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¿Están pensados los aeropuertos para las personas autistas? “La sobrecarga sensorial es incapacitante”

Inclusión

Un estudio pionero ofrece recomendaciones directas para que aeropuertos y aerolíneas puedan adaptar sus servicios a personas autistas

Pere Suau y Paula Morales analizan la experiencia de personas autistas en el transporte aéreo para crear un sector más inclusivo.

Ana Jiménez / Propias

Antoni Guillén tiene 62 años, es autista y ha tenido que viajar en avión en innumerables ocasiones por motivos laborales. Define los aeropuertos como “centros de tortura masiva”. El proceso completo –desde que sale de casa hasta que llega al destino– lo deja exhausto, incapaz de hacer nada durante dos o tres días.

Para Iván, un joven con autismo de 19 años, cada desplazamiento requiere mucha preparación y previsión. “Cualquier cambio de rutina le supone un estrés enorme –explica su padre, Javier–. Puede llegar a vomitar por olores muy intensos, como los perfumes que hay que atravesar en el duty free”.

Una sensación similar la experimenta Andrea, de 32 años, quien recibió el diagnóstico de autismo hace apenas un año. Aunque siempre había sentido que viajar le resultaba más difícil que a los demás, ahora pone palabras a esa experiencia: “Es agotadora. Me genera un nivel de estrés que me incapacita”.

Una sobrecarga sensorial que llega a ser incapacitante

Estos testimonios pueden parecer exagerados para algunos lectores, a quienes también les resultan molestas las colas, los retrasos o las cancelaciones de vuelos. “La diferencia está en la magnitud del impacto y en cómo afecta neurológicamente”, apunta la psicóloga Paula Morales, experta en neurodiversidad y autismo en femenino. “Para muchas personas autistas, esa misma situación –por la sobrecarga de estímulos como el ruido, la temperatura o la acumulación de gente– puede desencadenar una sobrecarga sensorial tan intensa que agota por completo sus funciones ejecutivas, es decir, su capacidad para planificar, regular emociones y procesar información, durante horas o incluso días”.

Acceso especial para familias y PRM en el aeropuerto

Ana Jiménez / Propias

No obstante, es importante recordar que “no hay dos personas que vivan el viaje de la misma manera”, ya que cada persona dentro del espectro autista es única. Para analizar en profundidad los retos y necesidades de estas personas y sus familias, la psicóloga y profesora de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y Pere Suau, catedrático de gestión del transporte aéreo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), han impulsado un proyecto pionero que busca ofrecer recomendaciones directas y aplicables para que aeropuertos y aerolíneas puedan adaptar sus servicios y hacerlos verdaderamente accesibles.

Son parte de nuestra sociedad, pero permanecen invisibles para una mayoría que no conoce sus necesidades

Pere Suaucatedrático de gestión del transporte aéreo de la UOC

“Las personas autistas representan más de un 2% de la población. Sin embargo, se enfrentan a un entorno que a menudo es hostil por un profundo desconocimiento. Son parte de nuestra sociedad, pero permanecen invisibles para una mayoría que no conoce sus necesidades”, recuerda Suau.

El estudio, titulado Viajes en Avión y Autismo: Un Análisis Centrado en la Persona sobre Estresores y Estrategias de Mitigación, se ha diseñado teniendo en cuenta a las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA), término recogido en los manuales diagnósticos. Como parte de la investigación, los autores han impulsado una encuesta cocreada con personas autistas, que todavía sigue abierta, y prevén también realizar grupos focales con autistas y sus familias. Su participación es clave para el éxito del estudio.

De hecho, el proyecto cuenta con el apoyo y la colaboración de actores del sector aéreo y de la comunidad autista, como Vueling Airlines, Aena, Aprenem Autisme, la Associació Espectre Autista-Asperger de Catalunya, Aspercamp, y TEA Asperger Maresme (TEAMAR), las tres últimas bajo el paraguas de la Federació Espectre Autista Asperger Catalunya (FASCAT).

El distintivo para discapacidades invisibles, sunflower lanyard, advierte al personal de aeropuertos y aerolíneas de que quien lo porta podría necesitar apoyo o comprensión adicional.

Ana Jiménez / Propias

Aunque los investigadores reconocen avances y acciones positivas, advierten que muchas de estas iniciativas siguen siendo “acciones aisladas”, sin una comprensión completa de la experiencia “puerta a puerta”. Un ejemplo es el distintivo para discapacidades invisibles conocido como sunflower lanyard, un cordón verde y amarillo con dibujos de girasoles que pueden llevar las personas que lo deseen. Su objetivo es advertir al personal de aeropuertos y aerolíneas de que quien lo porta podría necesitar apoyo o comprensión adicional. Aunque su uso no está muy extendido en España, este sistema gratuito está implantado en más de 300 aeropuertos.

Paralelamente, los aeropuertos de Aena disponen, por un lado, de un servicio de asistencia Sin Barreras, para todas aquellas personas cuya movilidad esté limitada por discapacidad física o mental, por avanzada edad o cualquier causa de discapacidad que necesite una atención especial. Y, por el otro, Aena también cuenta con su propio distintivo gratuito para personas con discapacidades invisibles, que tienen que solicitar cada vez que viajan.

Anuncio del distintivo de discapacidad de Aena en el aeropuerto de El Prat.

Ana Jiménez / Propias

Ninguno de los tres entrevistados ha utilizado hasta ahora alguno de los distintivos mencionados. “Llevo volando mucho tiempo y, más o menos, he sobrevivido”, comenta Antoni. Algo similar le ocurre a Andrea que recurre a sus propios trucos y estrategias para afrontar el proceso. Los testimonios valoran positivamente este tipo de distintivos, siempre que “sean conocidos por todo el personal”. Aun así, consideran que estas acreditaciones deberían unificarse. Por su parte, Javier, padre de Iván, cansado de dar explicaciones continuamente, solicitará el servicio de Aena para las vacaciones de este verano.

En un entorno dominado por el ruido, las prisas y las multitudes, los auriculares con cancelación de ruido son grandes aliados para muchas personas autistas. “Memorizo los recorridos, o ya los conozco, y me pongo un audio de una conferencia sobre física, filosofía o cualquier cosa compleja que me obligue a concentrarme más”, ejemplifica Antoni. Pero hay momentos verdaderamente difíciles, como cuando deben interactuar con el personal de los controles de seguridad o de pasaportes.

El cerebro autista procesa el mundo con una intensidad diferente, y en un aeropuerto puede ser un auténtico bombardeo sensorial

Paula Moralespsicóloga experta en neurodiversidad y autismo en femenino

En su estudio, Morales y Suau analizan estos estresores en cuatro dimensiones: procesamiento sensorial (ruidos, luces, temperatura, multitudes), interacción social (hablar con el personal, estar cerca de desconocidos), procesamiento cognitivo (comprensión de instrucciones, falta de información, imprevistos) y regulación emocional (manejo del estrés, ansiedad o la sobrecarga).

Para las personas con autismo, los aeropuertos están pensados para la seguridad, pero no para el bienestar y la accesibilidad de personas que atraviesan hipersensibilidades o dificultades añadidas. “El cerebro autista procesa el mundo con una intensidad diferente, y un entorno como un aeropuerto puede ser un auténtico bombardeo sensorial”, explica la psicóloga Paula Morales.

Acceso especial para familias y para personas con movilidad reducida (PMR) o discapacidad.

Ana Jiménez / Propias

Con la intención de “superar la idea de que la persona autista es la que debe adaptarse a un entorno normativo y caótico”, los investigadores apuestan por pequeños cambios tanto a corto como a largo plazo. Cambiar el mobiliario para crear zonas de descanso, sustituir los secadores de manos en los baños por toallitas de papel, regular la intensidad de la luz o proporcionar información visual y accesible son solo algunas de las propuestas más inmediatas.

Otras medidas, que requieren una mayor inversión pero ofrecen un “retorno enorme en calidad de servicio”, incluyen mejoras en la señalética y orientación, el uso de más iluminación natural y materiales no reflectantes para reducir la carga visual. “También se incluye aquí la formación continua y especializada del personal y, por supuesto, la implementación de tecnología, como los nuevos escáneres que permiten inspeccionar el equipaje de mano sin necesidad de retirar líquidos ni dispositivos electrónicos”, detalla Suau.

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La respuesta por parte del sector aéreo, dicen, ha sido “muy positiva”. “Aena y Vueling, colaboradoras en el proyecto, han mostrado un interés y una implicación total. Hay una demanda real por entender cuáles son los estresores exactos y por recibir recomendaciones directas y basadas en evidencia”, aseguran los investigadores. Pero lo que aún falta es incidir en la comprensión de la diversidad: “Aceptar la diversidad implica no prejuzgar ni suponer que la otra persona se está aprovechando de una situación. Seguramente, si está utilizando esos servicios, es porque realmente los necesita”, recuerda Javier, padre de Iván, diagnosticado con autismo desde los 5 años y que ahora tiene 19. “Hay una diversidad invisible en la que debemos pensar más, y eso me lo aplico a diario”.