Médicos y especialistas en adicciones hace tiempo que vienen advirtiendo que el cannabis de ahora no tiene nada que ver con el que fumaban los hippies del siglo pasado, que su potencia ha aumentado y su impacto negativo sobre la salud también.
Un artículo publicado recientemente en la revista de la Asociación Médica Canadiense ofrece datos que constatan que la composición del cannabis actual tampoco es la del que circulaba en la primera década de este siglo: la concentración de tetrahidrocannabinol (THC), el compuesto psicoactivo del cannabis, se ha quintuplicado en los últimos 20 años en Canadá, pasando de aproximadamente un 4% a un 20% en la mayor parte del cannabis seco.
Y el consumo regular de cannabis de alta potencia (con más del 10% de THC) se relaciona con un mayor riesgo de psicosis y de desarrollar esquizofrenia. “Un estudio reciente sobre 9,8 millones de personas de Ontario (Canadá) encontró un riesgo 14,3 veces mayor de desarrollar un trastorno del espectro de la esquizofrenia en personas que visitan el departamento de urgencias por consumo de cannabis y un riesgo 241,6 veces mayor de visitas por psicosis inducida por cannabis”, detallan los médicos canadienses.
Canadá se ha convertido en un gran laboratorio de análisis sobre el cannabis y sus repercusiones para la salud sobre todo después de que se legalizara el cannabis seco en 2018 y los comestibles y extractos en 2019 en todas las provincias del país excepto Quebec, lo que también está permiendo comparar el impacto de la venta legal de estos productos en su consumo.
Y los datos que van arrojando esos estudios confirman las percepciones y experiencia clínica de los psiquiatras y demás especialistas que trabajan en el terreno de las drogas y las adicciones.
El consumo no aumenta, pero vemos casos más graves de adicción porque engancha más
“Vemos claramente que la potencia del cannabis ha aumentado, que la concentración de THC y de otros derivados con efectos psicotrópicos es mayor porque han manipulado genéticamente las plantas”, afirma Eduard Vieta, jefe de Psiquiatría y Psicología del hospital Clínic de Barcelona y coautor del estudio internacional que reunió el mayor conjunto de evidencias científicas sobre los efectos del consumo de cannabis a finales de 2023.
Vieta explica que una de las consecuencias más evidentes de esa mayor presencia de THC en el cannabis actual es que provoca adicciones más graves. “El consumo no aumenta, pero las adicciones sí; antes veíamos que se hacía un consumo más esporádico, y ahora vemos que quienes consumen cannabis están más enganchados, vemos casos más graves” de adicción, resume.
¿Por qué somos tan vulnerables a la adicción?
La adicción tiene sus raíces en la arquitectura ancestral del cerebro humano. Investigadores de Stanford Medicine Resulta explican en un reciente artículo cómo la adicción no es un defecto del diseño humano sino una consecuencia imprevista de un sistema de supervivencia diseñado para buscar recompensas.
Durante milenios, sobrevivir tenía que ver con el impulso de buscar el placer y evitar el dolor, como comer cuando se tenía hambre o buscar refugio cuando se tenía frío. Y en esos casos el cerebro libera dopamina, un mensajero químico que hace sentir bien y refuerza la conducta.
”Las vías de recompensa en nuestro cerebro se han conservado a lo largo de millones de años de evolución y en todas las especies”, afirma la Dra. Anna Lembke, profesora de psiquiatría y ciencias del comportamiento de Stanford Medicine y autora del libro Dopamine Nation. Y ese sistema funciona a la perfección en entornos de escasez, cuando buscar cosas que liberaran dopamina es más importante que cualquier otra cosa.
Pero en la actualidad, en la sociedad de la abundancia, con acceso a un sinfín de elementos que activan esta vía de recompensa en el cerebro -desde alimentos azucarados y salados, hasta drogas, nicotina, redes sociales...-, este mecanismo se ha convertido en una desventaja significativa. El cerebro trata esos elementos dañinos como si fueran fundamentales para sobrevivir, libera dopamina una y otra vez y luego, para compensarlo, reduce la cantidad y la sensibilidad de las moléculas que la detectan, con lo que se hace más difícil sentir placer. Por eso cada vez se necesita más sustancia o más a menudo para lograr el mismo efecto, con lo que la adicción está servida.
Según la monografía sobre cannabis 2025 elaborada por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, el cannabis está detrás del 46% de los casos atendidos en las urgencias hospitalarias por consumo de drogas en España en 2022, mientras que en 1996 eran el 6,2%.
Y ello tiene que ver tanto con que hay más consumidores como con el aumento de la potencia del cannabis. Según información recabada en una veintena de países europeos por investigadores de las adicciones de Alemania y España, las concentraciones de THC en la resina de cannabis (el hachís) se triplicaron entre 2010 y 2019, pasando de una media del 7,6% al 24,1%. En el caso del cannabis medicinal, la concentración aumentó del 6,9% al 10,6%, según explicaban los autores en el artículo que publicaron en The Lancet en 2021.
Desencadenante de enfermedades mentales
Aunque no tiene estadísticas propias que correlacionen el aumento de la concentración de THC en el cannabis con el aumento de casos de psicosis, Vieta admite que su percepción coincide con lo que indican los estudios de los médicos canadienses, que el cannabis actúa como desencadenante de enfermedades mentales - “no solo psicosis, sino también ansiedad o depresión”- y en estadios más graves.
Porque, explica, el cannabis estimula la producción de dopamina cerebral y eso puede favorecer el desarrollo de patologías como esquizofrenia y de trastorno bipolar.
“En el estudio que publicamos hace dos años en el British Medical Journal, donde se juntaban datos de distintas épocas, ya veíamos que el consumo de cannabis multiplicaba por dos el riesgo de psicosis (normalmente en personas que ya tienen una vulnerabilidad genética), y seguramente si ese análisis se hiciese con datos más recientes esa proporción sería mayor teniendo en cuenta que el cannabis que se consume ahora es mucho más potente”, concluye.
La concentración de tetrahidrocannabinol (THC) ha pasado de aproximadamente un 4% a un 20% en la mayor parte del cannabis seco que se vende en Canadá
En el artículo publicado por los médicos canadienses también se advierte que, una vez sufrido un primer episodio de psicosis inducida por cannabis, seguir consumiéndolo se asocia a un mayor riesgo de reaparición de los síntomas, por lo que el tratamiento requiere suspender el consumo y tomar medicación. “Los antipsicóticos pueden ayudar a las personas son síntomas graves y prolongados”, indican.
También recomiendan acudir a terapia cognitiva conductual con un médico o psicólogo para desarrollar habilidades que ayuden a resistir las ganas de consumir cannabis y así sea más fácil abandonar la adicción.


