiempo solos, con sus pantallas, y unos y otras acaban compartiendo sistemas de valores distintos”.

El estudio, de carácter cualitativo, se ha basado en las opiniones de 239 estudiantes de 4º de la ESO de 9 institutos de la provincia de Barcelona. Se han dividido en tres grupos de discusión, uno compuesto sólo por chicas, otro por chicos y un tercero mixto (donde las opiniones no se han polarizado tanto).

Investigadores

“El antifeminismo de ellos es discursivo: friegan los platos como sus hermanas y más que sus padres y que sus abuelos”

Se les preguntó: “¿Vives en una sociedad igualitaria?”. Todos levantaron la tarjeta roja. Ellas para decir que aún quedaba mucho por hacer; ellos para señalar que los discriminados son ellos. Éstos consideran que el feminismo fue útil en el pasado (“las mujeres pueden votar”), pero que ha llegado demasiado lejos. Se sienten víctimas de los cambios sociales, que promueve privilegios para las mujeres, que buscan la venganza y la dominación. Presuponen que la igualdad legal es un hecho (incluso algunos reproducen discursos falsos de la manosfera sosteniendo que hay más de 400 leyes que favorecen a las mujeres) por lo que cualquier acción positiva es considerada un abuso.

Este malestar es percibido por las chicas “y no nos ayuda”, señalan. Por tanto, se muestran feministas, sí, pero “como las de antes”, “de las que no odian a los hombres”, no “feminazis”. Incluso deploran estrategias de discriminación positiva como las cuotas porque “hay que llegar si te lo mereces”. Obvian las desigualdades no visibles (cuidados, salarios,... etc.), pensando que a ellas no les pasará, y sólo emergen en ejemplos de las jugadoras del Barça (“sus partidos en peores horas y cobran menos”).

Ellos se sienten más cómodos con otros chicos. En cuestiones de humor, por ejemplo. Lamentan que ellas no se ríen de sus bromas y que se ofendan de sus chistes, cosa que no sucede con sus amigos varones con los que, incluso, pueden ejercer algo de violencia física y “no pasa nada”. Efectivamente, en el grupo de chicas se confirma que “las bromas de ellos no tienen gracia” y que a las niñas se les enseña a respetar a los chicos y, al revés, no sucede lo mismo.

La violencia sexual es la preocupación principal para las chicas. Todas relatan o conocen ejemplos vividos, en un abanico amplio. Temen padecerla en el futuro, en cualquier sitio, por cualquiera. El miedo y el estado de alerta compartido las conecta.

Ellos reconocen que la violencia sexual es un problema y la censuran. Piensan que existe mucha impunidad y que habría que endurecer los castigos. Al mismo tiempo, la minimizan. Les preocupa que un día puedan ser acusados injustamente y eso les marque la vida. En cambio, en el terreno de las relaciones sexuales, las estudiantes se quejan de que ellas se sienten presionadas para asumir prácticas que no desean y que relacionan con la pornografía.

Respecto a las redes sociales, que es su plaza pública, mantienen más distancia crítica de lo que socialmente se cree. Incluso expresan que hay cosas que “nos debería llegar más tarde”.

Los autores del estudio han observado que las chicas construyen sus relatos de desigualdad en base a sus experiencias mientras que los chicos reproducen discursos de las redes. Así, el antifeminismo es discursivo. “En realidad, friegan los platos como sus hermanas, mucho más que sus padres y, desde luego, que sus abuelos. Es un aprendizaje igualitario”.

Los discursos aprendidos deben combatirse con más educación. “Pintar un banco de morado o escuchar a un conferenciante que pega la chapa y les dice cómo tienen que pensar bien no cala”. En los institutos donde se ha trabajado los temas de género, basándose en conflictos reales entre ellos, son en los que se detecta más reflexión, menos comentarios o actitudes machistas.

En el grupo mixto, la confrontación de ideas ha provocado empatía. “Es injusto porque tenéis más privilegios”, dice un joven. “¿Privilegios es salir por la noche con miedo?”, responde una chica. Y un dato a tener en cuenta, según los investigadores, los chicos varones han agradecido, tras cada sesión, haber sido “escuchados”.

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