Sólo en Galicia ha ardido durante lo que va de agosto el equivalente a siete Barcelonas y media. El municipio de la capital catalana ocupa una superficie de 101 kilómetros cuadrados, según el Instituto de Estadística de Catalunya, y de acuerdo con los partes que emite la Xunta cada día por la mañana y por la tarde en Galicia se habían quemado, hasta el boletín vespertino de ayer, casi 750 kilómetros cuadrados, 75.000 hectáreas. Las estimaciones del satélite europeo Copernicus elevan bastante esa cifra oficial, objeto siempre de controversia, también cuando el PP estuvo en la oposición .
En medio del caos, sin apenas datos por ejemplo de Castilla y León, esos números gallegos dibujan la magnitud de la catástrofe, pues superan con creces el conjunto de los totales anuales de este siglo, salvo el del 2006, de 95.947 hectáreas. Y mientras pese a los avances en la extinción que permiten el descenso térmico, la crisis continúa con frentes muy peligrosos como el gallego de Valdeorras, el zamorano de la Alta Sanabria o el cacereño de Jarilla.
La cadena de efectos llega a la industria del motor de Vigo e incluyen la salud y la protesta política
Si bien los más optimistas modelos predictivos de Meteogalicia indican alguna posibilidad de lluvias en las zonas en llamas para el domingo, las perspectivas de que esta gran crisis termine por la clásica vía del agua caída del cielo resultan ahora mismo bajas.
Algo llovió ayer en Galicia, pero muy lejos de las comarcas en llamas de Ourense y el sur de Lugo. En A Coruña ciudad se registraron las primeras precipitaciones, escasas, desde finales de julio. Sí que se percibe con intensidad desde el lunes, también en tierras orensanas, el descenso de las temperaturas, que constituye ahora mismo la máxima esperanza, en la medida que permite avanzar en los trabajos de extinción por la noche y por la mañana. Sin embargo, por la tarde el viento genera nuevas complicaciones, como se observó ayer en las comarcas gallegas de Valdeorras y Monterrei, así como en la zamorana Sanabria.
Escenario de grandes repoblaciones forestales durante el franquismo, en paralelo a un intenso y caótico éxodo rural, Galicia sufre con gran intensidad el flagelo del fuego forestal desde la década de 1970. Según las estadísticas oficiales, el umbral de las 100.000 hectáreas quemadas se superó en 1978, 1981, 1985 y, sobre todo, en 1989, con casi 200.000. El siguiente pico fue el de 2006, cerca de las 100.000. Desde entonces el máximo se alcanzó en 2017, con 62.096 hectáreas, si bien la gran mayoría concentradas en un solo fin de semana de octubre. Después, en el 2022 ardieron 5.1.642. En el ciclo clásico del fuego, en los ejercicios posteriores se produjo una acusadísima caída de la superficie afectada, en especial en el 2024, con sólo 2.644, un espejismo antes de este agosto brutal, sobre todo en la provincia de Ourense, próxima a tener ya un 10% de superficie calcinada.
“Como el fuego tire para arriba, el pueblo se nos va”, decía ayer a la Cadena Ser un vecino de Quiroga, en el sur de Lugo, desde el fin de semana bajo el pasto de las llamadas del mayor incendio del que hay registro en Galicia, el de Larouco, en Valdeorras, del que la Xunta ya no da datos exactos. Afecta al paraíso natural de O Courel. Otro fuego procedente de León azota al de Os Ancares y el foco de Porto, el que tiene en vilo al muy turístico Lago de Sanabria, entró en Pena Trevinca, donde las llamas alcanzaron al bosque más antiguo de Galicia.
Emisiones de carbono disparadas en la Península y humo que llega a Escandinavia
Los incendios del noroeste de la Península han disparado las emisiones de carbono en España al nivel máximo desde, como mínimo, el año 2003, cuando el Servicio de Vigilancia Atmosférica (CAMS) de Copernicus empezó a monitorizar este parámetro. El programa satelital de la UE ha informado de que las emisiones estaban por debajo de la media al principio de mes pero que, coincidiendo con los fuegos, han aumentado de manera exponencial hasta llegar a los 5,5 megatones de carbono (Mt C) acumulados durante el año. En ningún año en su conjunto se han llegado a emitir más de 3,5 Mt C. Las partículas que han ido hacia la atmósfera “han degradado gravemente la calidad del aire en la Península y en partes de Francia”, según Copernicus. El organismo comunitario solo había registrado unos 0,5 megatones de carbono emitidos durante el año y hasta principios de agosto, aunque desde que los incendios empezaron la cifra se ha disparado hasta las 5,5, con una afectación negativa en la calidad del aire perceptible a centenares de kilómetros a causa de las “grandes cantidades de humo y, especialmente, de PM2.5”, según el científico del CAMS Mark Paddington, que ha calificado el fenómeno “de excepcional”. El ente ha explicado que el humo de los incendios en la Península ha atravesado Francia, y ha llegado al Reino Unido e incluso a los países escandinavos, lo que hay que sumar al humo ya presente procedente de fuegos en Canadá.
A más de 300 kilómetros, al sur, la misma situación de emergencia ecológica se vivía en el cacereño Valle del Jerte, si bien la alcaldesa, Felisa Cepeda, aseguró a TVE que los parajes de mayor valor y el propio pueblo estaban a salvo. “Lo que más nos preocupa ahora mismo son las fincas de los cerezos, que constituyen nuestro mayor medio de vida”, señaló.
Sin posibilidad de evaluarla de momento, la herida en las reservas naturales forma una de las vertientes del dolor en la España quemada, como ocurre con los daños en Cantabria en el parque nacional de los Picos de Europa. También los hubo en destacados espacios protegidos de Asturias, donde la meteorología sí se plasmó en una notable mejoría de la situación, que llevó al gobierno autonómico a apostar por desviar medios a la vecina León, no sólo por solidaridad, sino para intentar evitar más contagios.
Sin posibilidad de evaluarla de momento, la herida en las reservas naturales añade más dolor en la España quemada
En algunas comarcas leonesas se experimentaron avances en una jornada en el que el efecto del fuego se dejó sentir en la fábrica de automóviles de Stellantis de Vigo, uno de cuyos turnos tuvo que parar al haber ardido una empresa proveedora de Valdeorras. La cadena de efectos se presenta como múltiple, desde la salud, con problemas respiratorios y psicológicos, a la agitación política, con las movilizaciones que hay desde el lunes en León, dirigidas contra la Junta, y las anunciadas en Galicia para mañana.