Un agresivo delincuente multirreincidente de 19 años dio alas involuntariamente a los brotes de xenofobia y los pogromos contra inmigrantes de Torre Pacheco el pasado julio. El detonante fue la imagen de una de sus víctimas con un ojo amoratado y la cara hinchada: Domingo Tomás, de 68 años, un vecino de esta localidad de Murcia al que asaltó el 9 de julio con otros dos magrebíes. Ahora se ha sabido que dos días antes este joven intentó hacer lo mismo con otro vecino, octogenario.
En aquella ocasión, sin embargo, el resultado de su acometida fue muy distinto. Así lo refleja una sentencia del Juzgado Penal número 1 de Cartagena, que ha condenado a este delincuente con antecedentes a un año de cárcel, una multa de 180 euros y una indemnización de 320 euros. También deberá hacerse cargo de las costas procesales, aunque todo es un brindis al sol: ya está en libertad por esta y otras causas, y ha alegado carecer de ingresos para poder satisfacer tales cantidades.

Marcha contra los ataques racistas de Torre Pacheco
Además de avivar la polémica sobre el racismo, los hechos de Torre Pacheco propiciaron un debate sobre el edadismo, ya que numerosos medios calificaron –y siguen calificando- a la segunda víctima, la de 68 años, de “anciano”. De lo que no cabe duda es de que la primera, la octogenaria, sí lo es. Y, pese a ello, logró zafarse de su victimario. Domingo Tomás, mucho más joven, no pudo hacerlo porque estaba en minoría en un callejón oscuro frente a tres agresores que le atacaron sin previo aviso.
La ultraderecha instrumentalizó el asalto y lanzó dardos indiscriminados contra todos los inmigrantes, para horror del propio agredido, que ha declarado a radios y periódicos que no deben pagar justos por pecadores. El autor material del puñetazo (sus dos cómplices ya estaban detenidos: ninguno de los tres era de Torre Pacheco) fue capturado el 14 de julio en Errenteria (Gipuzkoa), desde donde quería trasladarse a Francia para eludir la orden de busca y captura que pesaba contra él.
Esto es intolerable: las leyes deben ser duras con los delincuentes”
Ingresó en prisión al día siguiente y permaneció allí tres semanas hasta que quedó en libertad provisional con medidas cautelares, como la retirada del pasaporte y la prohibición de pisar Torre Pacheco. Mientras estuvo en la cárcel de Martutene, en San Sebastián, tuvo que comparecer para un nuevo juicio por los hechos que protagonizó a las 6.23 horas del 7 de julio, cuando mantuvo un tenso forcejeo de al menos tres minutos con un octogenario del municipio al que quiso robar el reloj.
Las fuentes informantes no atinaban a entender cómo un profesional (cuatro delitos en 48 horas) fracasó y no se salió con la suya ante una persona tan mayor. Las dudas comenzaron a disiparse cuando declaró ante el juez la víctima, un hombre tranquilo que, eso sí, resultó con lesiones leves. Es un señor grande y un gran señor, como pudieron comprobar los presentes en la sala, aunque no dio la clave de su éxito casi hasta el final de su declaración, cuando reveló un detalle inesperado...

Más protestas contra la xenofobia
La sentencia considera acreditado que el condenado intervino “de forma inmediata y directa” en la tentativa de robo del reloj. El ladrón forcejeó con su víctima “de dos a tres minutos” y le causó lesiones leves, aunque precisaron atención sanitaria. Fue un ajuste de cuentas (y de hora) a lo Gandhi y tuvo que darse a la fuga “sin su objetivo”. La víctima resultó con abrasiones en el brazo que precisaron “un periodo de recuperación de ocho días”.
El acusado intentó exculparse con una coartada “bastante endeble”. Dijo que el día de los hechos estaba trabajando en una parcela, pero no fue capaz de recordar la finca ni poder aportar el contrato o testigos que avalaran sus palabras”. Además, demostró un escaso conocimiento de las labores agrícolas, puesto que dijo que su jornada solía comenzar “en torno a las 11 o las 12 de la mañana, cuando es público y notorio que el trabajo en el campo comienza a primera hora de la mañana”.
Horas después, un policía local de Torre Pacheco detuvo al agresor, que comprobó la vigencia de aquella máxima de José Maria Mena, que fue fiscal jefe de Catalunya: “No es verdad que entren por una puerta y salgan por otra. No tenemos tantas: entran y salen por la misma”. Quedó en libertad y dos días después cometió otra agresión, esta vez con dos magrebíes más. Fue la gota que desbordó el vaso de los racistas y alborotadores, la excusa que esperaban para dar rienda suelta a su odio.
Queda por explicar cómo el octogenario pudo ajustarle las cuentas y resultar casi indemne. Reconoció a su agresor sin ningún género de dudas y explicó que antes de que todo ocurriera no había tenido trato alguno con él. Quería justicia y no tenía interés en “beneficiarlo ni perjudicarlo”. De hecho, el juez y el fiscal solo empezaron a atar cabos cuando les aseguró que nunca había tenido problemas con nadie, ni siquiera cuando era más joven y trabajó “como portero de discoteca”.