La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha revelado en un nuevo informe que alrededor de 1.200 millones de menores de entre 0 y 18 años son sometidos a castigos físicos en sus hogares cada año. Según el organismo, esta práctica causa “daños significativos” a la salud y al desarrollo de los niños y que su prevalencia varía “considerablemente” entre países.
“Existe evidencia científica abrumadora de que el castigo corporal conlleva múltiples riesgos para la salud infantil. No ofrece ningún beneficio para el comportamiento, el desarrollo ni el bienestar de los niños, ni tampoco para los padres ni para la sociedad”, señaló Etienne Krug, director del Departamento de Determinantes de la Salud, Promoción y Prevención de la OMS. Por ello, el organismo hace un llamamiento global para erradicar estos métodos y garantizar el desarrollo integral de la infancia en hogares y escuelas
Los datos son preocupantes. De acuerdo con el estudio, en 58 países el 17% de los menores que sufrieron castigos físicos el último mes lo hicieron en sus formas “más severas”: golpes en la cabeza, la cara o las orejas, o golpes fuertes y repetidos. El problema no se limita al ámbito familiar: en los colegios, siete de cada diez niños son sometidos a esta práctica.
El informe identifica a los menores con mayor riesgo: aquellos con alguna discapacidad, los hijos de padres que padecieron un castigo similar o que enfrentan enfermedades de salud mental, consumo de sustancias o depresión. Además, factores sociales como la pobreza, el racismo y la discriminación aumentan la probabilidad de que los niños sean víctimas de violencia física.
Las consecuencias, adviertió la OMS, son de gran alcance. A nivel físico, los castigos generan desde lesiones inmediatas hasta respuestas biológicas dañinas, como un aumento en la reactividad de las hormonas del estrés o alteraciones en la estructura y función cerebral. Todo ello compromete un desarrollo saludable.
Los menores expuestos a golpes y humillaciones tienen mayor riesgo de ansiedad, depresión, baja autoestima e inestabilidad emocional
La salud mental también se ve severamente afectada: los menores expuestos a golpes y humillaciones tienen mayor riesgo de ansiedad, depresión, baja autoestima e inestabilidad emocional, efectos que pueden prolongarse hasta la edad adulta. En consecuencia, aumentan las probabilidades de consumo de sustancias, conductas autodestructivas e incluso de suicidio.
En el plano social, estos niños son más propensos a reproducir la violencia: presentan mayores dificultades académicas, pueden desarrollar conductas agresivas y, en la vida adulta, tienden con más frecuencia a comportamientos antisociales. Además, el castigo corporal refuerza una mayor aceptación cultural de la violencia, perpetuando ciclos intergeneracionales.
Aunque un número creciente de países ha prohibido esta práctica, la OMS adviertió que las leyes por sí solas no bastan. La creencia persistente en la utilización de golpes demuestra la necesidad de complementar la normativa con campañas de sensibilización y programas de apoyo a padres, cuidadores y docentes, promoviendo así formas de disciplina positivas y no violentas.