Ninguna de las generaciones nacidas en el siglo XX alcanzará una edad promedio de 100 años. La esperanza de vida, que en la primera mitad del siglo pasado aumentó muy rápidamente, ya no crece tanto. Si en la década de 1900-1910 nacer un año después suponía una ganancia de 7,9 meses de esperanza de vida, para los nacidos entre 1990 y el 2000 esa ventaja ya era de solo 1,9 meses.
Y es que, en la primera mitad del siglo XX la mejora de la esperanza de vida fue espectacular: de un promedio de 62 años para los nacidos en 1900 se pasó a 80 años para los que vieron la luz en 1938. Con la perspectiva de esa evolución, cabría pensar que los nacidos 40 o 50 años después llegarían en promedio a los 100. Pero, según explica José Andrade, del Instituto Max Planch para la investigación demográfica (MPIDR) no será así. Para la cohorte de 1980, la esperanza de vida será de 91,4 años; y para la de 2000, de 94,6.
Andrade, en colaboración con otros colegas especializados en demografía, ha investigado la evolución del aumento de la esperanza de vida en el último siglo pronosticando, por seis métodos estadísticos diferentes, la mortalidad de las cohortes de población todavía vivas.
Y todos los métodos de pronóstico muestran que la esperanza de vida de quienes nacieron entre 1939 y 2000 aumenta a un ritmo más lento que en épocas anteriores. Según el método utilizado, “el aumento se ralentiza entre un 37% y un 52% respecto a las tendencias de la primera parte del siglo XX”, resume Andrade en conversación con La Vanguardia.
Y lo concreta en meses: “Si en las cohortes nacidas entre 1900 y 1938 la esperanza de vida crecía 5,5 meses por cada año más tarde que se nacía, en las cohortes de 1939 a 2000 el crecimiento desciende a entre 2,5 y 3,5 meses, según el método de pronóstico utilizado”.
Las razones
¿Por qué? ¿A qué obedece ese frenazo en la ganancia de años de vida? El investigador explica que en las primeras décadas del siglo XX la mortalidad de los menores de 5 años descendió de forma muy acusada y muy rápida gracias a los avances médicos y a otras mejoras en la calidad de vida, y al haber más supervivientes de esas cohortes, las ganancias de esperanza de vida fueron muy grandes.
“Pero una vez que la mortalidad infantil ya alcanzó niveles muy bajos, hay poco margen de mejora en esas franjas de edad, y la mortalidad en los grupos de edades más avanzadas tampoco crece con la suficiente rapidez para compensar ese descenso, de modo que la esperanza de vida ya no crece tan rápido como antes”, dice Andrade.
Apunta que los resultados de su estudio son muy robustos, e incluso si las tasas de supervivencia entre adultos y ancianos mejoraran el doble de lo previsto, el aumento de la esperanza de vida no alcanzaría el ritmo que registró en la primera mitad del siglo XX.
Por todo ello, concluye que “ninguna de las cohortes de nuestro estudio alcanzará el hito” de ser una generación centenaria, es decir, que, en promedio, sus integrantes superen los 100 años.
Con todo, deja claro que las previsiones de mortalidad son predicciones y no certezas, y pueden verse alteradas por factores externos. “Si surgen tratamientos médicos revolucionarios, si se producen cambios sociales significativos o una pandemia se pueden alterar, y la esperanza de vida se puede ver alterada y desviarse de las tendencias previstas”, apunta.
En su investigación -cuyos resultados se han publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)-, ha incluido datos de 23 países de ingresos altos y que actualmente tienen una mortalidad baja, tanto de Europa como de otros continentes (entre ellos algunos de los más longevos como España, Italia, Suiza, Francia o Japón, además de Estados Unidos, Australia o Canadá)
La evolución de la esperanza de vida es un dato relevante tanto para la planificación de las personas como de los gobiernos y las empresas, puesto que repercute tanto en las políticas de salud pública como sociales y de pensiones, así como en las decisiones respecto al ahorro y la jubilación. De modo que si esa esperanza de vida aumenta más lentamente todos han de ajustar sus expectativas de futuro.