Cuando las ‘apps’ de salud crean problemas para curarlos

Tecnología y salud

Aplicaciones como ‘Quitrr’ prometen a sus usuarios ayudarles a gestionar problemas vinculados con el consumo de pornografía, descartando que quizá no tenga problema alguno

El consumo de pornografía tiene un efecto perjudicial en los jóvenes

Un joven consultando un teléfono móvil.

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En ciertos círculos de jóvenes —sobre todo, pero no exclusivamente— mindset se ha convertido en una palabra capital. El anglicismo alude a la mentalidad, y al tener una actitud correcta para afrontar determinadas situaciones de la vida. Para ganar, para generar. Este estoicismo de bajo coste, que se puede resumir en un lema tan poco halagüeño como el triunfo de la voluntad, se refleja en el uso y en la aparición de tecnologías que ayudad a lidiar con los problemas cotidianos, dejando de lado el diagnóstico. No es lo mismo creer que ser, no es lo mismo creer que se tiene un problema y tenerlo.

Un ejemplo reciente y de mucho éxito en el mundo anglosajón es la aplicación Quitrr. El objeto de esta app de pago es ayudar a quien se la descarga a dejar de consumir pornografía. Funciona como una especie de centro de terapia para llevar en el bolsillo. Tras contestar unas preguntas de diagnóstico, la app, vía inteligencia artificial, ofrece un diagnóstico del problema —un nivel de adicción a la pornografía—. A partir de ahí, la aplicación ofrece seguimiento, consejos y recompensas. Dispone de un canal de conversación que emula una terapia, individual o de grupo e incluso de un botón del pánico, que ofrece distracciones (canciones, sugerencias de meditación, una conversación, un juego) al usuario que está cerca de caer en la tentación de consumo.

Aunque a priori pueda parecer un soporte positivo, el primer problema de Quitrr es que detrás de ella no hay ciencia alguna. Su inventor, el británico Alex Slater, tiene 19 años. En una reciente entrevista en The Times presumía de su casa de diez millones de dólares en Miami, de ingresar 500.000 dólares mensuales gracias a Quitrr —acceder a la aplicación cuesta 52 euros al año— y de haber dejado los estudios a los 17. Afirma que la app ayuda no solo a no consumir pornografía, sino a tener “más energía, autocontrol, enfoque, mentalidad [mindset]”. A pesar de ser una app de pago, el 50% del millón de usuarios que Slater dice tener son menores de 18 años. Él, por su parte, aspira a ser billonario antes de una década.

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“¿A quién va dirigida esta aplicación? ¿A quién puede ayudar?”, se pregunta Antoni Baena, director del máster en Salud Digital de la UOC y experto en adicciones. Para él, es importante subrayar la relevancia del diagnóstico del problema. Según Quitrr, uno de cada tres hombres es adicto a la pornografía. Los datos lo niegan. “Diversos estudios —recuerda— cifran el uso patológico de la pornografía en entre un 1,7% y un 3% de la población. Otra cosa es que, por motivos morales, haya personas que quieran reducir el consumo de pornografía. A esas personas, quizá, les sería útil una aplicación así”.

Respecto al segmento, menor, de las personas que realmente tienen un problema de consumo de pornografía —o de sustancias, de juego, de…— aplicaciones de este tipo “no les van a ir bien, estoy convencido”, afirma el psicólogo. Entre otras cosas porque “si esta persona tiene un problema mayor de salud mental, el consumo es solo una de las variables de ese problema”.

Una aplicación de salud digital tiene que estar catalogada como Medical Device, un sello que otorgan la UE o la FDA

Para Baena una de las carencias de este tipo de aplicaciones es su baremo para el diagnóstico: “Existe una guía de adicciones comportamentales muy bien hecha y muy crítica, con evidencias” ¿Cómo puede hacer un diagnóstico entonces una app creada por un joven de 19 años sin formación? Para el director del máster en Salud Digital de la UOC, la condición necesaria es que en la elaboración del cuestionario inicial haya un “un profesional de la salud mental que realmente siga la evidencia de la ciencia y la valore así”. Si no, argumenta, se puede llegar a que la aplicación cree la conciencia de una enfermedad que no existe, a una credulidad en la aplicación —que para ser rentable necesita de usuarios que paguen— que te dice: “Tienes un problema: págame y te daré la solución”.

El objetivo vital del fundador de Quitrr, conviene recordarlo, es llegar a billonario antes de 2035. Al margen de esto, Baena recuerda que una aplicación de salud digital tiene que estar catalogada como Medical Device, un sello que en Europa regula la UE y que en EE.UU. otorga la FDA. Quitrr carece de ambos.

En consecuencia, el riesgo mayor de estas aplicaciones sin certificación médica está en sus amplias zonas grises: en que pueden hacer creer a quien no tiene un problema que lo tiene, y en que pueden hacer creer a alguien que sí lo tiene que lo está solucionando, cuando no es así. “Una app basada en inteligencia artificial”, explica, “verá cosas muy superficiales, de material de psicología de autoayuda, solo que lo elaborará un poquito con lenguaje natural. Pero si realmente tienes un problema y te va dando una serie de consejos muy simplones, el problema se va agravando. Son herramientas que no están preparadas para responder a cierto tipo de situaciones”, concluye Baena. 

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