¿Quién barre Barcelona?

En una calle del centro de Barcelona, muy cerca de una farola de la que cuelga una de las promesas del Pla Endreça, reposa como una reliquia sagrada una bolsa de algas secas. Concretamente, pertenecen a la variedad wakame, uno de los hits de la cocina asiática, la Undaria Pinnatifida. No es cualquier bolsa, no. Lleva allí, inmutable, desafiando el paso del tiempo y la eficiencia municipal… ¡cinco días! En esa pequeña eternidad –tratándose como se trata de un desperdicio orgánico callejero–, el único cambio que ha experimentado la bolsa ha sido en el color de su contenido. El verde oscuro de la undaria original ha mutado a un negruzco muy feo de aspecto pastoso.

Bolsa de algas cerca de la putrefacción en una acera del centro de Barcelona

Bolsa de algas cerca de la putrefacción en una acera del centro de Barcelona

LVG

Cinco días. Sería una anécdota si no fuera porque a este paso, y allí donde está, se convertirá en una atracción turística más. No me extrañaría que Google Maps ya la tenga geolocalizada como “monumento local exótico”.

Una bolsa de algas que yace en la acera durante cinco días va más allá de la anécdota

He pasado junto a ella cada día al salir de casa. La primera mañana me dije: “Bueno, a las brigadas de la limpieza se les habrá pasado”. La segunda, ya con cierto escepticismo, la miré dudando si está ahí por elección o por abandono. Al tercer día empecé a saludarla. Al cuarto, ya directamente le pregunté si quería empadronarse en mi escalera.

Mis vecinos y cuantos se han ido cruzado con la bolsa de algas han aprendido a esquivarla con una precisión quirúrgica. Al menos eso creo porque, de lo contrario, alguien la habría recogido del suelo. ¿Que por qué no lo he hecho yo? Buena pregunta. Porque al segundo día de verla yacer, pudriéndose por el calor, me propuse documentar su evolución diaria. El resultado es este artículo. Me vine arriba al leer la crónica en nuestro diario de Luis Benvenuty hace unas semanas sobre papeleras rebosantes en los barrios céntricos de la ciudad.

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Quizá esa bolsa no sea basura, sino arte. Tal vez estemos ante una instalación de tipo performance patrocinada por el Ayuntamiento mientras prepara otra campaña. O puede que represente la lenta descomposición de nuestras expectativas cívicas.

Por favor, si alguien del consistorio lee esto, que no se moleste en mandar un barrendero al barrio. Al quinto día, he decidido recoger la meritoria bolsa de algas. La guardo en casa por si alguien quiere darle una medalla. Se la ha ganado.

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