La doctrina católica de la guerra justa

TRIBUNA

Palestinian boys rest amidst the rubble of a house previously destroyed during the Israeli military offensive, in Gaza City, July 22, 2025. REUTERS/Mahmoud Issa

Niños palestinos entre los escombros, en Gaza, el pasado 22 de julio

Mahmoud Issa / Reuters

La doctrina católica de la guerra justa, recogida en el Catecismo de la Iglesia Católica ( CIC 2309), intenta poner un freno moral. Sus criterios son claros, pero difíciles de aplicar: el daño causado por el agresor tiene que revestir gravedad, ser duradero y cierto; se tienen que haber agotado todos los medios pacíficos; tiene que haber perspectivas serias de éxito; y el uso de la fuerza no puede provocar males peores que el que se quiere combatir. En un mundo de bombas y miseria, estos principios son un clamor de orden en medio del caos. ¿Pero cómo se miden en conflictos como los de Ucrania y Gaza?

La invasión rusa de Ucrania, iniciada el 24 de febrero del 2022, es un cuadro trágico pintado con sangre. Rusia, con excusas de “desnazificación” y protección de poblaciones rusófonas, ha violado la soberanía de una nación. Varias sombras del pasado han pavimentado este camino de destrucción. El acuerdo implícito con Gorbachov en 1990, cuando el Occidente, según Rusia, prometió que la OTAN no se expandiría hacia el Este, se rompió con la entrada de Polonia, el báltico y otros en la alianza entre 1999 y 2004. El rechazo a las ofertas de Yeltsin y de Putin (en su primer mandato) para integrar Rusia en una alianza militar con Europa o la OTAN, alimentó un gran resentimiento. En la revolución de Maidán en el 2014, que derrocó al presidente prorruso Yanukóvich, girando Ucrania hacia Occidente, Rusia vio un golpe de estado orquestado, y respondió anexionando Crimea y fomentando la guerra en el Donbás.

Desde la doctrina católica, la defensa ucraniana es justa; no lo son los bombardeos masivos de Israel

Rusia reclama Crimea desde 1783, cuando la arrebató a los otomanos, y la base naval de Sebastopol es un pilar de su proyección militar. Crimea fue ucraniana desde 1954 por cesión de Jruschchov, si bien lo fue en el marco de la URSS. Su anexión en el 2014 violó el derecho internacional. Para Ucrania, es una herida abierta; para Rusia, un trofeo irrenunciable.

Desde la doctrina católica, la defensa ucraniana es justa. El daño ruso es grave y cierto. Ucrania agotó los medios pacíficos, con los Acuerdos de Minsk y negociaciones previas, y tiene perspectivas de éxito gracias al apoyo occidental. Su intención es recta: preservar la soberanía. Pero la proporcionalidad se tambalea. La guerra ha desplazado millones de personas y amenaza con una escalada nuclear, un daño que podría superar cuestiones como la ocupación del territorio. Rusia, en cambio, viola todos los criterios: su intención expansionista, los bombardeos a civiles y la falta de diálogo la condenan como injusta.

La doctrina católica invita a buscar una “paz valiente”; para Ucrania, esto puede implicar negociaciones y para Gaza, un alto el fuego y diálogo 

La Guerra de Invierno (1939-1940) de Finlandia ofrece un espejo para Ucrania. La URSS, con la excusa de proteger Leningrado, invadió Finlandia, exigiendo territorios como Carelia. Finlandia resistió heroicamente, infligiendo grandes pérdidas a los soviéticos. Sin embargo, cedió Carelia en el Tratado de Moscú para evitar la ocupación total y preservar su independencia. La resistencia finlandesa fue justa, y la cesión de Carelia, dolorosa pero pragmática, fue un acto moralmente válido, que prioriza la paz cuando la lucha se vuelve insostenible.

Ucrania tiene el apoyo de Occidente. Pero este apoyo también alarga el sufrimiento y eleva el riesgo nuclear. Finlandia enseña que una paz negociada, incluso con concesiones, puede ser justa si protege la dignidad y evita males mayores. Ucrania, sin embargo, rechaza ceder territorio. La doctrina católica, con su equilibrio entre justicia y prudencia, sugiere que un acuerdo, si respeta la soberanía, podría ser una salida, pero no a costa de legitimar a Rusia.

La Guerra de Invierno (1939-1940) de Finlandia ofrece un espejo para Ucrania

El conflicto en Gaza, intensificado por los ataques de Hamás el 7 de octubre del 2023, es otro campo de prueba para la doctrina. Israel respondió con una ofensiva que, según el Ministerio de Sanidad gazatí, ha dejado más de 50.000 muertos y 112.000 heridos, muchos de ellos niños, y ha devastado escuelas y hospitales. El resultado es una crisis humanitaria que clama al cielo.

Hamas viola los criterios de la guerra justa: no tiene autoridad legítima, su intención es destructiva, y no tiene perspectivas de éxito. Israel, con un gobierno legítimo y el derecho a defenderse, cumple inicialmente el criterio de daño grave, pero falla en la proporcionalidad y el agotamiento de medios pacíficos. Los bombardeos masivos superan el mal que se quiere combatir. La doctrina católica lo condena.

Los antecedentes de Ucrania muestran cómo la desconfianza y los errores diplomáticos pueden encender un fuego. La doctrina católica critica estas grietas, pero apunta a Rusia como la principal culpable. Finlandia nos recuerda que la paz, aunque dolorosa, puede ser un camino moral; Gaza, que la desproporción es un pecado contra la humanidad. La doctrina católica invita a buscar una “paz valiente”. Para Ucrania, eso puede implicar negociaciones. Para Gaza, un alto el fuego y  diálogo. La guerra justa no es un permiso para luchar, sino un grito para la reconciliación.

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