Las temperaturas extremas y las catástrofes provocadas por inclemencias meteorológicas, como incendios o inundaciones, impactan en la salud mental de la población y provocan un incremento de las atenciones a personas con ecoansiedad. “Estos últimos meses de junio y julio han sido especialmente complicados en estos temas”, se afirma desde el Parc Sanitari Sant Joan de Déu, en alusión a las temperaturas de récord, la sucesión de incendios forestales alentados por el calor y las inundaciones en diferentes puntos, como las que afectaron a la operatividad del hospital de Vilafranca del Penedès.
“El motivo de las consultas no es la ecoansiedad, pero sí nos encontramos con que, en épocas de temperaturas extremas y cuando hay noticias sobre catástrofes climáticas en las redes sociales, es una preocupación que se instala en las narrativas del malestar de la gente que atendemos”, explica Laura Sánchez, psicóloga clínica del centro de salud mental de adultos de Ciutat Vella (CSMA). “Es decir, la angustia por el cambio climático o por la preocupación por el futuro no sería el principal motivo de consulta de los pacientes; vienen por otro motivo y además plantean esto”, precisa.
Laura Sánchez: “La experiencia del calor se parece a la experiencia sintomática de la ansiedad”
La ecoansiedad se define como la angustia ocasionada por el temor a que se produzca un cataclismo ambiental a consecuencia del cambio climático, y puede provocar dificultades graves para afrontar el día a día. Este malestar psicológico aparece en perfiles muy diversos, pero es más frecuente en personas jóvenes o con mayor concienciación medioambiental, que puedan estar preocupadas por el factor futuro y por cómo pueden contribuir al medio ambiente, apunta la psicóloga.
Según Sánchez, en las circunstancias actuales, “el calor genera cambios en la vida de la gente, aumenta el aislamiento porque cuesta más salir de casa. La experiencia del calor nos dicen que se parece mucho a la experiencia sintomática de la ansiedad y acaban confundiéndose un poco”.
La situación es preocupante, afirma, porque el previsto incremento de las catástrofes climáticas repercutirá de forma proporcional en la salud mental de la población. En este sentido, la psicóloga propone acciones preventivas generales (creación de espacios frescos y seguros, garantizar la hidratación o campañas de sensibilización) y personales para adaptarse al nuevo paradigma climático: participar en acciones comunitarias que permitan sentirse parte de la solución (limpiezas de parques, plantación de árboles), pasar tiempo en la naturaleza o limitar el tiempo de exposición a las noticias para evitar la sobrecarga informativa y la sensación de catastrofismo.

Los jóvenes están más expuestos a sufrir ecoansiedad
Por otra parte, Sánchez sugiere fomentar la conexión social y los espacios de diálogo y apoyo emocional donde puedan expresarse las preocupaciones y emociones relacionadas con el cambio climático.
Por último, la psicóloga insta a aceptar las propias contradicciones: “Reconocer que no siempre se puede hacer todo lo que quisiéramos para proteger el planeta y que está bien tener limitaciones. Aceptar estas contradicciones puede ayudar a reducir la culpa y el estrés”. Lo más importante, concluye, es “encontrar un equilibrio entre la preocupación por el futuro y la vida presente”, a lo que pueden contribuir tanto los profesionales de la salud mental como el entorno de la persona angustiada.