Joan Callau falleció el pasado domingo en el hospital de Can Ruti, en Badalona. Durante dos años estuvo combatiendo una enfermedad demoledora con ese buen ánimo que le caracterizaba. De vez en cuando, incluso en estos últimos meses, todavía enviaba mensajes de ánimo a los demás cuando daba con algo interesante “¿Ep, ja has vist això? ¡Bones noticies!”. Siempre buenas noticias.
Como mucha gente en Sant Adrià, Callau no había nacido en el municipio, ciudad de la que fue alcalde entre 2013 y 2021. De hecho, procedía de Santa Coloma de Queralt donde nació en 1959 y donde paso su infancia y su adolescencia. De ahí la excelente pronunciación catalana que siempre le caracterizó. Una rara avis en un municipio donde la lengua, sea la que sea, es mestiza. En ocasiones, en las conversaciones más distendidas, le salía un deje extraordinario que, combinado con velocidad endiablada al hablar, obligaba a sus interlocutores a pedir clemencia. ¡Más lento, Joan!
Maestro de profesión, nació en Santa Coloma de Queralt y llegó a Sant Adrià donde ya obtuvo acta de concejal en 1995
Llegó a Sant Adrià con algo más de veinte años, acabado el magisterio. Trabajaba en Barcelona pero buscaba una casa. En Sant Adrià conoció a Laura, su esposa, con la que tuvo dos hijos. Se instaló en la ciudad en aquellos años y muy pronto se acercó al Partit dels Socialistas en el que ha militado toda su vida. Hizo oposiciones como técnico en educación pero en 1995 ya era concejal.
El Sant Adrià de aquel entonces no era el de ahora. En los años ochenta, la crisis irreversible de un modelo industrial periclitado había dejado un paisaje desolado. Viejas fábricas sin uso, solares vacíos y mucho paro entre quienes habían llegado a la ciudad veinte o treinta años antes para vender su fuerza de trabajo. El impulso de los Juegos Olímpicos de 1992 casi pasó de largo. Sant Adrià tendría que esperar al Forum de les Cultures de 2004 para sacarle partido. Joan Callau –con Sito Canga al frente de la alcaldía– fue el concejal de urbanismo de Sant Adrià que asumió el reto de defender los intereses de su municipio en aquella descomunal operación orquestada y financiada desde Barcelona.
El frente litoral de poniente en Sant Adrià, el Port Forum y más adelante la reordenación del sector de la Catalana en el margen derecho del río Besos son, en buena medida, el legado del alcalde Callau en la ciudad.
Un legado al que seguramente –como a todos los que le precedieron y le han seguido en el cargo– le habría gustado añadir haber logrado arrancar al barrio de La Mina de su propia condena histórica. A Callau siempre le entristeció no haber conseguido romper la condición hereditaria de la pobreza que carcome algunos bloques del barrio.
Sus mandatos como alcalde no fueron nada fáciles. En su primer año, en 2013, hubo de hacer frente a las demoledoras consecuencias de la crisis financiera. Muchas gente sin casa y mucha casa, hipotecada, sin gente. Mucho pequeño negocio cerrado. Un desastre que alumbró nuevas corrientes políticas. Algunas han desaparecido ya, otras siguen en proceso de vertiginoso crecimiento. El color rojo del cinturón metropolitano mudó. Joan vivía todo aquello con inquietud. En 2021 cedió el bastón de alcalde a su sucesora, la también socialista Filo Cañete. Gobierna con mayoría absoluta.