Ourense es roja de noche. El color de las llamas manda cuando se pone el sol en este feudo conservador, la única provincia gallega en la que la derecha ha dominado ininterrumpidamente la Diputación durante los últimos 50 años. Y la A-52, que la atraviesa en horizontal, es la autovía del fuego. Al recorrerla al sábado por la noche se observaba en modo casi telescópico la geografía de la devastación de las alrededor de 58.000 hectáreas quemadas en una semana, el 8% de la superficie provincial. Y ayer, en el día culminante de la ola de calor, había el riesgo de que se uniesen algunos de los focos principales de Ourense y León. Se trata “de la tormenta perfecta para el desastre” de la que habla la Xunta, escenario infernal que, en el último día de la ola de calor, también se daba en León y Cáceres.
En esta provincia extremeña el frente norte del tremendo incendio iniciado el martes en Jarilla estaba al mediodía de ayer “completamente descontrolado”, en palabras de la presidenta regional, María Guardiola, que suplicaba el aumento de la ayuda. Un poco después de su llamamiento de su socorro se supo que el Gobierno aumentaría la presencia de las Fuerzas Armadas. Lo mismo ocurrió con la visita del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a Ourense, donde su homólogo de la Xunta, Alfonso Rueda, le pidió el despliegue de más soldados.
Desde tierras leonesas, el fuego entró en Cantabria en el parque de los Picos de Europa
Tras una semana de terror forestal, a los políticos que gestionan la catástrofe se les ve deshechos y desesperados, mientras los no implicados directamente siguen enfrascados en los combates de todos los días, ajenos al polvorín social. Avanzan como una mecha los mensajes ultras de “sólo el pueblo salva al pueblo”, falsos en general y verdaderos en la terrible realidad de múltiples aldeas en concreto en las que los vecinos se organizaron para defender sus casas y bienes. Los alimentan bulos que vuelan por las redes sociales incluso más rápido que el fuego. “Ha sido terrible lidiar con la información falsa que le llegaba a toda esta gente tan asustada”, contaba el viernes en La Bañeza la encargada de la Cruz Roja que gestionaba un refugio de desalojados.
La muy conservadora Ourense luce roja por la noche, el color de las llamas, y la A-52 es la autovía del fuego
Bajo la brújula radial madrileña, la A-52, la Autovía de las Rías Baixas, discurre entre Benavente y Vigo. En la llanura zamorana aparece un cartel del desvío hacia todo un símbolo de la catástrofe, la Sierra de la Culebra. El fuego ha llegado esta semana a sus dominios, después de que hace sólo tres años, calcinase 60.000 hectáreas en dos focos, toda apunta que superados en superficie este agosto por el de Molezuelas, también en Zamora, con 31.500 hectáreas de extensión, según la estimación provisional oficial.

El agotamiento empieza a hacer mella entre los bomberos que combaten el fuego.
Cerca ya de Galicia, en la Alta Sanabria, la A-52 se da de bruces, bajo el humo y las partículas de ceniza que irritan los ojos, con la desgracia que a Zamora, como si no tuviese suficiente con las propias, le llegó desde Ourense, por el contagio del incendio de A Mezquita. La noche del sábado, a medida que se entraba en Galicia, las llamas iban iluminando los márgenes de la autovía para dibujar la realidad del drama, a partir del fuego de A Mezquita, con sus más de 10.000 hectáreas devastadas. A la izquierda, aparecía el mucho más pequeño de Vilardevós. Los coches de la Guardia Civil circulando por doquier y los frecuentes cortes que se establecen en momentos de peligro ofrecían una sensación de seguridad, quizá engañosa.
A la altura de Verín las llamas se acercaban al arcén del sentido contrario, hacia Madrid. Se trataba del fuego de Oímbra, próximo a un Portugal también en llamas y uno de los más graves de las últimas semanas con más de 12.000 hectáreas calcinadas. Las llamas se veían inmensas, desafiantes, fuera de control a gran altura.
Sobre el terreno en la España quemada se percibe un polvorín social, por el desastre y avivado por bulos

Un vecino de Veiga das Meas, cerca de Verín, se dispone a ayudar con su tractor a sofocar las llamas.
Cerca de Cualedro, en el Alto das Estivadas, sí ardía junto a la calzada en dirección a Vigo, pero el siniestro se divisaba a distancia, desde un viaducto. Al aproximarse a la capital provincial se sucedían los paneles de avisos de carreteras locales cortadas. Las áreas en llamas van mucho más allá del trazado de la autovía A-52, con el enorme siniestro de Chandrexa de Queixa, el mayor del que hay recuerdo en Galicia, camino de las 20.000 ha, y el muy explosivo de Larouco, en la comarca de Valdeorras, con 12.000 y afecta al espacio natural de O Courel, en Lugo. En Valdeorras fue donde el pasado sábado la conselleira de Medio Rural, María José Gómez, explicó que se trataba de un incendio de sexta generación, incontrolable para los servicios de extinción, y concluyó que se fraguaba “la tormenta perfecta para el desastre”.
Los vecinos de la zona temían en la tarde de ayer que ese vaticinio se materializase en la unión del fuego de Chandrexa, producto ya de la fusión de dos focos distintos, con el de Larouco, o con el de Yares, del Bierzo, donde también se han dado esos procesos de macabra confluencia incandescente. Después la Xunta confirmó oficialmente que existe ese peligro de confluencia incendiaria entre la comarca gallega de Valdeorras y la castellano-leonesa del Bierzo. “Nos pondría en serios apuros”, afirmó en las redes sociales Sandra Martínez, jefa del Servicio de Prevención de Incendios Forestales de la Xunta en Ourense.
Hasta 20 años de cárcel por provocar un incendio si peligran vidas humanas
La jueza de la plaza número 1 del tribunal de Instancia de Verín (Ourense) acordó ayer el ingreso en prisión “provisional comunicada y sin fianza” del hombre detenido e investigado por un delito de incendio en Oímbra por imprudencia grave, lesiones graves y daños. Ese fuego calcinó unas 11.000 hectáreas y en él resultaron heridos tres brigadistas. Es una de las, al menos, 27 personas detenidas (hay otras 92 investigadas) desde el 1 de junio y hasta las doce de la noche de este sábado.
En declaraciones al Canal 24 horas, el abogado Eugenio Ribón explica que el Código Penal castiga en función de si el incendio se ha provocado de forma dolosa –con conocimiento y voluntad de cometer la acción que causa el daño– o no dolosa o culposa. Por ejemplo, no sería castigada de la misma forma una persona que genera el fuego usando bidones de gasolina que un agricultor que lo provoca al quemar rastrojos y sin haber limpiado la zona, lo que equivaldría a una imprudencia.
Si no se ponen en peligro vidas humanas, el artículo 352 fija una pena de uno a cinco años y una multa de 12 a 18 meses. En el caso de que sí se pongan en riesgo, la pena podría ser de 10 a 20 años de cárcel imponiéndose una multa de 12 a 24 meses. Esto se aplica a quien actúe de forma dolosa. En caso de causar el incendio por una imprudencia y poner en peligro vidas, se prevé de 4 a 10 años.
El Código Penal contempla otro escenario en el artículo 353. Si alguien lleva a cabo los actos del artículo anterior –incendiar montes o masas forestales– y si el fuego alcanza “especial gravedad”, será castigado con una pena de tres a seis años de prisión y una multa de 18 a 24 meses. ¿Y qué determina esa “especial gravedad”? Que el fuego afecte a una superficie “de considerable importancia”; que derive en “graves efectos erosivos” en los suelos; que altere “significativamente” la vida animal y vegetal o que se produzca en un espacio natural protegido. También que afecte a zonas cercanas a núcleos de población, o si se provoca cuando las condiciones climáticas o del terreno avivan su propagación.
Su homólogo en la extinción del lado berciano, Enrique Rey, explicó a EFE que se enfrentan a un foco que acumula dos días de comportamientos “anómalos y muy virulentos”, con un perímetro de 120 kilómetros, de los que 20 están fuera de control. Se trata del fuego que el sábado amenazó a la ciudad de Ponferrada, sin que se llegasen a materializar las peores previsiones. Pero el panorama en León estremece. El fuego que se inició en Barniedo de la Reina pasó a Cantabria e irrumpió en el Parque Nacional de los Picos de Europa, obligando a evacuaciones. Y la crisis también golpea a Asturias, que ayer tenía siete focos fuera de control.
La clave reside ahora en si la bajada de las temperaturas, sin lluvia, bastará para detener la catástrofe
El Gobierno extremeño lamentaba ayer que la mejoría de las condiciones meteorológicas que se anunciaron no se materializan. Y ahí reside ahora la clave, en si la bajada de las temperaturas, tras el fin de la ola de calor, bastará, aunque no llueva, para detener la catástrofe en la España quemada.