El mundo está ganando la guerra contra el cáncer

Salud

El progreso ha sido notable: las tasas de mortalidad han disminuido muchísimo y es probable que lo sigan haciendo

Scientists work in a laboratory of the new International Agency for Research on Cancer (IARC), part of the World Health Organization (WHO) on the day of its inauguration, in Lyon, central eastern France, on May 12, 2023. (Photo by JEFF PACHOUD / AFP)

Laboratorio de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer, parte de la OMS, en Lyon 

JEFF PACHOUD / AFP

En 1971, Richard Nixon, entonces presidente de los Estados Unidos, anunció la declaración de una “guerra contra el cáncer”. Sólo dos años antes, el programa Apolo había combinado gran ciencia y gran gobierno para llevar a astronautas a la Luna, por lo que las esperanzas eran altas. Algunos médicos optimistas hablaban de hallar una cura en pocos años.

Se equivocaron. Hoy en día, todos los adultos han tenido cáncer, conocen a alguien que lo ha tenido o ambas cosas. Cabe esperar que la mitad de los hombres y un tercio de las mujeres de los países ricos lo padezcan. En Estados Unidos, donde es la segunda causa de muerte, sólo por detrás de las enfermedades cardíacas, mata a unas 600.000 personas al año. A escala mundial, es responsable de aproximadamente una de cada seis muertes. Si el criterio para el éxito era hallar una cura en una década, o incluso en dos, tres o cuatro, entonces se podría concluir que la guerra contra el cáncer se ha perdido.

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En realidad, las cosas están mejor de lo que muchos creen. El progreso es evidente a partir del análisis de los datos y hay sobradas razones para pensar que no se detendrá. El cáncer está relacionado con la edad. Si dejamos de lado el aumento de la esperanza de vida, resulta evidente que, en los países ricos, los primeros años de la década de 1990 fueron un punto de inflexión. Desde entonces, la tasa de mortalidad ajustada por edad ha ido disminuyendo de forma lenta pero constante, año tras año. En Estados Unidos, la tasa se ha reducido hoy en un tercio con respecto a la década de 1990. La tendencia es similar en otros países desarrollados.

Lo que algunos científicos esperaban que fuera una guerra relámpago ha resultado ser una guerra de desgaste, prolongada pero librada con éxito. Algunas victorias han sido espectaculares. La leucemia infantil solía ser una sentencia de muerte; ahora tiene una tasa de supervivencia a cinco años superior al 90%. Sin embargo, dado que el cáncer no es una única enfermedad, sino toda una categoría, una buena parte del progreso no se ha logrado gracias a grandes avances, sino a miles de pequeñas mejoras en la detección, la cirugía y los medicamentos.

Lo que debía ser una guerra relámpago contra la enfermedad ha acabado siendo una guerra de desgaste

Los progresos futuros procederán de tres fuentes principales. Algunos se lograrán aplicando en todo el planeta las lecciones aprendidas en los países ricos. El éxito más desatendido en la lucha contra el cáncer ha sido la prevención; y la razón quizás sea que los cánceres que nunca se desarrollan son menos visibles que los que se curan. Por ejemplo, las tasas de tabaquismo se han desplomado en los países ricos. Es probable que con ello se hayan evitado desde 1975 más de tres millones de muertes sólo en Estados Unidos. Dado que el tabaquismo sigue causando una de cada cinco muertes por cáncer en todo el mundo, las campañas antitabaco en los países pobres y de ingresos medios, donde el tabaquismo sigue siendo habitual, pueden tener un efecto muy positivo.

Otra fuente de progreso será la reducción del precio de los medicamentos y el aumento de la riqueza que permitirá pagarlos. El cáncer de cuello uterino es uno de los más frecuentes en las mujeres. Casi todos los casos son un efecto secundario tardío de una infección ocasionada por el virus del papiloma humano (VPH). En 2008, Gran Bretaña comenzó a ofrecer a las adolescentes una vacuna contra el VPH recién desarrollada. Una década y media más tarde, las tasas de ese cáncer en mujeres de entre 20 y 29 años se han reducido en un 90%, y las autoridades sanitarias británicas hablan de erradicar prácticamente dicho cáncer en 2040. La vacuna original contra el VPH era relativamente cara; sin embargo, una versión más barata desarrollada en la India permite ahora en ese país una campaña de vacunación masiva.

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Y la última fuente de progreso será la aplicación clínica de los nuevos conocimientos científicos. Eso se lleva a cabo en dos pasos: la identificación de quienes tienen más riesgo de desarrollar un cáncer y, a continuación, el hallazgo de formas de detener el curso de la enfermedad. Ambos pasos son prometedores.

Los científicos ya conocen variantes genéticas que predisponen a sus portadores a ciertos tipos de cáncer, como un gen BRCA-1 defectuoso que aumenta el riesgo de cáncer de mama o de próstata. Ahora bien, menos de la mitad de todos los pacientes con cáncer posee un factor de riesgo conocido. De modo similar, solo algunas células precancerosas se vuelven malignas. Los cánceres de intestino, por ejemplo, tienden desarrollarse a partir de pólipos, pero sólo entre el 5% y el 10% de los pólipos se convierten en cancerosos.

La detección temprana, que es la estrategia más eficaz contra el cáncer, avanza a pasos agigantados

El objetivo es despejar esa incertidumbre con objeto de identificar a los pacientes en una fase muy temprana, cuando el tratamiento es más eficaz. Esa tarea depende de enormes biobancos de muestras de tejido y en la capacidad de observar cómo se activan y desactivan los genes en las células vivas, algo imposible hace apenas una década. Gracias a los nuevos biomarcadores detectables en muestras de sangre o aliento y a una mayor comprensión de cómo las combinaciones de genes y la exposición ambiental predisponen al desarrollo de un cáncer, los médicos pueden identificar a quienes se beneficiarán del tratamiento. Se trata de un avance importante para evitar que las personas se sometan a cirugías, quimioterapias y radioterapias innecesarias, con el enorme gasto y los graves efectos secundarios que conllevan esos procesos.

Una vez se ha determinado a quién tratar, los médicos se encuentran en disposición de recurrir a un arsenal terapéutico cada vez más amplio. Algunos fármacos baratos parecen actuar como profilácticos contra el cáncer. La aspirina, que es un analgésico, parece reducir a la mitad el riesgo de cáncer de intestino cuando se administra a personas con síndrome de Lynch, un trastorno genético que predispone a padecer algunos tipos de cáncer. La metformina, un fármaco barato para la diabetes, reduce el riesgo de recurrencia en mujeres que han sido tratadas por un tipo concreto de cáncer de mama. Los agonistas del receptor GLP-1, como Ozempic, también son prometedores.

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Junto a los grandes pilares de la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia, está surgiendo una nueva técnica que aprovecha el poder del sistema inmunitario. La idea es reforzar la capacidad del propio organismo para atacar células cancerosas. Algunas vacunas (adaptadas quizás genéticamente a cada paciente) pueden atacar un cáncer ya establecido. Otras, que actúan más como vacunas generales contra enfermedades como la gripe, podrían atacar células precancerosas. Se están realizando ensayos clínicos con vacunas de ese tipo para los cánceres de mama y de colon.

Las buenas noticias suelen pasar inadvertidas; sobre todo, si se producen de forma gradual. Es lo que ocurre con la lucha contra el cáncer. No todo es perfecto: los tratamientos son costosos, las empresas farmacéuticas temen ser demandadas por quienes padecen efectos secundarios de medicamentos contra enfermedades que aún no han desarrollado y el gobierno de Trump planea drásticos recortes en el Instituto Nacional del Cáncer estadounidense, lo cual supondrá un retroceso para la ciencia y un revés para toda una generación de investigadores. Sin embargo, los costes bajarán, los tratamientos llegarán al mercado y el trabajo continúa en Europa y China, país que este año ha superado a Estados Unidos como principal fuente de investigación sobre el cáncer. Y por estas razones la tasa ajustada a la edad seguirá bajando, año tras año.

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Traducción: Juan Gabriel López Guix

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