Algunos datos sobre el consumo de pornografía: Según una encuesta de Save the Children, el 53,8% de las personas encuestadas ha accedido por primera vez a la pornografía antes de los 13 años, y un 8,7% antes de los 10 años. La edad media es de 12 años de manera global (antes de los 12 años para los chicos y los 12 años y medio para las chicas). El 25% de los menores de entre 13 y 18 años ya ha visto más de mil horas de contenidos sexuales. El 90% de los universitarios cree que el porno es fiel a la vida real. La mitad de los hombres y el 11% de las mujeres consumen estos contenidos al menos una vez de la semana...
La pornografía en la actualidad ocupa un lugar central en la vida cotidiana de la juventud, 1 de cada 2 jóvenes acceden a un consumo pornográfico ilimitado, anónimo e interactivo. La facilidad de acceso y la disponibilidad de dispositivos móviles provoca que cada vez la iniciación en este consumo sea cada vez más temprana, comenzando aproximadamente con 8 años.
Para la mayoría de la juventud, este contenido pornográfico constituye su primer contacto con el sexo, debido a la ausencia de una educación afectivo-sexual tanto en el entorno familiar como en el currículum escolar. Por ello, lo que ven en estas páginas pornográficas determinará su comprensión de la sexualidad y las relaciones sexuales.
Las consecuencias del consumo de pornografía, especialmente en edades tempranas, son claras. Entre ellas, aumenta la probabilidad de que la violencia sexual que se visiona se extienda a la vida diaria, lo que incluye la falta de respeto al consentimiento, prácticas sexuales violentas y peligrosas, el acceso a la prostitución o la perpetración de violaciones.
Pero no sólo en el ámbito sexual. La pornografía socializa a los varones en la normalización y minimización de ejercer dicha violencia, aumentando significativamente la probabilidad de ejercer violencia sexual, violencia de género, así como de violencia en general.
¿Quién gana?
Según este trabajo, financiado por el Ministerio de Igualdad, los países industrializados y sus empresas son los principales beneficiarios de la industria pornográfica. Es en los países industrializados donde se ha identificado la mayor tendencia en términos de producción y de consumo pornográficos. Los diez países donde se alojan más sitios web con contenido pornográfico son: Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón, Australia, Canadá, las Islas
Vírgenes británicas y la República Checa. Dentro de estos países hay numerosos sectores de la economía que se benefician, no solo las empresas pornográficas: Las compañías de tarjetas de crédito, al ser la forma de pago más usual. También, la industria hotelera, ofrece a sus clientes acceso películas pornográficas. Los grandes conglomerados de diferentes sectores que invierten acciones en productoras pornográficas y algunos medios de comunicación que obtienen financiación al promocionar sitios web pornográficos.
A la pregunta de quiénes pierden, es clara: los adolescentes y, por ende, la sociedad en su conjunto, más violenta, más agresiva.
Esto es lo que señala la guía Andrea sobre pornografía para profesionales y mediadores juveniles, que busca educar, reflexionar y sensibilizar tanto a jóvenes como a educadores y familias sobre la pornografía y sus consecuencias. La guía ha sido elaborada, entre otros, el departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de la Laguna y el grupo de investigación Viosex, dirigido por Esther Torrado, y subvencionada por el Ministerio que dirige Ana Redondo.
Esta guía describe los efectos de la pornografía en la juventud en el comportamiento sexual, como aumentar “significativamente la probabilidad de acoso y agresión sexual en adolescentes y jóvenes, así como de comportamiento coercitivos; mayor predisposición al abuso sexual hacia menores y normalización y reproducción de comportamientos sexuales violentos, como la asfixia, agresiones o insultos durante las relaciones sexuales.
Hay estudios que demuestran la conexión entre consumo de porno y una menor autoestima, peor calidad de las relaciones y más probabilidad de infidelidad y ruptura. Cada vez más hombres jóvenes sufren de “disfunción eréctil inducida por la pornografía” ya que los sobreestímulos del porno han reducido su capacidad para alcanzar la excitación por parejas reales.
El porno perpetúa la idea de que el placer sexual pertenece únicamente a los hombres
Es evidente que la inmensa mayoría de consumidores no van a convertirse en violadores, pero numerosos estudios demuestran que los consumidores frecuentes de porno tienen más probabilidades de ejercer la violencia sexual en la vida real, señalan expertos de la entidad Dale una vuelta, entidad que tiene como fin informar, ayudar y prevenir del consumo de pornografía.
Pero esa violencia también se traslada a la vida cotidiana. Según este trabajo, los consumidores de pornografía tienen más probabilidades de ejercer acoso escolar y ciberacoso; más probabilidad de consumo de alcohol, tabaco y drogas, y la reducción de la integración social de los adolescentes y el vínculo afectivo-emocional con sus familias.
El sexo virtual, acceso fácil y sin control
La violencia digital es otro de los aspectos más destacados en la violencia de género y, por ende, en el consumo de pornografía. La guía recoge la incidencia de plataformas pornográficas como OnlyFans y sostiene que los elementos de la industria pornográfica clásica desaparecen. En esta plataforma, la propia mujer es quien se “automercantiliza” (su cuerpo como producto), y demuestra que las mujeres ingresan en la industria de la pornografía motivadas por obtener beneficios económicos. Uno de los problemas de la pornografía es el acceso a ella. En OnlyFans no hay ninguna vía de verificación de la edad de la persona que crea la cuenta. Al igual que en ésta, la página pornográfica Pornhub tiene también un acceso fácil. Esta última es una de las más visitadas en España: el porcentaje de jóvenes de entre 18 y 24 años que accede a sus contenidos ascendió un 27% durante 2023. La guía denuncia que, en redes sociales como TikTok, Instagram o WhatsApp, las mujeres continuamente son presionadas para que envíen desnudos. Por ejemplo, “el chico pide de modo repetitivo que la chica le envíe un retrato y cuando ella vence su recelo aceptando enviarle una imagen, él le pide otra más subida de tono”, señala.
La pornografía es violencia y de ella aprenden los adolescentes. Esta publicación recuerda que estos contenidos llegan a los niños de entre los 8 y los 12 años, un periodo en el que la capacidad de empatía aún está en desarrollo.
“El acceso a contenidos pornográficos puede afectar negativamente al desarrollo saludable de la empatía, lo que podría llevarlos a reaccionar de manera insensible ante situaciones que deberían generarles angustia, como presenciar actos de violencia contra las mujeres, llegando incluso a sentir excitación en lugar de empatía”, indica.
Este consumo tiene cada vez un mayor impacto en sus prácticas sexuales, ya que trasladan lo que visualizan en la pornografía a sus relaciones íntimas, establece este trabajo. Y explica que la pornografía presenta como normales prácticas de alto riesgo por lo que los adolescentes pueden normalizar comportamientos violentos en sus relaciones.
La pornografía perpetúa la idea de que el placer sexual pertenece únicamente a los hombres. Esta visión de la sexualidad refuerza los estereotipos de género y la desigualdad.
Y añade: la pornografía promueve prototipos idealizados del cuerpo, tanto masculino como femenino, que suelen estar extremadamente sexualizados. Estos estándares irreales puede generar sentimientos de malestar, ansiedad y frustración.
Ante todas estas evidencias, la guía incluye un listado de recursos donde pueden acudir los jóvenes para tratar el consumo de pornografía y sus consecuencias, y ofrece ejemplos y preguntas para que los adolescentes reflexionen, como, por ejemplo, ‘¿Consumes pornografía porque te interesa o lo haces porque los demás lo hacen?’
La pornografía ocupa un lugar central en la vida los jóvenes: el 50% accede a un consumo ilimitado y anónimo
Asimismo, se recogen recomendaciones como, por ejemplo, instar a los jóvenes a que hablen sobre sus preocupaciones sexuales con alguien de confianza (amigo, familiar o profesional de la salud mental) o que pidan ayuda en alguno de los recursos que también menciona la guía, como fundaciones especializadas, teléfonos gratuitos como el 016 u otras instituciones que pueden ser de ayuda, como el Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe).