Fue lejos de cualquier puerto, acantilado o islote. En un consejo de ministros de 2013 celebrado en el complejo de la Moncloa, se decidió sacar adelante el proyecto Faros de España, impulsado por el entonces Ministerio de Fomento y Puertos del Estado, el plan daba luz verde a la reconversión de faros en desuso en alojamientos turísticos. Fue una alternativa más para que los viajeros pudiesen pernoctar y vivir unos días en alternativas que fuesen más allá de hoteles, hostales, albergues y similares.
Alojarse en un faro se mueve entre lo introspectivo y lo romántico, aunque más allá de dormir en la antigua residencia de un farero o en lo que en su día fueron las zonas auxiliares de una señal marítima, la oferta que permite que las noches vayan más allá de los convencional son cada vez más imaginativas.
Otras formas de viajar
Cuando el destino es lo de menos
Además de prometedores nuevos proyectos de nuevos trenes nocturnos en Europa, el continente dispone de unos 50 servicios de trenes nocturnos, con servicio de coches cama, para llegar al destino poco después de despertar. Estos servicios noctámbulos son productos comerciales de compañías como la austriaca ÖBB, la francesa SNCF o la belgo-neerlandesa European Sleeper. Con estos trenes, el viajero se desplaza y ahorra una noche de hotel en destino, aunque hay otros viajeros que buscan los trenes y hacen que la experiencia ferroviaria sea un destino en sí misma.
Hay trenes especiales diurnos y nocturnos en Asia, América y África, aunque Europa ha sido el continente clásico de los grandes expresos internacionales, convertidos hoy en servicios especiales para viajeros que más que el destino, buscan la sensación de estar sobre raíles, viajando en coches históricos restaurados, donde además de dormir, se viven experiencias gastronómicas o nocturnas memorables. Evidentemente también se disfruta en las paradas.
El Venice Simplon-Orient-Express, operado por la compañía Belmond, es el epítome del lujo, con su recorrido clásico entre Venecia y Londres. Ahora la hotelera Accor ha lanzado su versión del Orient Express, que se reivindica como la original. En España hay también trenes que tienen pasajeros llegados de todo el mundo para disfrutar de la experiencia ferroviaria. El Transcantábrico, junto al Costa Verde Express aprovechan el trazado de vía estrecha que atraviesa las comunidades del norte de la Península; y al sur, el tren Al-Andalus es otra de las joyas de Renfe
Se puede dormir en un faro, en el desierto de Gobi, en la copa de árboles en Laponia...
Un ejemplo está en la Antártida, continente que tratamos en el primer capítulo de esta serie. En el llamado desierto blanco, con pingüinos a lo lejos y glaciares como formas que rompen el paisaje hay empresas de aventuras que permiten algo muy exclusivo: probar el lujo en el fin del mundo pasando las noches en cápsulas polares. Vienen a ser una mezcla entre las naves espaciales y la estética del frío de los aventureros victorianos. Las cápsulas ofrecen camas cómodas, el campamento ofrece cenas gourmet y vistas a un entorno único en el mundo. Estos lugares son únicamente accesibles mediante vuelos especiales que despegan desde Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, y son para gente muy consciente del lugar a donde va y a quienes lo inalcanzable les motiva. “Es lo más parecido a viajar al espacio exterior”, indica uno de los responsables de la compañía White Desert. Los precios son también estratosféricos.
Otra alternativa singular a los hoteles y resorts convencionales está en el Valle Sagrado de Cuzco, Perú. Son las llamadas Suites Skylodge. Se trata de un conjunto de cápsulas transparentes, colgadas a 440 metros en un acantilado. Llegar a ellas requiere escalar una vía ferrata o deslizarse en tirolina para llegar. Desde la cama, las vistas al valle venerado por los incas son hipnóticas. Este alojamiento peruano está recomendado para aventureros que quieren sentir la adrenalina incluso al cerrar los ojos.
A unos 16.000 kilómetros de ese valle sudamericano, entre el norte de China y el sur de Mongolia, está Gobi, un desierto considerado “frío”, donde las temperaturas pueden oscilar de los 40ºC positivos y también 40 grados negativos. Allí, en la remota provincia de Ömnögovi, a unas ocho horas de Ulan Bator, capital de Mongolia, está el Three Camel Lodge, que ofrece yurtas tradicionales equipadas con baños privados y estufas de leña. Dormir en una tienda en medio del desierto de Gobi, rodeado de dunas y estepas, conecta con la vida nómada mientras se disfruta de comodidades modernas en uno de los entornos más inhóspitos del planeta.
El desierto de Gobi
Otra región extrema, quizá no tanto como el desierto de Gobi es Laponia, zona que se suele identificar con Finlandia, también se extiende por Rusia, Noruega y Suecia. En este último país está el Treehotel con casas en árboles a otro nivel. Cabañas diseñadas como nidos, ovnis o cubos de espejos se camuflan entre los pinos, ofreciendo vistas a las auroras boreales y una conexión profunda con la naturaleza. Algunas tienen incluso saunas privadas, para que el retiro sea más especial.
De vuelta a España, el primer faro que aprovechó la iniciativa para la reconversión fue el de isla Pancha, en Ribadeo, Galicia. El edificio que ahora es alojamiento para un máximo de ocho personas es el antiguo farol, activo hasta 1983, al que se llega por un maravilloso puente que une la isla con el resto del mundo. A este le siguieron cronológicamente el semáforo de Fisterra, en Coruña y el de Punta Cumplida, en La Palma.
