Somos seres espirituales viviendo una experiencia terrenal y algún día, cuando se acabe nuestra experiencia terrenal, volveremos al espíritu. Darse cuenta de esta realidad te cambia la perspectiva y la proyección vital. Vivir la experiencia terrenal es un plus, pero hay un dardo envenenado , hay un peligro... a la Tierra, el espíritu se pone bajo la influencia del Maligno, el príncipe de la tierra... pero afortunadamente, el espíritu es libre de escoger a qué lado se quiere situar, al de la bondad o al de la maldad, ser un hijo de la luz o un hijo de la tierra, siempre ha sido así, desde el principio de los tiempos... De esta elección dependerá la buena eternidad del espíritu cuando acabe su experiencia terrenal.
Jesús de Nazaret vino a la tierra para hacernos vivir y para hacer que nos diéramos cuenta de esta realidad... Es su mensaje... y en el final de sus días, nos encomendó que lo hiciéramos llegar por todas partes y a todas las generaciones. No solo este mensaje, sino también que bautizáramos en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que celebráramos la eucaristía en memoria suya, que perdonáramos los pecados, que echáramos demonios, y tantas otras cosas más...
A pesar de eso, él mismo nos avisó, sin embargo, de que “la cosecha es abundante, pero los segadores son pocos. Rogad, pues, al dueño de los sembrados que envíe segadores a sus sembrados” ( Mateo, 9:37).
En este parlamento, Jesús quiere simbolizar la gran abundancia de personas preparadas para escuchar, recibir y creer el mensaje del evangelio, pero a pesar de la abundante cosecha (sobre todo, nuestros días), la falta de “mano de obra” indica una necesidad urgente de más “segadores”. Nos hacen falta segadores con espíritu docente, de mensaje sencillo y comprensible, independientemente de su condición terrenal. Si eso era importante hace 2.000 años, cuando la población mundial era de unos 250 millones de personas –ahora somos 8.000 millones, y de aquí pocos años seremos unos 10.000–, harán falta, pues, muchos trabajadores para tanta “cosecha”... ¿Cómo lo haremos?
Nos hacen falta fórmulas innovadoras y atractivas para las nuevas generaciones
El mismo Jesús nos dio la respuesta... “Rogad, pues, al amo de los sembrados que envíe segadores a sus sembrados...”.
Necesitamos rogar, pues, en un momento en que los pocos curas disponibles se tienen que ocupar de un montón de parroquias, muchas vacías de feligreses, para que nos lleguen más ministerios abiertos a la nueva realidad... Si no nos queremos colapsar, hacen falta personas normales y estimulantes, instructivas y ganadoras de almas, adaptadas al siglo XXI, independientemente de su estado civil. Nos hacen falta maneras innovadoras, ajustadas a las tecnologías del nuevo siglo, para hacer llegar el mensaje y las tareas encomendadas por Jesús de Nazaret.
Es por todo eso que a menudo me refiero a la creativación (“creativación para una nueva evangelización”) para encontrar nuevas fórmulas respetuosas con la tradición, pero atractivas para las nuevas generaciones, con el fin de hacer llegar el mensaje en tanta “cosecha”, pero también más, muchos y muchos más, “segadores” (ministros) para hacerlo realidad.
A menudo oigo decir que el ministerio es una “carga” pesada... No tendría que ser así... Hace falta que sea una tarea ilusionante, solo hacen falta ciudadanos, sean cuales sean sus condiciones personales, que quieran poner su vida, o una parte de su vida, al servicio de los otros (servir es amar) y hacer coincidir sus talentos naturales con su fe y su vocación, con su pasión... personas respetuosas, con compromiso, iniciativa, proactividad y ganas de hacer el bien. ¡Hay muchos y muchas! ¡Que el inmovilismo no ponga en peligro nuestro futuro!
Los pocos religiosos disponibles deben ocuparse de un montón de parroquias
Sin curas, no hay sacramentos y también se hace más difícil la transmisión diaria del mensaje de Jesús de Nazaret y las tareas que nos encomendó... y si eso continúa así, el Maligno campa con libertad... ¡No lo tendríamos que permitir! Está en manos del Santo Padre, del colegio cardenalicio, de todos los obispos, con el apoyo de curas y laicos, hacerlo una realidad palpable y poner al servicio de la Iglesia tantas y tantas vocaciones potenciales. ¡Hagámoslas estallar! Estamos ante una oportunidad única para llevar el bien a la tierra mediante el mensaje de Jesús, no lo desperdiciemos, ahora es el momento... ¡Si no lo hiciéramos, no nos lo podríamos perdonar nunca!